Muy consciente de su edad, se permitía puntualizar si escuchaba decir de ella que tenía ciento cuatro años: “Y medio”. Amparo Eulalia García, viuda de Vicente Salvador Peralta, murió el último día de junio. El 12 de ese mismo mes había cumplido el medio año que añadía a su biografía. Lo hacía sin disimulo ni rastro de coquetería como hacen quienes se restan años, cuando no es el almanaque sino las arrugas las que nos delatan el tiempo vivido.  Al convertirse en centenaria demostró ante las cámaras de Comarcal TV que su cabeza estaba en condiciones de pasar la más exigente iteuve médica. Hablaba, y cuanto decía y como lo decía, era de los más inteligible y lúcido. Sus recuerdos y palabras eran reflejo de una vida ordenada, muy familiar y entregada. Creyente, religiosa y devota de la Virgen de los Desamparados. También muy de Ontinyent. Y con la sana curiosidad de leer las noticias del día en prensa. Y no sólo los titulares sino también las columnas de opinión, que leía con interés por estar al día.

PETRARCA Y SAN FRANCISCO
En la obra del poeta, historiador y filólogo italiano Francesco Petrarca aparece una frase muy apropiada a la hora de redactar una necrología: “Una buena muerte honra toda una vida”. En el caso de Amparo conviene darle la vuelta y dejarla más ajustada: “Una buena vida honra una muerte”. Porque conocer los detalles de sus últimos días reflejan su conocimiento, lucidez y serenidad de quien es consciente de que le ha llegado la hora de ponerse en camino hacia la eternidad. “Me voy de viaje” le comentó a Amparín, su hija. Y también, “tengo que preparar la maleta”. Dos días después la maleta, según dijo, ya la tenía a punto. Su adiós, que intuía próximo, fue tranquilo, sereno y confiado. Y nos hace recordar la despedida de san Francisco de Asís: “Bienvenida sea mi hermana la muerte. Para mí ella es la puerta de la vida”. Con la maleta llena del cariño de quienes tanto la han querido, doña Amparo nos ha dicho adiós a sus cientos cuatro años y medio. En el corazón de los suyos seguirá cumpliendo más y más años.

JOSE MIGUEL BORJA (1935-2025)
Haber alcanzado los noventa años, los que tenía José Miguel Borja Devesa, no le fueron suficientes para dar cumplida cuenta de todas sus ilusiones que fueron aflorando a lo largo de su vida. Muchas de ellas las fue plasmando cuando escribía novelas, relatos cortos, cuentos, guiones de cine, crónicas periodísticas, coleccionando fotografías y editándolas en libros –fueron veinticuatro los que vio publicados—o desarrollando proyectos como optometrista, abriendo tiendas de óptica en Gandía, Ontinyent, Oliva y Albaida. O cultivando amistades, de las que fue un consumado maestro, a las que hacía partícipe de su acendrado sentido del humor. Que podría pasar por británico de no ser por sus honras raíces valencianas –berlanguianas-- que imprimían su autóctono e irónico carácter. Su facundia y sus conocimientos de la historia de la familia de los papas con su mismo apellido, le permitió escribir obras en las que reflejó el esplendor de los Borja, al tiempo que destilaba en el alambique de su imaginación, un delicioso néctar bautizado como Licor del Paraíso. Quienes lo bebimos nos sentimos hechizados por su placentera pócima que homenajeaba a la naranja de La Safor. Eso sí, sin llegar a conocer las consecuencias erógenas prometidas en su etiqueta. Dice el propio JM Borja en su web: “Les aseguro que lo mismo sirve para unas fiebres de Malta que para prolongar el placer sexual. Se llama Licor del Paraíso y es un brebaje hecho a base de naranja, ron, almendras, malvasía y otros ingredientes, más o menos secretos, que mezclara en el siglo XV el poeta Ausiàs March. Este licor habría hecho enrojecer a mi paisana Lucrecia Borgia y a su mismísimo padre, el papa Alejandro VI”. 

ONTINYENT 1881-1980
Los ontinyentins tenemos que agradecerle, además de haber mantenido abierta contra viento y reformas su óptica en el Carrer Major, hacernos partícipes y cómplices de la colección que dirigió al alimón con Ignasi Mora:  “La memoria colectiva. Retratos de una ciudad”, en la que publicó el libro Ontinyent 1881-1980, álbum fotográfico en el que quedó reflejada la evolución social, económica y urbanística de la ciudad en los cien años transcurridos entre ambas fechas, y para el que contó con la ayuda, del todo imprescindible, del cronista oficial de Ontinyent, Alfredo Bernabeu Galbis, que no sólo buscó y recopiló la fotos, todas interesantes, sino que les puso pie explicativo.
Conocer el amplio currículo y todas las manifestaciones artísticas de José Miguel Borja como polifacético autor y emprendedor ha sido a lo largo de su dilata e intensa vida, es posible y de lo más interesante si se tiene a bien consultarlo en www.jmborja.es