El ya jugador del Real Madrid, presentado este martes en loor de multitudes, Kylian Mbappé, hizo en su Francia natal unas declaraciones, a las pocas horas de celebrarse la primera vuelta de las elecciones legislativas en su país,  pronunciándose en contra de los partidos extremistas. No se refirió de modo explícito al partido de la ultra derecha  Agrupación Nacional, que había sido claro vencedor, pero a la izquierda francesa –y la española con igual, e incluso mayor intensidad—  dijeron que lo dicho por Mbappé era una crítica muy concreta dirigida en contra del partido liderado por Marine Le Pen. 
Y la izquierda, sea la francesa o la nuestra, se otorga desde su pretendida y fatua superioridad moral la valoración y calificación de cuanto hacen, dicen, piensan y proponen otras fuerzas políticas, asociaciones culturales, patronales, la Iglesia, el Papa y los obispos, los sindicatos que no son de clase, clubs deportivos y federaciones. Y los medios de comunicación también de izquierdas, por medio de periodistas adictos a la causa, columnistas zurdos cuando no siniestros,  y palmeros que retuitean y amplifican las dogmáticas opiniones y los ucases monclovitas reiteran y repiten las consignas de aquellos.

La Selección Española de Fútbol Masculino, así explicitado para que no haya dudas ni ofensas por omisión de otras selecciones, consiguió en Alemania su cuarto éxito como mejor equipo europeo. La participación y goles conseguidos, en mayor número y calidad, por jugadores catalanes, vascos, y navarros (que los bilduetarras pretenden que sean euskaldunes) han sido determinantes para ganar a Italia, Alemania, Francia e Inglaterra, razón por la que millones de españoles lo hemos celebrado tremolando la enseña rojigualda, cantando, bailando y brindando. Un espectacular triunfo rematado el mismo domingo que Carlos Alcaraz –entrenado por Juan Carlos Ferrero—conseguía su segundo triunfo en Wimbledon. 

A los únicos españoles que les ha sentado como un herpes zoster el triunfo de España ha sido a los separatistas catalanes y vascos. Iba a escribir “les ha sentado como un tiro”, pero se me podría reprochar que estaba haciendo una borde mención a ETA, que es cierto que ya no mata, pero que ni ha pedido perdón, ni colabora en el esclarecimiento de los 379 asesinatos de la banda de los que Otegui seguro tiene privilegiada y sangrienta información.

El diputado Gabriel Rufián hizo referencia en el Congreso de los Diputados el pasado martes, a la decisiva participación de jugadores vascos y catalanes en el triunfo de España. Naturalmente que fueron categóricos sus goles y juego y eso, por lo visto le jodía bastante. Los medios de comunicación separatistas también se han quejado de su presencia por lo que consideras traidores a quienes creían “de los suyos”, a quienes nos han alegrado a todos. A todos los españoles que no comulgamos con credos excluyentes, separatistas y decimonónicos como el del Brexit, del que tan arrepentidos están los británicos, razón por la que han botado del poder a los conservadores como castigo a su iniquidad.
Y traigo a colación otro caso de manipulación por parte de la izquierda que hemos visto y repetido en los medios y tertulias: el saludo del jugador Carvajal al presidente del Gobierno cuando los componentes de la Selección Española acudieron a La Moncloa a saludar a su inquilino. La izquierda sanchista saltó cual pantera para criticar la que consideran fue descortesía, grosería, mala educación, insolencia, incultura… calificativos entre los más reproducibles ya que no se refieren a la familia de Carvajal, que también los ha habido y de mayor zafiedad. 

¿Qué no fue entusiasta el saludo del defensa de España y del Real Madrid? Sin duda, pero no evitó darle la mano a Pedro Sánchez. Puede que lo hiciese con desgana, pero no llevaba la mano izquierda en el bolsillo como si tenía las dos Pedro Sánchez en el acto de entrega del Premio Cervantes, se sacó la derecha para saludar a Su Majestad y volvió a embuchacárselas en actitud que, como poco, hay que considerar como chulesca.

La izquierda, la nuestra, la de allá y acullá, siguiendo lo dicho por el jefe de propaganda del partido  nazi, Joseph Goebbles, de que “una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad”, lo pone en práctica. Y haciéndose dueña del relato, consigue que su versión de los hechos se convierta en dogma laico de obligado acatamiento y entusiasmo compartido. Los ejemplos son numerosos y los más llamativos son los que llevan la firma de Pedro Sánchez, denunciando bulos que atribuye a quienes le critican u osan mentar los problemas judiciales de su cónyuge. Problemas que parece que van a más si tenemos en cuenta el informe de la Universidad Complutense de Madrid, remitido al juez que entiende el caso de Begoña Gómez, en el que se habla de una posibilidad de apropiación indebida.