En agosto de 2012 se tuvo conocimiento de que en la localidad aragonesa de Borja, una de sus vecinas, Cecilia Giménez Zueco, con la mayor voluntad, sin destreza alguna y menor capacidad para hacerlo, había restaurado un Ecce Homo, pequeña obra mural del pintor Elías García Martínez, que se encontraba en el Monasterio de la Misericordia. El resultado de su intervención –a todas luces lamentable-- dio pie a una sarta de críticas, chanzas y bromas, algunas de tanta crueldad como el bodrio resultante. La imagen de Cristo azotado y coronado de espinas había pasado a ser una figura con resonancias simiescas.
Borja llegó a convertirse durante unas semanas en morboso centro de peregrinaje de quienes querían comprobar tan chapucera restauración. La pintura, que se había salvado de la furia iconoclasta del Frente Popular durante la guerra civil, terminó siendo maltratada, pese su mejor voluntad, por una aficionada que nunca debió dar ni una pincelada sobre aquel Ecce Homo.
El Santísimo Cristo de la Agonía ha padecido a lo largo de la historia intervenciones que han ido de la más brutal y despiadada, como fue su sacrílega destrucción y quema en el verano de 1936, a otras que muy flaco favor le han hecho en forma de representación artística. ¿Qué necesidad había de encargar a un “artista” –el entrecomillado está puesto muy a propósito—un dibujo del Cristo, que más bien parece un ejercicio de clase de primero de bachillerato tal como revela el resultado?
Un encargo que más parece un antojo, culpa de una preñez intelectual a deshora, por parte de quien, además, estará de lo más convencido de su genial idea. Se terminó involucrando a la jerarquía eclesiástica, a la que se le vendió la idea de que los beneficios que se obtuviesen por la venta de las láminas irían destinados a sufragar las obras de restauración de la ermita de Santa Ana. Es menester que la benevolencia de nuestro Cristo de la Agonía no tome en cuenta el dibujo que se le ha hecho y se lo perdone tanto al autor como a quien hizo el encargo.
Si el dibujante aceptó el compromiso sin pedir una gratificación a cambio, su generosidad no es razón suficiente para convalidar su trabajo y mandar imprimir láminas, por carecer del mínimo nivel exigible. No quiero pensar que el encargo, para más inri, se le hiciese con el compromiso de abonarle una cantidad, por muy pequeña que fuese.
Comparar el dibujo del Cristo de la Agonía del que hago mención con el Ecce Homo de Borja habrá quien lo considere excesivo, por eso he titulado con “casi, casi como aquel…” pero quien tenga devoción y curiosidad por diferente que sea el porcentaje de una u otra, repare en la imagen que acompaña este texto y me dará o quitará la razón y mi recriminación por el engendro artístico que ha terminado siendo la lámina.
Las necesarias obras de restauración de la ermita de santa Ana, que por fin contemplan el acceso para personas con discapacidad, disponen de financiación suficiente –en parte proveniente de la herencia de doña María Nadal -- para ser abordadas. Pero, si los trabajos de rehabilitación tuviesen que ser financiados con los beneficios de la venta de esas láminas mucho me temo que no habrían dado para más de dos sacos de cemento.