Su pasión por el Amazonas llevó hace 10 años a Cristina Teruel Vilar, de 35 años, a descubrir Ecuador, en concreto la ciudad de Puyo. Conocer de cerca el tráfico ilegal de animales salvajes llevó a esta veterinaria ontinyentina a ser una de las creadoras de la Fundación Muyu. 

- ¿Qué le motivó a irse a Ecuador?
- En 2011 terminé la universidad y, como anteriormente había estado haciendo prácticas y voluntariado en centros de recuperación de España de animales salvajes, decidí lanzarme a un último voluntariado cumpliendo uno de mis sueños: conocer el Amazonas. Busqué un voluntariado que fuera en la misma selva amazónica, me daba igual el país, y me salió en Ecuador, como veterinaria en un centro de rescate que se llamaba Yanacocha, en Puyo, ciudad de la provincia de Pastaza. Venía para seis meses, pero finalmente me quedé. 
- ¿Por qué decidió quedarse?
- Al principio fue bastante duro, por la responsabilidad de encargarme de los animales del centro en un lugar tan nuevo donde no conocía nada, bastante apartado. No había Internet ni casi libros; era más fácil encontrar libros en España del Amazonas que en Ecuador. Tenía pacientes muy diferentes, de repente tenía un cocodrilo que un jaguar. No obstante, cuando pasaron los seis meses pensé que empezaba lo bueno, por lo que me quedé unos meses más. Tras estar en Yanacocha, surgió otra oportunidad en el departamento de Biodiversidad, en el Ministerio de Medio Ambiente de la provincia de Pastaza, para el control de tráfico ilegal de animales salvajes. 
- ¿Cómo fue su experiencia con el control de tráfico ilegal de animales?
- Fue golpe fuerte para mí. En los centros de rescate tratábamos a animales procedentes del tráfico, pero estar en el control directo, decomisándolos, fue otro tema muy diferente. Fue toda una experiencia, muy enriquecedora. Pude saber de dónde sale el tráfico de fauna... Y esto es lo que hizo que nos planteáramos mi pareja y yo, junto a un grupo de amigos, crear la Fundación Muyu Semilla de Selva, para atacar los orígenes del tráfico ilegal de fauna. Ecuador es uno de los 17 países megadiversos del mundo pero tiene una tasa de extinción súper alta, de las más grandes del mundo por este motivo. Nuestro objetivo es fomentar la conservación a través de tres vertientes: la educación ambiental, la investigación científica y el desarrollo sostenible de las comunidades indígenas.
- ¿Cuáles son las especies de animales más afectadas y cuál es la finalidad del tráfico?
- Fines  medicinales, por ejemplo, los huevos de tortuga, la grasa del oso andino o partes del cuerpo de determinados animales se usan por creencias, como el incremento de la fertilidad o como afrodisíaco. También por fines decorativos, para hacer pendientes, collares, etc., con huesos de serpiente, colmillos... Para carne también (sobre todo roedores pequeños), hay mucho tráfico nacional aquí; y sobre todo para mascotas (loros y cualquier tipo de primate principalmente). Grandes depredadores como el jaguar o puma son objetivo sobre todo porque causan una amenaza. La frontera agrícola va avanzando, cada vez hay más casas dentro de la selva que tienen gallinas o ganadería, y los felinos, sobre todo, acuden a cazar a estos animales. Por tanto, lo más fácil es matarlos. 
- ¿Cómo se sustenta la Fundación Muyu?
- Estamos recibiendo pequeñas becas de la Universidad de Cornell, en California; hemos recibido colaboraciones puntuales para formación a través de instituciones públicas de Ecuador, por ejemplo, para impartir talleres de artesanía típica que se está perdiendo. Y donaciones de gente particular para ayudar a las comunidades indígenas, que tienen muchos problemas sociales; para ellos el salir de la selva supone una degradación cultural muy grande que afecta a su calidad de vida. Hay mucha pobreza y muchas comunidades tienen problemas de alcoholismo. Entonces cuando voy a España hago alguna campaña; para obtener material escolar también; para repartir comida... Estos son los apoyos más grandes que tenemos y ahora también el de la Colla L’Arrel de Ontinyent, que ha sido de gran ayuda para un programa nuevo de monitoreo de grandes animales que vamos a empezar. 
- Al ser voluntario, ¿deben compatibilizarlo con otros trabajos?
- Sí. Es una fundación sin ánimo de lucro y las colaboraciones que hemos recibido van totalmente a todos los proyectos, por lo que hemos compatibilizado la Fundación con otros trabajos externos y también con el proyecto de ecoturismo que tenemos. 
- ¿Cómo han vivido allí la pandemia?
