- ¿Cómo se encuentra en estos momentos?
- Estoy bien, tranquilo, pero muy preocupado por la situación tan dramática que estamos viviendo en el Perú y especialmente en la selva. Nos llegaban las noticias de que con el calor este virus no nos iba a afectar, y, al contrario, el virus ha entrado con violencia, en un lugar donde no hay medios sanitarios suficientes para atacar esta situación. 
- ¿Dónde vive?
- Contamana es la capital de la provincia y comprende más de 80 caseríos (poblados), y unos 10 o 12 caseríos de indígenas, en concreto los que hay aquí son los Shipibo. El virus ha pillado desprevenida a la gente y muchísimo más en la selva. Con un sistema sanitario muy deficiente, no hay oxígeno ni medicamentos. En Contamana, gracias a la Iglesia, a la Asociación Amigos de la Misión de España, hemos colaborado con la compra de medicamentos. El alcalde también se está preocupando mucho, y ha dispuesto una brigada para ir a las casas, con un infectólogo de la ciudad de Pucallpa, y con ello estamos parando un poco la pandemia. 
- ¿Cuándo empieza allí la situación?
- En marzo empezó en el Perú, con 156 infectados, y a los días se declaró el confinamiento para todo el estado. Pero claro, mucha gente que estaba en la capital, Lima, se quedó sin trabajo, y volvió a los lugares de origen. Los de la selva querían volver allí para no morirse de hambre, y volvieron con el virus, lo que hizo que comenzara aquí, que estábamos en un índice cero. Ahora hay muchísimos contagiados. Hay menos contagio en las zonas rurales, en los caseríos, donde realmente no han permitido que entre nadie. Si el virus entra allí, morimos todos. 
- ¿Cómo son los medios sanitarios?
- Hay un centro de salud, con unos cuantos médicos y enfermeros, pero está muy desabastecido generalmente de medicamentos; y hay otro centro de salud para los asegurados, los maestros. Para cualquier operación o emergencia hay que desplazarse a Iquitos o Pucallpa vía avioneta, ya que no hay carreteras, nos comunicamos por río. Sin embargo, ahora estas dos ciudades están colapsadas por el covid-19, están viviendo una situación realmente dramática. Han muerto muchos médicos. 
- ¿Tu entorno próximo se ha visto afectado?
- Claro que sí. Ha muerto gente muy conocida y tenemos en el hospital a gente de la parroquia. Ha fallecido hasta un joven de 17 años. La gente tiene mucho miedo. El gran problema no es el miedo solo, sino el hambre de los que viven en la ciudad. Muchos se ganan la vida ‘motocarreando’ que se dice aquí, con motocarros que son taxis, pero ahora nadie se atreve a gastarlos. 
- ¿Cómo está funcionando el confinamiento?
- Ha habido confinamiento desde mitad de marzo, abril y 24 de mayo, y se ha prolongado hasta finales de junio. Solo podemos salir tres veces a la semana, a unas horas determinadas, hay toque de queda. Ya escasean los alimentos, las colas son inmensas. Aquí las mascarillas también son obligatorias, no había, pero ahora ya tenemos más acceso, y también hay gente que se las ha fabricado. Se nos ha juntado una época con cuatro problemas: el dengue, la gripe, el covid-19 y la ansiedad. Desde la Iglesia hemos querido ser uno de los primeros en decir que esto va enserio y que tenemos que protegernos. 
- ¿Cómo ven la situación de España?
- Sabemos de ella a través de nuestra familia y amigos en Ontinyent, también tengo amigos en Madrid que han estado infectados, y un alumno de 40 y tantos años que ha muerto. He visto el desastre y la incapacidad de nuestro Gobierno. España no es ejemplo para el Perú, en otros años lo ha sido, pero ahora no. Más bien nos han llamado preguntando cómo está nuestra familia. Hemos sufrido y llorado mucho con España. Nos duele mucho esta situación. Por otro lado, sé de la buena gestión que ha hecho el alcalde de Ontinyent, amo mi pueblo y sigo muy de cerca su progreso, y me felicito por ser de Ontinyent.
- ¿Tiene pensado volver a España?
-¿Cómo dejar esta situación ahora? No podemos abandonar. Damos testimonio con la presencia. Saben que pueden contar contigo, que pueden venir a conversar, a hablar con nosotros. Yo paso toda la mañana recibiendo a gente, que viene en su situación de apuro, a pedir medicinas. La gente necesita ser escuchada en sus problemas.