El traslado a Valencia y Alicante de las sedes de Caixabank y Banco de Sabadell, logro atribuible al empeño del separatismo catalán, junto con la noticia de la sentencia contra el que fuera director general de la CAM, han colocado en el foco de atención el paupérrimo tejido financiero valenciano y los errores y horrores que le condujeron al desastre. Honrosa excepción lo constituye Caixa Ontinyent. No haberse dejado arrastrar –como hicieron otras cajas—subyugadas por el señuelo de la fácil ganancia con el ladrillo, fue determinante en su día para evitar el encadenamiento que habría sufrido Caixa Ontinyent hasta terminar diluida en Bancaja, después Bankia. Antes de que reventase como una pústula la burbuja inmobiliaria, Caixa Ontinyent ya había sufrido los requiebros y acechanzas de unos políticos que exprimieron las ubres de las cajas valencianas hasta dejarlas secas.
En esta columna quiero revelar una conversación, de la que tengo contrastada veracidad gracias a un testimonio personal, en la que dos ontinyentins de pro –por desgracia ambos prematuramente fallecidos— como Francisco Sanchis, director general de Caixa Ontinyent y el catedrático y magistrado del Tribunal Supremo, Vicente Luis Montés, intercambiaron opiniones acerca de la postura que debía adoptar la dirección de Caixa Ontinyent frente las pretensiones del presidente del Consell, Eduardo Zaplana, empeñado en sacar adelante su proyecto de Terra Mítica.
Paco Sanchis debió poner en conocimiento de Montés la matraca que desde el Consell se le daba, para que Caixa Ontinyent se embarcase en la aventura del macro parque de atracciones benidormí, con el que Zaplana pretendía contraprogramar a Port Aventura.
Los que fueron más directos colaboradores de Paco Sanchis seguro que recuerdan alguna confidencia suya en la que dejó traslucir el agobio que desde el Consell le procuraban con tal de conseguir las perras de Caixa Ontinyent para su delirante proyecto. No creo que la negativa de Paco Sanchis se tambalease por mucha que fuese la insistencia zaplanista, pero, si en algún momento eso pudo llegar a plantearse, las tesis de Vicente Luis Montés contra cualquier inversión en Terra Mítica, hicieron desistir a Paco Sanchis, al tiempo que reforzaron su postura de mantenerse al margen.
En aquella conversión entre dos ontinyentins amantes de su tierra, Montés fue explícito y contundente y así se lo dijo y repitió a Sanchis: “Si metéis a Caixa Ontinyent en Terra Mítica, os cargáis la caja. Dile a Zaplana que no puede ser, que los recursos son escasos y el riesgo es todo”.
Lo bien cierto es que Paco Sanchis y su equipo en Caixa Ontinyent fueron capaces de sobreponerse a las tentaciones y requiebros, exigencias y presiones –que de todo hubo y en cantidad—negándose a participar en una alocado propuesta propia de unos dirigentes megalómanos en una época de despilfarro.
Preguntémonos qué habría sido de Caixa Ontinyent, primero con Terra Mítica y a continuación con el boom del ladrillo, caso de haberse dejado embarcar en una, o en las dos, a cual de ellas más gravosa propuesta.
Seguramente aquella conversación entre dos amigos, ambos enamorados hasta el tuétano de Ontinyent y sus cosas y sus casas; sus paisajes y caminos, sus árboles y montes… no sería determinante, pero debió contribuir a mantener los ojos abiertos, muy abiertos, y los oídos cerrados, muy cerrados, para ver y no dejarse seducir por los cantos de sirena, semejantes a los que entre Escila y Caribdis a punto estuvieron de impedir el regreso a casa de Ulises.
Lástima que la muerte se llevase tan pronto a Paco Sanchis y Vicente Luis Montés, cuando todavía era mucho lo que podían decir y hacer por su Ontinyent. Los dos, en cualquier caso, estarán presumiendo de que Caixa Ontinyent ha sobrevivido al terrible turbión que las demás cajas sufrieron y, por lo mismo, sucumbieron. Que vayan a la cárcel los que, además, provocaron en ellas graves latrocinios y quebrantos, es menester.