Antiguamente, los campaneros eran trabajadores de oficio que hacían el papel de informadores. Con sus toques avisaban a todo un pueblo de lo que pasaba, desde defunciones, hasta días festivos, plegarias, coronaciones o nombramientos.
Cómo si de un periódico se tratara, cada toque, con su particularidad, diferenciaba si había muerto un hombre, una mujer; un alcalde o un rey. Además, servía también de plegaría para pedir por los enfermos, para que saliera bien un parto o que lloviera para hacer bien a las cosechas.
La automatización de los toques y los medios de comunicación desplazaron poco a poco el trabajo de los campaneros hasta su desaparición. Por eso, en 1994 un grupo de ontinyentins inquietos y amantes del patrimonio cultural decidieron recuperar esta tradición. Todo va empezar con el objetivo de que el Campanario de la Vila “volviera a hablar”, explica Rafa Ballester, uno de los pioneros que ha visto nacer la Colla de Campaners de Ontinyent. “Las campanas se habían enmudecido y la mayoría de campanarios ya no volteaban”, añade. Así, pudieron recuperar los 57 toques diferentes que tiene el Campanario de Santa Maria de Ontinyent.
Ontinyent tiene más de 50 campanas en total y en concreto, el campanario de Santa Maria cuenta con 13 y una trebanella. El de Santa Maria es el que más campanas tiene de la Comunidad Valencia. La campana más antigua es el Arrebato (1563), y la más nueva Combregars (2011). La más ligera Ximbolet, con 5 kg de peso, y la más grande, La Petra, con 1.642 kg. Todas ellas han pasado por varias restauraciones y en la actualidad se puede decir que están todas en ‘plena forma’.
Aunque no todos los toques se hacen manualmente, puesto que cada uno de los socios tiene sus obligaciones, hay que destacar los conciertos ceremoniales, donde participan todas las campanas, un espectáculo abrumador que se puede sentir los días de Pentecosteses, el Corpus, la Asunción y la Purísima.
Además, el día de la Bajada de Cristo, nombrada Bien de Interés Cultural, hay que destacar el ‘solo’ de La Petra, un toque solemne que avisa de que el patrón ya está en la ciudad.
Aparte de proteger las campanas, la Colla de Campaners se encarga de perpetuar el 'Ball dels Cavallets' de Ontinyent; promueve cada 22 de diciembre, junto a Menestrils, el Canto de Sibila; y organiza visitas guiadas al campanario. Además, con el campanario móvil, que se creó en 1999, han llevado la tradición ontinyentina por toda la Comunidad Valenciana y también fuera de ella.
Leyendas y sobresaltos
Cuenta la leyenda popular que cuando tocaba la campana de la Purísima para pedir que la granizada pasara de largo, los de Ayelo de Malferit se quejaban porqué los llegaba a ellos la tormenta. Por eso pedían que no volteara.
La campana de los Albats, que fecha de 1941 es la encargada del toque de muerte de albat, esto quiere decir, de reciente nacidos, un toque que todavía realizan de manera manual y que en estos 25 años ha volteado en tres ocasiones, recuerdan desde la Colla de Campaneros
Debido a la peligrosidad que tiene el volteo, con posibles accidentes, se vieron obligados a hacer oficial la entidad. Aparte de un poco de fuerza y traza hace falta “mucho conocimiento” para voltear las campanas, explica el presidente, Rafa Cantavella. Una vez se rompió repentinament el contrapeso de la campana y cayó, por suerte, dentro del campanario. Podía haberse precipitado de arriba abajo o haber herido al campanero. Todo quedó en un sobresalto.
Una exposición y un concierto conmemorativo
El tercer viernes de cada mes los socios se reúnen y deciden “todos por igual”, aseguran. Al principio la Colla contaba con unos 15 miembros, y actualmente hay unos 45. Destacan el ambiente familiar que viven en las reuniones y animan a la gente a que se apunte. Un caso curioso es el de un ontinyentí de tan solo 5 años, un niño enamorado del Campanario y las campanas, que ha hecho que su yaya se apunte a la Colla.
Para celebrar el cuarto de siglo están preparando para el mes de octubre una exposición con fotografías y diferentes elementos representativos, así como un concierto conmemorativo para mostrar los toques que existen.
Para ellos la Colla nació como “un deber social, porque es nuestro patrimonio, que está por encima de ideologías políticas, religiosas o institucionales. Es parte de nuestra historia”, aseguran. Todo empezó por conservar la cultura de un pueblo y esperan darle continuidad por muchos años más.