El botellón se ha convertido en un problema generalizado. Un problema que se evidencia y visibiliza más en las grandes ciudades, pero que en ciudades como Ontinyent también existe y las molestias se acrecientan cada fin de semana.
El verano de 2019 fue especialmente sonado en Ontinyent por las constantes polémicas en cuanto al ruido generado cada fin de semana, incluso a veces todos los días, en las zonas cercanas a la Glorieta y del conocido como ‘Carrer La Marxa’ y la zona del CEAM. El paso de los meses fue eliminando poco a poco los grandes botellones, sobre todo debido al frío, pero que reaparecía en cada gran fiesta de Ontinyent.
Llegó 2020, y con él lo que todos conocemos. La covid-19 apareció y desde aquel 14 de marzo y hasta el final de este mismo verano, la ley era clara respecto a las aglomeraciones y multitudes, que si bien es cierto en muchas ocasiones llevaban la fiesta a algunas casas particulares, lo cierto es que la problemática creciente del botellón se vio arrancada de raíz. El verano del propio 2020 también alejó, puede que por miedo o por cualquier otro motivo, los botellones de las calles, pero el fin de las restricciones y la nueva normalidad han devuelto al primer plano el problema.
La vacunación, el descenso de la mortalidad del virus, la bajada de los casos y sobre todo la relajación de las medidas en ámbito social han conducido en todo el país a la vuelta del ‘botellón’, un problema generacional que pudo sofocarse durante la pandemia, pero que lejos de desaparecer, el efecto boomerang ha vuelto más fuerte que nunca, en gran parte por la falta de civismo de muchos. Cada vez más jóvenes apuestan por este tipo de acciones, que además de generar grandes molestias a los vecinos, también perjudican a un ocio nocturno que necesita reactivarse, y a quien también castiga duramente la práctica de este tipo de conductas ilegales, pero difíciles de perseguir y castigar, como se ha demostrado en las grandes capitales nacionales.
“Parecía la noche grande de las fiestas de Moros y Cristianos”
Especialmente molesto es el ruido para los vecinos que viven en las calles cercanas a pubs o discotecas, ya que en muchos casos, la gente decide quedar ahí para tener un punto de referencia cercano, ya que muchas veces ni siquiera están consumiendo en el castigado ocio nocturno, sino que lo hacen con los ya citados botellones.
Fuentes vecinales consultadas por este periódico confirman la molestia que supone para muchos poder conciliar el sueño a altas horas de la madrugada debido al escándalo que se escucha por las calles.
El pasado lunes hubo, aprovechando la festividad del 12 de octubre que tuvo lugar el martes, una nueva edición del botellón, lo que colmó la paciencia de muchos vecinos que explican que “si no teníamos bastante con todo el ruido y molestias del viernes y el sábado, además tuvimos que soportar las del lunes”, a lo que algunos incluso añadían que “iban varios grupos de 15 o 20, en otro sitio hablaban o esperaban unas 50 personas” y matizaba este vecino que “parecía la noche de los ‘alardos’ por el movimiento y el ruido que había”.
Otros vecinos no fueron tan políticamente correctos y afirmaron estar ya “agotados” de volver a tener que soportar cada fin de semana el jaleo y ruido hasta las tantas de la madrugada. Muchos de ellos trabajadores afirman que “necesitamos el fin de semana para poder descansar y desconectar de toda la semana, pero así no se puede”.
Otro de los vecinos consultados explica que “con la vuelta a que no haya restricciones se ha recuperado algunas cosas muy características que tiene nuestra calle (la de la Marxa) como zona de fiesta”. En su caso, prosiguen “todo eso se traduce en cosas como cánticos, gritos y golpes que duran incluso después de cerrar los establecimientos y que se oyen perfectamente”. Y en algunos casos, peleas o conatos de peleas.
Destacan también que “el rellano de nuestra casa es utilizado como sitio para hacer botellón, muchas veces incluso dificultando la entrada o salida de la finca a los propios vecinos y a veces entre malas caras e insultos”, añaden que “obviamente, el día siguiente el rellano suele estar completamente sucio, lleno de botellas de alcohol y vasos de cristal” y matizan que “muchas veces llegan a entrar dentro del portal” algo que consideran “bastante preocupante y peligroso”.