Puede que alguna de sus más rendidas admiradoras se sintiese maravillada al verle desfilar a lomos de un brioso corcel, pero tengo mis serias dudas de que esa imagen, cuando tomaba parte el pasado sábado en  la entrada cristiana de Alcoy por la comparsa Maseros, le pueda  reportar beneficio electoral alguno al candidato Joan Baldoví cuando justo dentro de un mes comparezcamos ante las urnas locales y autonómicas para renovar ayuntamientos, Corts Valencianas y Consell. 
Algunos socios  del gobierno del Botánic no han podido reprimir sus risas en privado viendo al candidato de Compromis emular a Santiago Abascal, al que el propio Baldoví había reprochado ácida y tuiteramente uno de sus paseos a caballo por las marismas.  Unas carcajadas que no han querido manifestar en abierto por si después de la cita del 28-M fuese necesario (aunque no lo parece según la tendencia que marcan las últimas encuestas favorables a Carlos Mazón), necesitase Puig seguir contando con su complicidad para mantener  la presidencia de la Generalitat.
Si en vez de ser Baldoví el jinete hubiese sido Carlos Mazón el que  desfilara en el mismo escenario, las críticas, mordacidades, sarcasmos y burlas de los mismos integrantes del Botánico no habrían parado hasta llegar al paroxismo. Y los mismos argumentos, ahora utilizados con cierta complacencia y complicidad para con el desfile de Baldoví, se habrían convertido en crueles sátiras y chanzas contra Mazón.
Lluis Bertomeu defendía en la tertulia de El Faro del pasado martes que la estampa ecuestre de Baldoví podía serle favorable a los ojos de sus votantes. No veo razón alguna para la captación de votos por esa exhibición. Más bien me inclino a pensar que le tiene que ser desfavorable a ojos de quienes tienen alma animalista, que de todo hay en Compromís.
 Otra cosa le habría supuesto al ex diputado y ahora candidato a la presidencia de la Generalitat haber desfilado a lomos de un burro. Eso sí que le habría otorgado un plus electoral por quienes simpatizan con el catalanismo, que no son pocos dentro de la coalición nacionalista valenciana. 
Y eso porque los independentistas del Principado han tomado al conocido como ruc català como su animal totémico. Con tal de diferenciarse del resto de los españoles que ven en el toro (y más si es el de Osborne)  un referente emblemático de la españolidad, los separatistas más burros lo combatieron apuntillando a los supervivientes en sus carreteras con nocturna dinamita. 
En el año 2004 unos jóvenes de Bañolas, viendo en peligro de extinción una raza autóctona de su jumento, hicieron unas pegatinas con su imagen sobre una bandera cuatribarrada que tuvo rápida aceptación. Algún grupo separatista vio en el pollino un hecho diferencial más. Y ahí lo tienen, entronizado y venerado en muy pocos años, dentro y fuera de Cataluña.
Ver a Baldoví sobre un rucio habría llevado a los más catalanistas hasta el histrionismo, pero no cabalgando sobre una montura que, además, no tenía mucho aspecto de ser animal trabajado en las labores del campo. Más bien parecía una caballo de señoritos cabalgado por otro señorito, por mucho que haya tratado de no aparentarlo a base de una estética, la de ir en mangas de camisa al intervenir –pero nunca para exigir la financiación de nuestra Comunidad—ante el pleno del Congreso de los Diputados, en el que le hemos visto siempre dar la razón y los votos a Pedro Sánchez sin nada a cambio para los valencianos. Mejor, pues,  si en cuatro semanas vemos a Baldoví cabalgando y cortando el viento caminito…de su retiro político.