- ¿Qué recuerda del día en el que conoció la noticia?

- Fue el párroco de Santa María, don Antonio, el que me llamó. Cuando me dijo que pensaba en mí para ser camarera mayor, me emocioné mucho, pensé en la gran responsabilidad que supone, porque representas a las mujeres que tienen ese gran amor a la Purísima. Le dije que lo hablaría con la familia, porque su apoyo es importantísimo para un cargo así. Lo comenté con la familia y teniendo en cuenta que mi suegra fue camarera en 1981, mi prima lo fue también... mi marido me preguntó: ¿Qué piensas que diría la mamá? Los dos sabíamos que ella hubiera dicho que adelante, que es un gran honor. Así que, con el apoyo de la familia, dije que sí, aunque el miedo y respeto por la responsabilidad que supone estaban ahí. 

- ¿Cómo superó ese miedo que comenta?

- El día que me nombraron, en noviembre, con el apoyo que noté de toda la familia de las camareras, ese miedo, no es que desaparezca, pero sí que se mitiga. Me vi muy acogida y acompañada por todas las camareras. Recuerdo las primeras palabras de la presidenta de la Agrupación de camareras: “Para lo que sea, aquí estamos”.

- Ser camarera ¿era lo que se imaginaba?

- Lo ha superado con creces. Yo la fiesta desde dentro la conocía, porque estuve en la junta ya hace años, he sido madre de Angelet... pero vivirlo en primera persona es diferente. Este año ha sido una bendición, un gran honor. En este momento, soy feliz por todo lo que he recibido a lo largo del año y doy gracias todos los días. 

- ¿Cómo ha sido la relación con el resto de camareras?

- Desde el primer día, ya salí de la iglesia feliz, porque vi que la Purísima nos había elegido muy bien. Siempre digo que no es elección nuestra, sino de la Purísima, porque yo posiblemente hubiera escogido a otras personas, pero las que ha escogido la Purísima me han aportado mucho. 

- ¿Qué momentos destacaría de los ya vividos?

- Todos han sido muy bonitos, desde el momento en el que la acompañas por primera vez, en mayo, hasta la visita extraordinaria a las Carmelitas y que supuso unir la vida contemplativa con nuestras tradiciones y vivencias. Esos momentos de quedarse solas ante la Purísima a mí me emocionan, hacen que afloren muchos sentimientos cuando la ves tan de cerca y de manera tan íntima.

Tampoco puedo olvidar cuando esta semana pasada nos pusieron las medallas de camareras. En definitiva, ha sido un año lleno de momentos y vivencias únicas.

- Y de los que quedan por venir, ¿Cuáles espera con especial ilusión?

- El día de la Ofrenda, cuando entre a la plaza, sé que me emocionaré y vendrán a mi mente muchos recuerdos y tendré junto a mí a mi suegra. Será un momento de dar las gracias por lo afortunada que soy. 

- ¿Cómo definiría el papel de las camareras? 

- Es un año de servicio, de cuidar todos los detalles, de estar unidas al servicio de la Purísima, de compartir momentos en el sagrario, de oración. Todo eso a mí me aporta mucha paz, me llena espiritualmente. Es algo que hemos tenido todo el año. Ahora llega la traca final, pero toda esa vivencia interior, que nos ayuda a crecer en la Fe, es muy importante.