La ontinyentina Lucía López lleva siete años viviendo en Bruselas. Su viaje comenzó en un momento de complicado en España, cuando buscaba oportunidades laborales en el campo de la psicopedagogía. “Soy maestra y psicopedagoga. Empecé a buscar trabajo por España hace siete años, pero vivíamos en un momento bastante crítico y no encontré nada que me permitiera independizarme”, recuerda.
Fue entonces cuando descubrió “L’Arche”, una asociación internacional que acoge voluntarios para trabajar con personas con discapacidad y doble diagnóstico. “La asociación nos paga la estancia, los gastos e, incluso, los cursos de idiomas a cambio de nuestro horario laboral. Esto encajaba perfectamente con mi formación y quise aprovechar la oportunidad”, explica la ontinyentina. Así, se trasladó a un pequeño pueblo en Bélgica, donde empezó con su aventura. Tras un año, se mudó a la capital y continuó ampliando su experiencia laboral en el ámbito.
Con ello, López se instaló en Bruselas, la capital del país. Lo que en un principio era la intención de mejorar su inglés y francés durante un año, se ha alargado hasta la actualidad. “Antes de terminar el proyecto, se abrieron un par de plazas de sustitución y me ofrecieron una de ellas. Justo cuando mi contrato estaba por finalizar, estalló el COVID y me tuve que quedar aquí. Necesitaban más trabajadores, así que me ofrecieron una plaza fija”, relata.
Vivir la pandemia lejos de casa no fue fácil. “Resultó complicado, pues estuve un año y medio sin volver a Ontinyent. Además, como trabajo en pisos tutelados por el Estado, tuve que doblar mi horario laboral”, cuenta López.
A pesar de las dificultades, Lucía valora su experiencia en Bruselas muy positivamente. Según la ontinyentina, la mentalidad de los belgas es muy parecida a la de los españoles. Las condiciones meteorológicas no son las mejores, pero asegura que la gente es más sociable de lo que se imaginaba. Comenta, además, que, según los rankings, Bruselas es una de las ciudades más internacionales del mundo, lo cual es un punto a favor para aquellos que salen de España en busca de una vida mejor.
Las dos caras de la moneda
López extraña, especialmente, el sol y la gastronomía de su tierra natal. “Durante los seis meses más oscuros del año, tengo que suplementarme con vitamina D. También echo mucho de menos la ‘cassola’ de mi madre. Siempre que vuelvo a casa, necesito comer nuestro típico arroz al horno”, confiesa.
Por el contrario, destaca que las condiciones laborales en Bruselas son el punto más potente del país. “Los sueldos son mucho más altos. Por la misma jornada laboral, mi sueldo en España sería menos de la mitad. Es cierto que aquí todo es más caro, pero si sacamos cálculos, la subida de precios en nuestro país hace que Bélgica gane esta batalla”.
En su balance positivo añade que el sistema sociomédico belga es muy bueno, con una cobertura del 90% de los gastos médicos y sociales. Además, entusiasmada, cuenta que los centros veterinarios también entran en el mismo sobre, por lo que el 90% de los gastos de mascotas está cubierto por el Estado.
Por último, López comenta que Bélgica también tiene su punto fuerte en el ámbito académico. “La educación es trilingüe, con francés, neerlandés y alemán como lenguas oficiales. Los estudiantes aprenden los tres idiomas y eso les da una ventaja significativa en el mercado laboral. Pueden llegar a hablar cuatro o cinco idiomas”, asegura.
Con todo ello, desde su llegada a Bruselas, la ontinyentina ha enfrentado desafíos y ha encontrado oportunidades que han enriquecido su vida profesional y personal. Con cada visita a Ontinyent, trae consigo experiencias y aprendizajes que reflejan su espíritu aventurero y, también, muchas ganas de tomar el sol y cargar las pilas con un buen arroz al horno.