- Con muchas dificultades económicas, como en todo el mundo, pero en un país subdesarrollado más todavía. Mucha gente se ha quedado sin trabajo, incluidos nosotros. Empezamos con el proyecto de turismo, con mucho turismo local, pero muy bajo, y yo ahora retomaré el trabajo como veterinaria a domicilio. Será diferente, porque los trabajos en centros de rescate o zoológicos ya no los tengo, porque viven del turismo internacional y de voluntarios internacionales. Todo esto se ha acabado y lo están pasando muy mal. Para nosotros también ha sido complicado. Se dice que está habiendo otra vez mucha migración a países extranjeros por la gente que está buscando trabajo. 
- ¿Qué es lo que más le gusta de Ecuador?
- Lo que más me gusta es el clima de Puyo, me encanta. Todo el año estamos entre los 17 y 25ºC, pero también es verdad que llueve muchísimo. La comida también es muy buena, ya que hay muchas frutas y verduras. Estoy además descubriendo cosas de las culturas indígenas, que me gusta mucho que ellos viven mucho en el presente. Hicimos un estudio socieconómico y cuando les preguntábamos sobre el futuro se quedaban en blanco, sólo decían que querían estar vivos y estar bien. Esto choca bastante, porque hay proyectos que vienen con una mentalidad de largo plazo y hay que entender que aquí deben ser a corto plazo. Me gustaría transmitir que las comunidades indígenas de Ecuador tienen mucho valor, porque han sabido convivir con la naturaleza de manera respetuosa durante miles de años. Creo que deberíamos aprender más de ellos.  
- ¿Y lo que menos?
- He viajado un poco por el mundo, a países muy extremos, y después de esta experiencia pienso que ningún país ni cultura es perfecta. Y aquí lo que menos me gusta es que hay un problema de alcoholismo muy grave, no sólo en las comunidades indígenas, sino en la población en general. A la vez esto va relacionado con la violencia, e incluso para educar. Esto no me gusta nada y lo llevo muy mal. 
- ¿Puyo dista mucho de las grandes ciudades?
- Realmente vivimos en la selva, a media hora de Puyo. Es una ciudad que está muy bien, tiene varios hospitales, universidades, pero es verdad que está a unas tres horas de ciudades más grandes que tengan centros comerciales, cines, etc. Entonces aquí no encuentras variedad de cosas, por ejemplo, para comer. 
- ¿Qué comida es típica de allí?
- La dieta se basa en muchas legumbres, tubérculos diferentes a la patata (que también se consume mucho), como la yuca o la papachina. También hay una amplia variedad de plátanos, que se consumen verdes y maduros, con muchas formas diferentes de cocinarlos. Mucho pollo también, y arroz blanco. 

- ¿Ha tenido alguna anécdota que nos pueda contar?
- La manera de vivir en el campo tiene sorpresas divertidas. Si allí en España en la ‘casita’ se te puede meter una araña en casa de tamaño ‘normal’, aquí son normales las tarántulas y también se meten serpientes. Vale la pena hacer las casas en alto. Nosotros la planta baja la utilizamos como comedor y las habitaciones están arriba, ya que las serpientes se quedan en la planta de abajo. Pero sí, no es raro entrar al aseo por la noche y encontrarte un susto (ríe). 
- En cuanto al sistema educativo, ¿cómo es?
- Ahora mismo la educación está muy difícil. Es totalmente virtual desde la pandemia, desde la guardería hasta la universidad. Esto está siendo un golpe fuerte, una por organización familiar y otra, porque no es igual. En Ecuador hay mucha gente que no tiene acceso a internet u ordenador. En las comunidades donde trabajamos hemos notado un retroceso fuerte, ya que si en las comunidades rurales ya había cierto retraso, ahora todavía más. Esperamos que en septiembre vuelva a la normalidad. 
- ¿Cómo ve el futuro? ¿Se ve en Ecuador?
- Creo que lo vemos aquí, pero yo siempre digo que hay cosas que no controlas de la vida y no sabes qué puede pasar. La gente a veces me pregunta ‘¿pero te has ido a vivir allí para siempre? Para mí ‘para siempre’ es un expresión muy fuerte. Aquí tenemos una vida un poco hecha, hay muchas cosas buenas que me gustan para mi hijo, hay mucha libertad en cuanto a movimiento, buenas condiciones climáticas para que esté fuera, con la naturaleza... Un poco la vida que teníamos antes en España, de poder jugar en la calle. De momento creo que sí nos quedaremos. Posiblemente en cuanto a la educación, más adelante preferimos regresar a España, pero... No lo sé. De momento estamos bastante instalados aquí. 
- ¿Echa algo de menos de Ontinyent?
- Sí claro, muchísimas cosas. Sobre todo a la gente. Esto te parte el alma. Las despedidas y el tiempo largo se hace muy duro, la familia y los amigos. La cultura que tenemos de salir, hacerse algo, quedar para hablar...Aquí no hay tanta cultura de relacionarte con tanta gente, son más familiares. Cuando vienen fechas especiales como Navidad o cosas así, es lo más duro. Y la cultura... es difícil de explicar;  nuestra forma de ser, fuera de casa no la encuentras, y esto lo echas mucho de menos.