No, no me refiero con lo del zarandeo a la sugerencia de la que nos hicimos eco en estas páginas hace dos semanas, al dar cuenta de la iniciativa de dos veteranos festeros al sugerir la creación de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Agonía. Una posibilidad que, al decir de ellos, no ha tenido –como se temían—la acogida suficiente para que fuese el impulso inicial, por lo que conviene olvidarse de ella hasta el momento –si es que llega – en que otros ontinyentins la hagan suya y la quieran desarrollar con mayor fortuna. 
“Se equivocan esos festeros con la idea de la cofradía”, me decía un andero de larga tradición familiar, porque hay cosas que nos resultan, al menos para mí, incomprensibles. Este año, en que se dice se ha incrementado en trescientos el número de festeros y que han pasado a formar parte de unas fiestas que celebramos “en honor del Santísimo Cristo de la Agonía”, resulta que la Subida a Santa Ana ha resultado bastante deslucida, tanto por la escasa presencia de festeros como de fieles. ¿O no vistes los huecos que había en la explanada en la que otros años no cabía ni un alma? ¿Y hablando de la Semana Santa de Ontinyent, cuántos cofrades resisten y toman parte de la Procesión del Santo Entierro, antes de lo más concurrida? Una cofradía más, por mucho que fuese la del Cristo de la Agonía, no tiene sentido hoy por hoy”. 
El andero quiso añadir a lo dicho sobre la nonnata cofradía, una reflexión con el ruego de que me hiciese eco: “No sé si te han comentado y sabes la decisión de la nueva Junta de la Sociedad de Festeros, de introducir una novedad en la Bajada del Cristo de este año a su paso por la Plaça de Baix. Una vez salió la imagen del Pont Vell, se apagó el alumbrado para que la procesión y el Cristo sólo quedasen iluminados con la luz de cirios y antorchas. El problema con el que nos encontramos, y que por fortuna fue detectado a tiempo, fue que  la imagen del Cristo iba a tropezar con una de las grandes guirnaldas iluminadas con cientos de bombillas, que se instalan para Fiestas y que cruzaba de lado a lado de la plaza, lo que nos obligó a bajar las andas y  con los antebrazos pasarla por debajo del imprevisto obstáculo, por lo demás  difícil de ver por el  apagado de luces. Pero es que, a los pocos metros, también había otra de esas decoraciones y hubo que repetir la mismos operación de descenso y alzado del trono. Es un problema al que también nos enfrentamos durante la solemne Procesión del domingo, porque no todos los adornos luminosos están a la misma altura y sólo con que estuviesen diez centímetros más altos no habría problema. 
Cuando pasa el Cristo por el Porxet una salva de emocionados aplausos lo recibe. También se les escapa a los fieles una ¡ay¡ porque, por mucho que sea el cuidado de los anderos al alzar las andas para volver a ponerlas a sus hombros, resulta poco menos que imposible que no se produzca un zarandeo  de la imagen. Si ya resulta difícil el bajarla y levantarla, tener que repetirla por esos obstáculos, que son fácilmente salvables, es algo que se le puede poner remedio con un poco de buena voluntad, porque  a ningún andero le gustan esos zarandeos.  Una vez dichos esos razonamientos y sugerencias, dejo constancia por si, a quien le corresponde, decide tomar las medidas que eviten que el problema vuelva a repetirse y cuanto menos zarandeemos al Cristo, mucho mejor.