Hay lugares donde la música no suena, sino que flota. No solo llena el espacio, sino que se confunde, como si siempre hubiera estado allí. Este verano, por segundo año consecutivo, Alfarrasí ha acogido el II Ciclo Internacional de Música “Nits a l'Ermita”, un proyecto que ya no se puede considerar una apuesta: es una realidad que arraiga y crece. Y lo hace con la naturalidad de las cosas muy pensadas.
Cuatro conciertos, cuatro noches, y una sola idea: que el arte, cuando se conjuga con el paisaje, puede transformar el territorio. “No queríamos hacer un ciclo cualquiera”, dice Carlos Casanova, director artístico del proyecto. “Queríamos un lugar donde el público pudiera escuchar con atención, respirar con calma y conectar realmente con los artistas. Esta ermita ofrece esto. Es lo contrario del ruido: es una pausa compartida”.