De ser una persona deportista, que comía de todo y que disfrutaba de poder comer un tomate en el bancal familiar, a ver reducida su dieta a carne y pescado a la plancha, lácteos y huevos. Eso es lo que le ha ocurrido a la ontinyentina Vanessa Ferri López, quien hace unos meses puso nombre y apellido a una alergia que los últimos años ha ido a más: es alérgica al LTP, proteínas transportadoras de lípidos. Esta proteína forma parte de un grupo de proteínas de defensa del reino animal. Concretamente, son las proteínas que las plantas utilizan como sistema de protección frente a patógenos y plagas.
Vanessa explica que hasta los 18 años hacía una vida completamente normal y comía de todo. A los esa edad, sufrió su primer episodio serio: arritmias, hinchazón, ahogo... Ahí empezó un calvario que se ha ido agudizando cada día más. Tras muchas pruebas alérgicas, consiguió que le realizaran en La Fe una prueba que fue la que dio su diagnóstico exacto: alérgica a la LTP. Como consecuencia, no puede comer ningún tipo de fruta y verdura ni tampoco frutos secos. Además, explica, muchos medicamentos causan una reacción cruzada, por lo que tampoco los puede consumir e incluso también tiene que vigilar la composición de los cosméticos.
Una alergia de este tipo, explica Vanessa, “condiciona todo” en el día a día, puesto que el hacer la compra para ella se ha transformado en una constante comprobación de los ingredientes de los productos que quiere comprar. En este sentido, tanto ella como el resto de personas alérgicas, que comparten sus problemas en grupos de Facebook y en dos asociaciones, piden que se mejore el etiquetado de los productos, para aportar la mayor información posible. En su caso, ante la duda, directamente la opción más segura es no adquirir el producto.
Aunque en cada persona la afectación puede ser de una manera diferente, en su caso, hace seis meses comió pescado rebozado, lo que le provocó una fuerte reacción alérgica a nivel digestivo. El resultado de las nuevas pruebas amplió la larga lista de productos que no puede comer: el pan ni nada que lleve cereales, algo que echa mucho de menos.
Todo ello lleva a unas rutinas diarias muy estrictas, como, por ejemplo, cuando en casa alguien de la familia corta un tomate con un cuchillo, tanto este utensilio como la tabla sobre la que lo haya cortado debe ser lavado inmediatamente para no llevar a la confusión y que ella lo utilice… O cuando prepara la comida en casa para el resto de familia, debe utilizar guantes para no tocar las frutas ni verduras, y en el caso de la cebolla, utilizar una mascarilla.
A todo ello, se añade que es un tipo de alergia en la que se ha observado que la realización de ejercicio físico intenso, el consumo de alcohol o la toma de antiinflamatorios actúan como coadyuvantes.
Vanessa se ha animado explicar públicamente su caso porque quiere pedir, tanto para ella como para el resto de personas afectadas, una mayor concienciación social, así como un mayor compromiso político y sanitario en investigar para encontrar una vacuna o tratamiento a esta enfermedad. En su caso, han sido varias las ocasiones en las que ha terminado en el hospital como consecuencia de esta alergia. En una de ellas, advirtió al restaurante donde comía de que la carne que había pedido debía simplemente estar cocinada a la plancha. Cuando empezó a notar los efectos de la alergia, preguntó y le reconocieron que, al lado de la carne, que previamente había sido macerada, habían cocido unas alcachofas. Vanessa quiere concienciar de que el padecer una alergia no es simplemente pasar un mal rato en forma de ronchas en la cara, irritación de ojos o alguna afectación más, sino que en casos como el de ella y el resto de pacientes con este tipo de alergia, les puede costar la vida.
Actualmente, pueden ser en España entre 1.000 y 2.000 afectados, lo que hace que no haya ningún programa de investigación y que en ocasiones, denuncia, ni los propios facultativos tengan claro cómo tratarlos, dado que algunos medicamentos son adyuvantes y no pueden serles administrados. Actualmente, en su caso, está siendo tratada con una vacuna que, a pesar de llevar 10 años, aún está en fase experimental. A la incertidumbre de no saber si será realmente efectiva se une el alto coste del medicamento.
Mientras la investigación no avance, ella y el resto de pacientes con este tipo de alergia deben convivir con el problema, con un tratamiento de adrenalina siempre en el bolso preparado para un caso de urgencia.