A la ontinyentina Anna Ríos, de 58 años, le detectaron cáncer en Navidades de 2019, en una de las revisiones rutinarias a las que se sometió. "A partir de ahí inicié el proceso, que duró un año, con operación, quimioterapia y radioterapia", comenta. 
"Cuando te dicen que van a repetir la mamografía, te asustas", comenta Anna. "Es un golpe muy fuerte porque la palabra cáncer implica automáticamente pensar en la muerte. Siempre piensas que el final está más cerca". 

Un proceso duro
Anna fue sometida a la operación el 20 de marzo, en plena pandemia. "El hospital era terrible", señala. La intervención no requirió mastectomía, pero Anna tenía 24 ganglios afectados, siete de ellos con metástasis. "Esto a mí me asustaba", asegura. Para Anna, el proceso ha sido un "camino de mucho esfuerzo mental y muchas emociones; ha sido una montaña rusa", afirma. "Lo pasé en casa, no podíamos acceder al hospital, incluso las curas me las tuve que hacer en casa. Pero en la parte positiva, yo estaba en casa acompañada por mi pareja y mis tres hijos. En ningún momento me sentí sola", añade. 

En mayo inició la quimioterapia hasta final de 2020 y la radioterapia, el 22 en enero de 2021. "Nunca quiero decir que esto era una batalla, porque en una batalla pierden las dos partes. Para mí esto era un proceso", asegura Anna. 

Por otro lado, entre los puntos importantes durante el proceso se encuentra la pérdida de cabello. "Para mí el pelo es la identidad de una persona. Perderlo era mirarme al espejo y no reconocerme. Te cambia el rostro", comenta Anna. Su familia le ayudó especialmente en esto. "Me raparon ellos el pelo. Fue como el momento de asumir todos lo que nos venía", relata Anna. La ontinyentina asegura que sus hijos, de 23, 22 y 20 años, supieron gestionarlo bien y destaca especialmente el apoyo y la fuerza que le dio su pareja. Otro momento duro fue la quimioterapia, cuando pierdes toda la energía. "El hecho de no poder con mi alma, te hunde mucho. Debes trabajarlo mucho", señala. 

Las consecuencias
Otro duro momento para Anna fue ir asumiendo las consecuencias del cáncer, "y vivir con ello. Estoy bien, pero yo sé las consecuencias que llevo arrastrando", explica. Aunque la operación salió bien, Anna está en tratamiento cuatro años después. "Estas pastillas me provocan dolores, con la quimio me costó quitarme también el dolor de pies. Todos los días tengo dolores, aquí o allá, pero forman parte de mí. Intento sobrellevarlo con sesiones de Pilates, caminar, intento vivir más tranquila, sin estrés...". 

La ontinyentina asegura que la vida le ha cambiado "muchísimo" desde que tuvo cáncer. En este sentido, continúa diciendo que tras el cáncer cambió de trabajo, aprobó unas oposiciones tan sólo cinco meses después de la quimioterapia y asegura que ahora está "estupendamente". Ha ejercido 30 años como maestra de Educación Infantil y ahora es profesora en el módulo profesional de Servicios a la comunidad. "Puede sonar fuerte, pero he agradecido haber podido pasar el proceso. Ha comportado unos cambios importantes en mi vida. Llevaba mucho estrés en mi trabajo; no estaba gestionando bien mi vida. El cáncer me ha hecho pararme, preocuparme por mí y mirarme", relata Anna.

Un gran apoyo de ANIMA
Anna asegura que se sintió muy arropada por ANIMA, a pesar de que se encontraban en plena pandemia. "La parte de entender qué me pasaba y qué iba a pasar, y el apoyo de una persona y un grupo de personas que han hecho que yo mire adelante. Esa mirada hacia adelante es lo que me han aportada y estrategias para normalizar lo que me pasaba". Y en este proceso destaca el apoyo fundamental de Sonia Francés, psicóloga de ANIMA. "Con esa sonrisa, te decía la realidad, pero decías, yo puedo", concluye.