Este miércoles, 29 de octubre, con el mando a distancia voy escrutando una tras otra las principales cadenas de televisión. Todas emiten programas especiales sobre el primer aniversario de la dana, la que provocó 229 víctimas mortales, la mayoría de ellas en municipios de la huerta de Valencia. También las cadenas de radio se han volcado durante toda la mañana en dar cuenta de la catástrofe y hacer balance. Se habla mucho más de lo que se ha hecho mal y bien poco de lo que todavía no se ha hecho, las obras que eviten la repetición de la tragedia en ese mismo escenario. La sensación de abandono y frustración, que van manifestando cuantos valencianos afectados por la riada hablan ante las cámaras, se incrementa a medida que avanza la mañana. Para vergüenza propia, pero sobre todo ajena, aparecen los porcentajes de lo que han ayudado, o dejado de hacer, las administraciones autonómica y estatal. Indecente guerra de cifras a base de “yo más que tú”. A los voceros de unos y otros gobiernos se les llena la boca cantando las excelencias de lo bien que lo han hecho los suyos y lo rematadamente mal que han actuado los otros. Lo que les interesa es ganar el relato. Consideran que si consiguen imponer su versión, lo de menos será la cuantía de las ayudas y el ánimo de los afectados, habrán triunfado en la batalla de la opinión pública y la publicada. Y sí todavía hay setecientas viviendas que siguen sin disponer de ascensor –problemón para los vecinos con movilidad reducida por estar encarcelados sin rejas en su propia casa --  la culpa será de la falta de técnicos y piezas de repuesto, pero no de la deficiente gestión de quienes obligados a ofrecer soluciones no saben cómo hacerlo.

HOMENAJE A LAS VÍCTIMAS.
Ha tenido que pasar un año para que se celebre un acto de homenaje y reconocimiento a las víctimas, que hasta anteayer se dijo que era un “funeral de Estado”. Hasta de esa celebración ha habido intentos de convertirla en elemento propagandístico. Muy por encima de sumarse y compartir el dolor de quienes perdieron a familiares, amigos y compañeros de trabajo -- que en todo momento deberían ser los verdaderos protagonistas del acto --  hay dirigentes políticos de un lado y otro que tratan de rentabilizar el drama a su favor. No ha habido tregua ni siquiera en el día del aniversario. Las críticas al presidente de la Generalitat Valenciana Carlos Mazón, que se ha ganado a pulso al dar tantas y contradictorias versiones de su comida en un restaurante, tampoco han cesado en esta concreta jornada, convertidas en insultos como el de “asesino”, que tantas veces se ha escuchado y podido leer en pancartas de manifestantes en las calles de Valencia. Y más que arreciarán en los próximos días, porque tanto la oposición valenciana como todo el aparato propagandístico de la Moncloa y sus terminales mediáticos –sobre todo TVE, la misma que fue tomada al asalto justo hace un año cuando tantos pueblos valencianos ya estaban inundados de barro y muertos -- no van a dejar de atacar al todavía presidente de la Generalitat amparándose en el muy elevado porcentaje de valencianos –incluidos los votantes del PP – que según las encuestas publicadas tanto por Levante como Las Provincias quieren que presente su dimisión y que se olvide de volver a ser candidato a la presidencia de la Generalitat.  

MÁS DIMISIONES.
Los errores y ocultaciones de Carlos Mazón han sido manejados por todas las izquierdas y los grupos satélites que orbitan en colectivos que van desde el catalanismo al anarquismo más radical, han tratado y en gran medida conseguido, convertir al presidente del Consell en el único culpable de las muertes por las barrancadas y han exonerado de toda culpa a quienes desde el Gobierno de España dejaron a su suerte/muerte a la Comunidad Valenciana. Erróneas predicciones sobre la amenaza de la cantidad de lluvia, la falta de control sobre los caudales de barrancos como el del Poyo, el más letal de todos; el error de poner la mirada en la presa de Forata y, por encima de cualquier otra consideración, la falta de obras hidráulicas que se sabe son imprescindibles realizar para conjurar los peligros y daños que pueden repetirse a poco que el otoño vuelva a hacer alguna de las suyas. La dimisión de Carlos Mazón debería verse acompañada por quienes debiendo prestar inmediato auxilio – hubo unidades del Ejército como la propia UME preparadas – ralentizaron hasta tres días que se pusiesen en acción. De ese reparto de responsabilidades no deberían escapar Pedro Sánchez, Margarita Robles, Grande-Marlaska ni mucho menos Teresa Ribera, la que entonces era ministra responsable de la Confederación Hidrográfica del Júcar y la Agencia Estatal de Meteorología, y a la que nunca le dio la gana venir a Valencia porque su única preocupación era convertirse en comisaria de la Unión Europea en donde está la mar de bien en su poltrona.