Volver a referirme y comentar los crónicos males de la justicia en nuestra ciudad no es tarea de gusto para el arriba firmante, pero se hace necesario insistir en el problema –que son cuatro como tantos juzgados de primera instancia e instrucción existen en Ontinyent – por ser grave inconveniente el cúmulo de deficiencias que se arrastran desde hace décadas. Pese el riesgo de aburrir a quienes siguen teniendo la paciencia de leer estas líneas, se hace necesario insistir.
He perdido la cuenta del número de veces que desde LOCLAR se ha preguntado por las obras de remodelación y adaptación del edificio que albergó la empresa Eduardo Bernabeu S.A. y que el Ayuntamiento de Ontinyent adquirió en buena hora para ponerlo en manos de la Generalitat y que ésta lo destinase a Palacio de Justicia. En la larga espera en que nos encontramos, la construcción ha sufrido las agresiones de quienes parece que gozan apedreando cristales, al tiempo que toda clase de hierbas y matojos han ido creciendo alrededor del inmueble.
LAS PRISAS DE LOS JUECES
Sus señorías sabrán las razones por las que los juzgados de Ontinyent no son destinos apetecibles para quienes son destinados a ejercer en ellos, pero lo cierto es que apenas llegan a calentar el sillón porque tan pronto como pueden solicitan el traslado con inusitada rapidez. He escuchado razones como que nuestra ciudad está mal comunicada con Valencia y les resulta pesado tanto desplazamiento. Otros alegan el exceso de trabajo acumulado y el escaso personal que tiene que hacer frente a la creciente litigiosidad. Y no faltan quejas por unas instalaciones a las que no les falta toda clase de penurias. Todo lo dicho, pese la mucha razón para quejarse, no justifica las ausencias de quienes se han apuntado en repetidas ocasiones a tomar declaración por videoconferencia, como parece se ha dado en alguno de los juzgados. Si además se une el no disponer aquí de fiscalía sino que la tenemos compartida, con todo lo que ello ralentiza la toma de decisiones, se entenderá que venir a ejercer aquí de juez no es plaza con capacidad de convocatoria.
LA EXCEPCIÓN DE PEDRO NÁCHER
Frente las prisas de quienes se quieren ir apenas han llegado, la memoria de algunos paisanos nos permite recordar y dar a conocer otros casos de jueces que aquí hicieron una meritoria labor, tanto por la calidad de sus sentencias como por la prontitud en dictarlas y por su implicación en vivir en Ontinyent. A mi muy querido amigo Jaime Bernabeu Galbis (tío del igualmente querido amigo y compañero en las fatigas periodísticas de esta casa, Jaime Bernabeu Sanchis) le ha escuchado en más de una ocasión comentarios referidos al magistrado Pedro Nácher, que aquí estuvo en la década de los sesenta del pasado siglo.
Pedro Nácher fue un hombre culto, que se implicó en promover actividades culturales en aquellos difíciles años por tantas razones. Promovió conferencias, conciertos y exposiciones contando con la colaboración de la compositora Matilde Salvador, de la pintora Ángeles Ballester y de la periodista María Ángeles Arazo, que prestó su título como directora de la revista Escala, en la que en casi todos sus números aparecieron colaboraciones de Pedro Nácher sobre teatro, cine y literatura, tanto con su firma como con sus iniciales.
REFORMAS EN LA MOSQUITERA
A iniciativa del juez Pedro Nácher las autoridades locales procedieron a reformar las instalaciones que servían de prisión municipal y se conocían popularmente como “la mosquitera”. Situada en el edificio principal del del ayuntamiento, lo que ahora podemos decir el viejo ayuntamiento, “la mosquitera” era un insalubre receptáculo en el que permanecían aquellos a los que detenía la Guardia Civil en espera de decisión judicial o traslado. También era el destino de quienes derrotados por el alcohol deambulaban a trompicones por la calle y se les sometía entre aquellas cuatro paredes, con reja que da a la subida del Ángel, conocida como La Bola, una desintoxicación a la fuerza. Pedro Nácher consiguió con la reforma de La Mosquitera aliviar las penalidades de quienes allí eran retenidos.
Dar a conocer a las nuevas generaciones de ontinyentins quien fue Pedro Nácher y qué hizo, sería buena cosa, si así se considerase, para poner en valor la figura y obra de un forastero que fue capaz de hacer más que lo obligado por su responsabilidad como juez, al comprometerse y compartir conocimientos cuando ninguna obligación tenía de hacerlo.