- ¿Cómo empezó a despertarsele las ganas de estudiar chino?
- Descubrí la pintura china cuando estudiaba Bellas Artes y me fascinó. Cuando terminé la carrera no encontraba trabajo debido a la crisis y me puse a estudiar francés y chino. Terminé el nivel básico y como no había trabajo, decidí continuar estudiante chino por mi cuenta, como una salida laboral.
- ¿Cuándo decide irse?
- Dejé mi trabajo fijo en los cines de El Teler y decidí irme, con 27 años, porque quería crecer en mi vida. Envié CV hasta que de repente me llamaron del instituto de formación profesional Mingsheng de Hechuan, una ciudad perdida del centro de China, para dar clases de español .
- ¿Qué diría de esta primera experiencia?
- Estuve muy solo, en las montañas, sin medios de transporte, y se me hizo muy duro. El centro donde estaba no era muy bueno. Me dijeron que aprendería chino, pintura china, taichí y tendría alojamiento en el mismo campus, que es los que los alumnos y profesores suelen hacer... Me lo pintaron muy bien, pero nada fue así. Cuando llegué allí choqué de frente con su cultura, el calor, la comida... Quise volver a casa el primer día.
- Pero continuó...
- Sí, finalmente me hicieron un contrato de un año. En cuanto al alojamiento, estaban de obras y tuve que pagarme yo una habitación durante un mes, pero después viví en el campus y me cubrieron la estancia. En el tema del sueldo, me ofrecieron 4.000 yuanes, unos 600 euros. Pero se debe decir que un chino suele cobrar 1.000 yuanes.
-¿Cómo diría que son los chinos?
- Son muy curiosos, y para nada tímidos, pero guardan mucho las distancias físicas. En cuanto a las costumbres, tienen cosas muy avanzadas, y otras no, como la higiene. Por ejemplo escupen donde sea, hacen ruido cuando comen, o ven cualquier sitio bueno para cortarse las uñas.
- ¿Cuándo dejó Hechuan?
- Quisieron renovarme, pero yo me negué. Después de este primer año, necesité un año más para rehacerme anímicamente. En España las cosas continuaban muy mal, así que volví a intentarlo en China. Me llamaron de la universidad de Linyi, una ciudad industrial, entre Pekín y Shangai, donde descubrí otra china y estuve mucho mejor.
- ¿Cómo acabó su odisea en China?
- Acabé cursando un máster de dos años en la universidad Sun Yat-Set, en Guangzhou, una ciudad al sur, para poder dar clase de chino a nivel internacional. Ahora que lo he terminado, he vuelto España con la idea de quedarme aquí a trabajar, ya que aquí estoy muy bien.
Alberto Soler: “China es otro mundo”
El ontinyentí Alberto Soler Penadés, de 35 años, volvió de China hace dos semanas, después de estar allí 6 años. Ha sido una experiencia muy dura, más bien una odisea, pero en la actualidad sabe hablar chino y se ha formado para dar clases de este idioma