Quince días después de haberlo bajado desde la ermita de Santa Ana, precedido por el estruendo de trabucos y arcabuces que disparan los festeros y el fervor compartido por miles de ontiyentins, la imagen del Cristo de la Agonía es devuelta a la que es su casa. Así ha sido desde hace dos siglos. Y así seguirá siendo este rito que ya es tradición si Dios lo quiere.
El 22 de agosto de este año, de no haber sido por la maldita pandemia que sigue amedrentándonos, también se habría repetido la ceremonia emocionada y emocionante de la Bajada del Cristo, que a mí me dio ocasión de versificarla en un poema que con el título Esperanzada espera se publicó en el programa de Fiestas de 1966 por haber sido premiado en el concurso literario que por aquellos años convocaba la Sociedad de Festeros, y que me sirvió de acicate y estímulo para decantarme por los estudios de Periodismo en los que ya tenía puesta mi mirada y futuro profesional. 
La Bajada no será posible en este malhadado año bisiesto por culpa de ese virus convertido en pandemia y que amenaza hasta los habitantes del más recóndito rincón de la Tierra. Una letal ponzoña que se trató de combatir, más tarde de lo que hubiese sido aconsejable, cuando numerosas muertes que se sucedían provocaron alarma y caos asistencial por falta de medios y recursos. Fue en ese momento cuando  las autoridades decretaron el duro confinamiento que nos obligaba a permanecer en nuestras casas y en las que estuvimos durante cien días.
De ese confinamiento general no se vio libre nuestro Cristo de la Agonía que quedó en Santa Ana sin posibilidad de ser visitado por quienes, unos más a menudo, otros con menor asiduidad, acuden a su ermita para verle, acompañarle, rezarle,  llevarle unas flores o encenderle una vela. Todas ellas distintas maneras de manifestar una fe y una filial devoción.
Cuando supimos, rendidos ante la evidencia de un mal que seguía desbocado, que este año no habría Fiestas de Moros y Cristianos, algunos pensamos que la suspensión de los desfiles y procesiones – imposibles por la proximidad humana del todo desaconsejable por el coronavirus—no tenía porqué suponer que al Cristo no le rindiésemos los honores y le diésemos una prueba de la devoción que se merece en la salud  y la enfermedad. Y que para mostrarle ese fervor nada mejor que promover una Bajada extraordinaria. Por supuesto que sin que los anderos corriesen el más mínimo riesgo ni tampoco que el acto derivase en aglomeraciones a su paso para nada recomendables en estas adversas circunstancias. Doctores tiene la Iglesia para decidir con criterio modos alternativos para hacer un traslado que no suponga riesgo alguno para ciudadanía. 
La sorpresa se vio acompañada del disgusto cuando se conoció la decisión, tan inflexible como irrevocable del párroco de San Carlos, de que este año no se podía hacer, y no se haría, una Bajada extraordinaria del Cristo de la Agonía, lo que suponía, en definitiva que el Cristo siguiese confinado en una ermita en la que, además, se iban a acometer una serie de obras de mejor de la infraestructura de la capilla. 
La pregunta que se hacen, que nos hacemos, un bueno número de  festeros, devotos, ciudadanos, ontinyentins de toda edad, condición o comparsa,  se planteó en la web de LOCLAR semanas atrás. En ella  se  pidió  a los lectores su opinión sobre si les gustaría  que el Cristo fuese bajado de modo extraordinario, siempre que las condiciones sanitarias no lo impidiesen. Ganó el sí que, además, se vio reforzado por el voto de aquellos que también querían que al Cristo se le hiciese su novenario. 
Una encuesta como esa a nadie debería obligar salvo a quienes tienen a bien interesarse por las opiniones de los demás antes que empecinarse en mantener la suya propia sin atender a más razones que a las dictadas por su altiva tozudez e intransigencia.
A punto de enviar estas líneas a la Redacción de LOCLAR me llega la opinión de un sacerdote joven, hijo de Ontinyent, que habría hablado con un tercero que me hace reenvío de su comentario: “¿Y qué problema es bajar al Cristo en un camión y tenerlo en San Carlos para que pueda ser visitado sin aglomeraciones por todo aquel que quiera mostrarle su devoción?”