Se acerca el 3 de noviembre, y con ello, las cuartas elecciones en las que voy a votar para elegir al presidente de EEUU. De hecho, ni siquiera he esperado, y lo he hecho hoy, anticipadamente. La actual pandemia y la división que existe entre los ciudadanos me han convencido de que hoy era el día perfecto para elegir presidente…aunque mi voto no le elija directamente.
El colegio electoral, que en España entendemos como el lugar al que acudimos a depositar nuestro voto, no tiene nada que ver con el Colegio Electoral en EEUU, que se refiere al conjunto de 538 representantes (llamados electores) que elegirán al presidente del país. Cada Estado tiene un número determinado de electores dependiendo de su representación en el Congreso. El candidato que consiga 270 votos electorales (la mitad más uno) se alzará como ganador. En 48 de los 50 Estados, el candidato a la presidencia que gana el voto popular se llevará los votos de todos los electores de ese Estado. Si se diera el caso excepcional de un empate, el presidente sería elegido por los miembros del Congreso, y el vicepresidente, por los del Senado. (esto solo se ha dado dos veces en la historia).
Aunque este sistema pueda tener detractores, (sobre todo cuando un candidato se alza como ganador sin haber conseguido el voto popular), la función del Colegio Electoral es importante, ya que promueve una mayor igualdad de representación entre los Estados, protegiendo a los de menos población para que su voto no quede diluido por el de Estados más populosos.
Es de conocimiento general que hay dos partidos que se enfrentan en las elecciones: el Republicano y el Demócrata. Sin embargo, pocos fuera de EEUU saben que existe un tercero, el Partido Libertario, e incluso un cuarto, el Partido Solidario de América. Ninguno de ellos consigue una representación mínima en el Congreso, aunque el Partido Libertario tiene candidato para las elecciones 2020, Jo Jorgensen, una mujer, que junto con Joe Biden por el Partido Demócrata y Donald Trump por el Republicano, optan a la presidencia a partir de enero 2021.
Pero, ¿cómo han llegado estas personas a convertirse en candidatos para ocupar el puesto de más poder en EEUU, y a nivel mundial? El candidato debe cumplir tres requisitos: ser mayor de 35 años, haber nacido en EEUU, y haber vivido allí durante al menos 14 años. El proceso comienza a gestarse años antes de las elecciones, y se concreta un año antes de las mismas, con la convocatoria de primarias y caucuses. Tanto en unas como en otros, los candidatos de cada partido harán campaña para ganarse el favor de sus militantes. En las primarias, los afiliados votarán por el candidato en un proceso semejante al de las elecciones; en los caucus, los afiliados eligen al mejor candidato a través de una serie de reuniones públicas. A lo largo este proceso muchos de los candidatos eligen retirarse, al no conseguir el apoyo deseado.
En verano tienen lugar las convenciones nacionales de cada partido. En ellas confirmarán al candidato que presentarán como presidente, y éste anunciará a su vez a su “running mate”, o vicepresidente: la campaña electoral ha comenzado.
Durante meses los candidatos recorrerán el país dando mítines, y sobre todo, recaudando fondos para subvencionar sus carísimas campañas. Las cadenas de televisión más importantes convocarán debates a los que ningún candidato se niega a participar, tomándolos como una oportunidad para compartir su mensaje.
Hay estados que son bastión de un partido u otro. Por ejemplo, California, con el mayor número de electores del país, vota siempre demócrata, y sería inesperado que esto cambiase. Los candidatos invierten más tiempo y recursos en los llamados “swing States”, o Estados columpio, aquellos en los que el voto no está definido. Un caso curioso es el de Ohio, pues siempre se ha cumplido que quien gana en Ohio, gana en EEUU.
Las elecciones son siempre el primer martes del mes de noviembre del año electoral. Todo ciudadano mayor de 18 años que puede votar acude a las urnas; este año, sin embargo, el voto por correo se ha disparado, así como el voto anticipado, en previsión no solo de posibles ataques cibernéticos que puedan alterar el resultado, sino también debido a la pandemia por coronavirus. Esto ha afectado también a la campaña electoral, con apenas mítines y con algún debate televisivo cancelado. Las medidas de seguridad en las votaciones presenciales, como he podido comprobar hoy mismo, son extremas.
Algunas curiosidades: al contrario que en España, en EEUU no hay jornada de reflexión, y el día anterior a las elecciones es uno de los más intensos de campaña. El recuento de votos comienza cuando se cierra el primer colegio, dándose el caso de que, a medida que van haciéndose públicos los votos en los Estados del este del país, los colegios del oeste aún no han cerrado, pudiendo esos votantes verse influenciados por los resultados preliminares.
A mí eso no me va a ocurrir, y con mi voto depositado, solo me queda esperar al 4 de noviembre.
Natacha Sanz Caballero ontinyentina residente en Indiana (EEUU) y autora del libro “Yo fui el primero: la increíble historia real de la primera vuelta al mundo”.