Miguel Ferri Espí, de 64 años, y Saro Bataller Navarro, de 62, han estado al frente del restaurante L'Alforí de Ontinyent durante más de cuatro décadas. Tenían tan sólo 24 y 22 años cuando decidieron dedicarse a la hostelería, el mismo año en que nació el primero de sus tres hijos.
Antes de asumir ellos el negocio, el restaurante se llamó Baco, como el dios del vino. Los padres de Miguel, Ramón Ferri y Pepita Espí, compraron este local, que en un principio era un taller de coches, y unos empresarios lo transformaron para montar un restaurante que bautizaron con este nombre. Sin embargo, el negocio no les funcionó.
Ramón Ferri encontró entonces a otros empresarios que se hicieron cargo del restaurante y, en esta ocasión, él mismo formó parte de él llevando la parte administrativa. Por aquel entonces, Miguel y Saro empezaron a introducirse también en el negocio, que les empezó a gustar, hasta que decidieron en el año 83 hacerse cargo de él ellos mismos. "En aquel momento el trabajo de hostelería era muy abundante, ya que no había prácticamente nada, y por ello dimos el paso", explican. Contrataron a camareros, cocineros, etc., y llegaron a ser 10 trabajadores. "Esto era tan grande, que, si no había movimiento, no se podía pagar".
Por ello, habilitaron la parte de detrás del restaurante como salón de banquetes, un gran espacio de unos 500 m2, al que se deben sumar los 400 m2 del restaurante. También tuvieron una zona de discoteca y un billar. Por el salón pasaron muchas bodas, comuniones y eventos sociales de diferentes asociaciones de la ciudad, como la Purísima, las Fallas de San José, las fiestas de Sant Esteve, etc. "Fuimos los primeros en Ontinyent en tener un salón con las características nuestras, tan grande y sin pilares en medio. También fuimos los primeros en ofrecer baile los domingos", relatan.
La época dorada
Los años 80 fueron la época dorada de este restaurante, ubicado a las afueras de la ciudad y muy bien comunicado. En un principio elaboraban muchos almuerzos, comidas a la carta y cenas, los siete días de la semana. "La gente venía a por un plato caliente, paella, puchero, arroz al horno...Para el primer plato, la gente elegía platos de cuchara", explica Saro. "En los años 80 Ontinyent tenía una industria muy potente por lo que venía mucha gente de fuera. Ontinyent necesitaba este tipo de servicio. Desde buena mañana la gente empezaba a moverse con el café y almuerzos, hasta las cenas", explica Miguel. "Teníamos mesas enormes de trabajadores. Hemos llegado a gastar entre 60 y 70 barras de pan todas las mañanas para los almuerzos. Una barbaridad", comenta Saro.
Más de 1.000 raciones de arroz al horno
En cuanto a la cocina, "al principio venía un cocinero de Jarafuel. Aquí había mucha industria, pero no había gente formada en la hostelería", explica Saro. "Nos hemos enseñado a base de práctica". La madre de Miguel, Pepita, fue una gran maestra. En el ranking de especialidades de la casa, el nº1 fue el arroz al horno, el nº2 la paella de habas, alcachofas, pollo y conejo y, en el nº3, los platos de cuchara. "Teníamos el potaje con hierba buena, las lentejas "contundentes" y las lentejas con verdura, y las patatas con caldo, bacalao y huevo. También la 'borreta' ha sido un plato muy aceptado, el arroz con acelgas, los pimientos rellenos, etc.". Platos de casa, típicos valencianos. "La gente necesita tiempo para estos platos, algo que ahora no tienen. Cada vez la gente se da cuenta de que estos platos son parte muy importante en la alimentación", aseguran.
Entre los récords que figuran en el restaurante Alforí, destaca un año en que, para fiestas de la Purísima llegaron a preparar hasta 1.000 raciones de arroz al horno, entre sábado y domingo. También han llegado a preparar entre 60-70 pimientos rellenos en un día, y, en cuanto a las paellas del fin de semana, "no las podemos ni contar", aseguran.
Otra etapa
Cuando sus hijos se hicieron mayores, éstos no quisieron quedarse el restaurante, por lo que Miguel y Saro empezaron una nueva etapa. Decidieron hace 22 años empezar a ofrecer el servicio de comidas para llevar, en lo que fueron pioneros, y disponer sólo de almuerzos, pero dejaron de ofrecer el servicio de restaurante. "Poco a poco la industria textil fue bajando y la hostelería también proliferó, por lo que tuvimos que repartirnos los clientes". Poco a poco fueron reduciendo la actividad, y hace 13 años que llevan el negocio ellos dos solos.
El restaurante les consumió muchas horas, pero se muestran muy satisfechos por lo vivido y aseguran no tener la sensación de haberse perdido nada. "Hemos trabajado mucho y siempre muy muy a gusto", remarcan. "Todos nuestros hijos tienen carrera universitaria, les hemos dado un futuro. Eso es lo principal, no hay más", comenta Saro.
Ahora cumplen una etapa de su vida y empiezan otra con mucha ilusión. Tienen pensado visitar a sus hijos, pasar más tiempo con sus nietos y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. "Iremos a caminar, llenaremos las horas, encontraremos algo", aseguran.
Para Saro, lo que más le ha gustado de su trabajo es el trato con la gente, y tanto Miguel como Saro coinciden en que lo más importante han sido los clientes. "Nos han ayudado mucho a ser mejores y a avanzar", aseguran. "Estamos súper agradecidos con ellos, sólo nos queda ponerles la alfombra roja", añaden.
El 1 de mayo aseguran que cerrarán sus puertas definitivamente, pero admiten que echarán de menos el trabajo que han hecho siempre. "Si fuera por los clientes, no cerraríamos. Ahora nos preguntan que dónde vivimos, porque dicen que cuando cerremos vendrán a casa a por la comida (ríen)".