La ontinyentina Carmen Bataller Casanova, de 33 años, es maestra de Inglés y ha vivido en distintas partes del mundo. Durante sus estudios realizó un programa Erasmus en Estocolmo (Suecia) y, cuando terminó la Universidad, se fue a vivir a Londres (Inglaterra) para ejercer como auxiliar de conversación, al mismo tiempo que trabajaba como au-pair.
Transcurrido un año, regresó a España y trabajó en el British School de Alzira mientras preparaba las oposiciones, las cuales aprobó. Tiene la plaza definitiva en la Vila Joiosa, aunque actualmente trabaja en una Escuela de Adultos en Alcoy. Después de esto, se marchó a Canadá con el programa “Profesorado visitante” del Ministerio de Educación, y trabajó en un colegio bilingüe (inglés-español) durante un año. Define la experiencia allí como “fantástica” y asegura que “volvería con los ojos cerrados”. Por su estancia allí obtuvo el premio al Profesor Visitante del Año en 2019, que entrega el Ministerio de Educación de España, y viajó a Washington a recibir este galardón. Tras esta experiencia volvió a España, a ocupar su plaza en la Vila Joiosa. Con la llegada del covid, se truncaron sus planes de poder viajar, y no ha sido hasta el mes de mayo de este año cuando se ha vuelto a marchar. Esta vez, a Noruega, donde realizó una estancia de dos semanas en un colegio que sigue la metodología Montessori, tanto en Primaria como en Secundaria, a través de un programa de intercambio del Ministerio de Educación.
Diferencias respecto a España
Gracias a su experiencia en diferentes países, la ontinyentina ha podido conocer de primera mano diferentes sistemas educativos.”Me he dado cuenta de que no son ni mejor ni peor, cada país tiene su manera de hacer las cosas” En Suecia fue su primer contacto con un sistema educativo diferente, aunque reconoce que era demasiado pronto para valorar. En aquel momento, al ser tan joven y con poca experiencia, “todo lo que veía, lo absorbía, e iba viendo lo que me gustaba o lo que no”comenta.
En cuanto a Irlanda y Canadá, explica que, en general, son sistemas educativos menos tradicionales. “Sobre todo en Canadá, cuyo sistema conozco más, ya que estuve a jornada completa. Allí realmente son los niños quienes crean el contenido. Creo que se les hace más críticos. En España está cambiando, pero todavía tendemos al sistema tradicional”, explica Carmen.
En cuanto a qué opinión tienen en estos países sobre los españoles, Carmen relata que, en Irlanda, donde estuvo como au-pair, “nos ven como personas súper trabajadoras y muy amables”. De hecho, señala que la familia con la que estuvo buscó a una au-pair española “por el carácter; nos ven abiertos, muy cálidos y próximos”, asegura la ontinyentina. Por el contrario, “en Canadá ven muy lejos Europa”, añade la ontinyentina. “De hecho, los estereotipos que tiene nuestros son más latinos, porque lo más próximo para ellos es Latinoamérica”, agrega.
Su aventura en Noruega ha sido diferente. Ya más adulta, ha podido conocer más su cultura y su sistema educativo desde un punto de vista más maduro. De la Educación destaca que la “metodología Montessori se fusiona con la naturaleza y las tradiciones locales”. Respecto al centro en el que estuvo, “desde Educación Primaria hasta Secundaria, el centro integra contenidos a través de proyectos interdisciplinares, elimina horarios fijos y fomenta la independencia y el aprendizaje experiencial”. Además, la ontinyentina remarca que los estudiantes también desarrollan habilidades prácticas y emocionales. “Una de las experiencias que más me sorprendió fue la participación diaria de los alumnos en la preparación de comidas. Cada semana, un grupo de estudiantes asume la responsabilidad de cocinar para todos, bajo la supervisión de un adulto. En Noruega la cocina no es solo una actividad, sino también un componente del currículum educativo”, señala la ontinyentina.
Del país de los fiordos y las auroras boreales le llamó la atención el carácter de su gente.”Me parecieron muy abiertos, simpáticos y con buen sentido del humor”, comenta la ontinyentina. No obstante, tienen costumbres diferentes en cuanto a socialización. “Nosotros tenemos más vida social, es más animada. Nos juntamos con amigos y familiares muy a menudo y la “sobremesa” es fundamental. “Allí valoran la naturaleza, el aire libre y muchas de las actividades recreativas están orientadas al senderismo, el esquí o la pesca”.
De los españoles “piensan que hacemos la siesta todos los días. De hecho, me preguntaban cuándo la hacía, qué duraba y cómo me organizaba para que no me interrumpiera demasiado”, comenta. También le llamó la atención la diferencia respecto a España fue la hora de la comida. “Comíamos a las 11:30 de la mañana”, relata.
En lo referente a los precios, explica que, por ejemplo, el precio de la alimentación “está por las nubes, incluso para los mismos noruegos. A cambio, 4 yogurts cuestan más de 2€, un litro de leche 2,2€ y una docena de huevos, unos 4,5€”, comenta.
Otro aspecto que le llamó la atención fue la cantidad de coches eléctricos e híbridos que había, y que “en todas o casi todas las estaciones de servicio había puntos de recarga”.
Además, la distribución poblacional es diferente. “Noruega tiene una población bastante dispersa debido a su geografía montañosa y costera. Tiene pocas áreas urbanas grandes en comparación con España. Muchas personas viven en cabañas de madera, especialmente en zonas rurales y cerca de fiordos y zonas montañosas”.
Tras esta experiencia, entre fiordos y naturaleza, la ontinyentina no descarta realizar otra aventura. Se define como muy inquieta. “Me gusta el inglés, hablarlo, conocer otros países...”, comenta, y, aunque no ha decidido todavía dónde, su ilusión es volver a experimentar alguna vivencia similar. “Estar en otro país, en otra realidad educativa, te brinda una perspectiva inestimable para sumergirte en un sistema educativo diferente, enriquecer la propia práctica educativa y aprender directamente de otras culturas. Una experiencia que no tiene precio”, concluye la ontinyentina.