Este lunes, 27 de diciembre, el ontinyentí Jesús Torró Gramage se despedía de su trabajo como oficial de policía a sus 59 años (cumplirá 60 el próximo mes de abril). Tras 37 años y cumplir una serie de requisitos específicos, deja de estar en activo en el cuerpo de la Policía Local de Ontinyent, y empieza así una nueva etapa.
Todavía recuerda aquel 30 de junio de 1984 en el que entró a trabajar como guardia municipal en Ontinyent, una nomenclatura vigente hasta la Ley 2/1986, cuando cambió por la de policía municipal. De hecho, es el penúltimo guardia municipal que hay en la comisaría de Ontinyent.
Para acceder al puesto tuvo que hacer una oposición, como ahora, con la “gran diferencia de que entonces la oposición duraba un día, y hoy dura meses o años”, comenta. En cuanto a la cantidad de gente que se presentaba, no era tanta como ahora. En concreto, hasta el año 82, señala, a los policías “los tenían que buscar, no había gente; porque la función pública estaba mal vista, no se ganaba lo suficiente”, explica.
De su profesión asegura que “he trabajado en lo que me ha gustado y me he sentido realizado”. Jesús es además monitor de tiempo libre y Scout desde el 73, y ha podido aplicar su labor de educador a su profesión de policía, ya que ha sido el encargado de impartir educación vial en los colegios de Ontinyent desde 2005.
La idea de la educación vial en la ciudad surgió en 1998, con un proyecto en el IES L’Estació, pero no se consolidó hasta 2005. Jesús calcula que habrá enseñado educación vial a cerca de 8.000 niños. Más tarde, en 2010, se aplicó también a 3º de ESO. Unos momentos que recuerda con emoción y que, asegura, “me han aportado mucho”. El año pasado no pudieron impartirse por la pandemia, explica, pero este año “espero que se recuperen”, añade.
A nivel personal, de todos estos años realiza un balance “muy positivo”, de una profesión que considera que “puede hacer mucho bien al pueblo” y remarca la importancia de la relación entre el ciudadano y la policía municipal. “La gente, cuando tiene un problema, viene a la Policía Local, aunque no sea su competencia”, señala, “porque confía más”, por la cercanía. Por ello, para él es tan importante la labor de educación vial, porque cuando “empieza la relación policía-niño comienzan a establecerse los primeros vínculos de confianza”.
La noche del Bou, “la peor para trabajar”
Tantos años han dado paso a buenos momentos, pero también a actuaciones complicadas, que han sido “unas cuantas”, comenta. Ha realizado muchos controles de alcoholemia, ha tenido enfrentamientos físicos... Entrar en fábricas en supuestos robos, sobre todo de noche, donde “no sabes quién te puede estar esperando”, han sido momentos en los que “tienes miedo”, y más recordando lo que le pasó a un compañero en el año 78, cuando unos niños entraron a robar en una papelería y lo que pareció algo inocente se convirtió en un desastre al disparar uno de los niños la escopeta que llevaba y matar a un agente y dejar herido al otro.
La noche del Bou considera que es “la peor noche para trabajar” que tiene la Policía Local, “con diferencia”, asegura, una noche donde el alcohol y las drogas campan a sus anchas y donde mucha “gente normal” ese día se pone “insoportable”, comenta. Una vez, recuerda, se salvó de una batalla campal gracias a ese vínculo con el ciudadano del que hablaba antes. “La clave fue que a mucha de esa gente yo la conocía”, explica.
Lo que sí se tiene la espinita es de “cuando hay problemas que intentas resolver, pero no puedes, bien por la administración o por lo que sea”. Desde conflictos entre vecinos, hasta personas que van a la comisaría a pedir ayuda porque no tienen nada. “Hay situaciones complicadas”, asegura.
Los robos, un problema
De lo que ha cambiado de antes a ahora, explica que la falta de civismo es un problema. Por ejemplo, en el caso de la suciedad que dejan los jóvenes que comen o beben en los espacios públicos. “Esto no se conocía antes”. Y no sólo la gente joven, “tanto jóvenes como algunos mayores”, añade recordando una de las vigilancias que hizo al Pou Clar antes de que se contrataran a vigilantes en verano.
En general, considera que Ontinyent es una ciudad segura, pero admite que los robos, tanto en el casco urbano como en el diseminado, son un problema. Una de las medidas que propone es aumentar más la vigilancia. “La administración no puede decir que no puede hacer nada. Sí que puede hacer, dedicando más recursos”, comenta. “¿Quién tiene que hacer esto? Guardia Civil, pero ¿cuál es el problema? Que no hay suficientes agentes”, añade. En este sentido añade que “el alcalde debe dar una respuesta. O bien ir a delegación de gobierno y pedir más vigilancia, o procurar potenciar su policía local, con los recursos que tenga”. Él para esto aplica una teoría propia, la ‘teoría del textil’. “La policía en general es como una manta”, explica, “cuando tienes una manta corta y quieres que tape más, o bien quitas hilos y quitas trama, con lo cual no calentará, o bien, haces más manta. No hay más. Hace falta más gente”, asegura.
Entre sus aficiones, continuará estando vinculado a los Scouts, y le dedicará más tiempo a salir con un grupo de amigos a caminar. Además, le gustan la manualidades y es aficionado a hacer Belenes. Sus dos hijos no han seguido la vocación de su padre, pero él está igual de contento. “Todos los trabajos deben ser vocacionales”, comenta. Y asegura que se va tranquilo y con la sensación de haber hecho “todo lo que he podido”.
Se jubila Jesús Torró, el oficial de Policía experto en Educación Vial

En sus 37 años de profesión se ha encontrado situaciones de peligro, como peleas o robos, y considera que la peor noche para trabajar como policía es la del Bou “con diferencia”