El alegre y generoso caudal de vida que fue Ceferino Micó Sempere se agotó del todo en la madrugada del lunes 20 de enero. Hacía meses que sin necesidad de palabras nos había avisado de su próximo final para que no nos pillase por sorpresa. Se veía venir, aunque nos costase creerlo. Como la luz de la lámpara de una capilla que titubea porque va quedándose sin el aceite del que se alimenta. La enfermedad apareció tan de pronto, hace menos de dos años, y lo hizo de modo tan avasallador que pensamos que su final estaba cerca, pero Ceferino contaba con genética, mimbres propios, apoyo y desvelos familiares que actuaron como parapeto y salvavidas durante muchos meses. Gracias a eso siguió viviendo, con menos quilos quien nunca los tuvo de más, y sosteniendo la sonrisa como un signo de lo más identificativo de su personalidad, aunque muchas veces tratase de forzarla para así dar ánimos a su alrededor. Porque sin sonrisa Ceferino no era Ceferino.
Como esposo, padre, abuelo, chófer sobre todo de nietos, festero cristiano, cristiano ejemplar, profesor de cursillos de cristiandad y prematrimoniales, teniente de alcalde y concejal del Ayuntamiento de Ontinyent, en donde fue ponente de tráfico, llumener y andero del Cristo, amigo, ontinyentí nacido en Banyeres de Mariola, trabajador en la banca y el textil… no escuché nunca a nadie reprocharle cosa alguna. Será porque no había razón para hacérsela. Ceferino tuvo, tiene, una familia querida y ejemplarmente unida. Y decenas de amigos, que nos vimos sorprendidos por la dolencia que le sobrevino y le hizo tambalearse por culpa de la furiosa brutalidad con que se presentó. Familia y amigos ya lloramos su adiós definitivo, pero le recordaremos y rezaremos por él, como agradecimiento por la suerte de haberle conocido y disfrutado de su compañía, afecto y cordialidad. Y también, cómo no, los más afortunados lo haremos por haber desfilado a sus órdenes como cabo de una escuadra. Quienes la formábamos nos beneficiamos de los aplausos que a él se le dedican con su ganada simpatía, que él agradecía sombrero en mano y ancha sonrisa.
En la biografía de Cefe hay muchos aspectos que conviene mencionar para que aquellos que no tuvieron la dicha de conocerle, quererle y verse queridos por él, queden enterados de su valía, bonhomía y entrega. Nunca renunció a la Banyeres de Mariola en que nació hace 82 años, pero una vez aquí por razón del trabajo de su padre, estudió en el Colegio la Concepción. Entró en el Banesto bien joven y compaginando trabajo y estudios, se hizo perito mercantil. Enamorado de Chelo, la mujer de toda su vida, renunció a ofertas de trabajo porque le obligaban a residir fuera del Ontinyent que ya lo había prohijado y hecho suyo. Su condición de ontinyentí se vería revalidada y confirmada tanto por su trabajo bancario como en las empresas textiles que lo ficharon y en las que demostró su profesionalidad y responsabilidad. También como concejal. En nuestras fiestas fue Marinero y fundador de los Bucaneros y festero ejemplar. Fue del Ontinyent CF, del de antes y del de ahora, implicando también a sus hijos en responsabilidades en el club. Y también directivo del Círculo Industrial y Agrícola. Tengo por seguro que en su vocabulario la palabra no fue la que menos utilizó a lo largo de toda su vida.
Por haber querido a su familia con la fuerza y entrega con que siempre lo hizo, también fue correspondido. Y en ese cuadro de honor Chelo figura en el lugar más preeminente. Como novia, esposa, madre, confidente, amiga, cómplice, paño de lágrimas y risas a lo largo de todos los días de sus vidas compartidas. Sus hijos, a los que apoyó y aconsejó en negocios y la vida. Chelo, Cefe, Curri y Espe, que como los mosqueteros han sido y son todos para uno y uno para todos. En la fiesta morocristiana Cefe y Curri, fueron capitanes kábila y mudéjar, y se vieron acompañados en sus capitanías por un feliz y orgulloso padre. Sus once nietos podrían contar y no acabar de los desvelos de quien los llevó al cole, al médico, de merienda, a la feria o la playa. Nietos, Clara, Cefe, Juan, Andrea, Ricardo, Rober, Alejandra, María, Sabela, Jorge y Enrique, que por muchos años que pasen no podrán ni querrán olvidar cómo se sintieron queridos por el que con toda razón pueden decir que ha sido el mejor abuelo del mundo.
También los amigos guardaremos su memoria. ¿Cómo no emocionarse recordando aquella su sonrisa contagiosa, tantas veces balsámica en momentos de tensión? Antonio Machado debió pensar en alguien como Ceferino Micó Sempere cuando escribió en Proverbios y cantares: “Virtud es fortaleza, ser bueno es ser valiente/ escudo, espada y maza llevar bajo la frente;/ porque el valor honrado de todas armas viste”.
Adiós, querido Cefe. Tu despedida en la parroquia de San Carlos a los pies del Cristo de la Agonía que sobre tus hombros llevaste tantas veces, al igual que inculcaste a tus hijos que lo hicieran, fue demostración de lo mucho que se te ha querido, con el templo abarrotado y todos los sacerdotes de Ontinyent concelebrando tu misa corpore in sepulto. Los recuerdos que leyeron tus nietos, hermosas muestras del cariño que les diste y que ellos quisieron agradecértelo con toda emoción. Las palabras del franciscano padre Onésimo fueron un hermoso y poético homenaje de despedida. Ahora que ya estás en posesión de la verdad eterna, pídele al Cristo, que ya te habrá abrazado y premiado por tu fe y obras, que nunca borre de nuestra memoria el recuerdo agradecido por tu sonrisa que siempre fue tu mejor seña de identidad.
Adenda. Una vez acabé de escribir este recuerdo me fui en busca de la entrevista que le hice a Ceferino hace dos años en Comarcal TV, cuando cumplió ochenta. Viéndola se me hacía difícil creer que hubiese muerto. Quien no tuvo la suerte de tratarlo en vida podrá conocerle si lo desea. Y todos los que le conocieron la ocasión de verle otra vez. A unos y otros me permito invitarles a que lo hagan buscando la entrevista en Youtube y tecleando esta dirección: