Comienza, después de más de diez años de averiguaciones e instrucción, el juicio contra el clan de los Pujol. Todos los que dicen y repiten que la justicia lenta no es justicia, tienen en el caso de esta familia un ejemplo de libro. O de código penal. Peor hubiese sido que quienes de tan mafiosas maneras se valieron para amasar una considerable fortuna, no hubiesen tenido que comparecer nunca ante un tribunal. Del mal, el menos. También podríamos desde Ontinyent ofrecer algún argumento en el mismo sentido sobre la pachorra. Y no sólo por lo que a la prontitud en las resoluciones litigiosas se refiere sino todo lo contrario, a sus exasperantes demoras como bien sabemos y padecemos por aquí, no.

También en lo referente a nuestro Palau de Justicia, que a la vista de la maqueta se ha quedado en: Jutjats d´Ontinyent… que van a retrasarse un poco más. Un recurso, presentado por una de las veintidós empresas que optaban a realizar la remodelación y adaptación de lo que fue el edificio de la empresa Eduardo Bernabeu, retrasará el inicio de las obras. El Tribunal Administrativo Central de Recursos Contractuales tiene dos meses para resolver el recurso, de modo que con tanta o más suerte que la que puedan proporcionar los sorteos del gordo de Navidad y el del Niño, no será hasta febrero cuando se resuelva la reclamación. O sea, que quienes insisten en reprochar a la justicia que sea tan lenta, tendrán más argumentos a su favor olvidando que son las decisiones de los gobernantes, dotando o no de los medios materiales y humanos que necesita la justicia para agilizarse, las que también contribuyen a una  lentitud de la que son ejemplos el caso de la familia Pujol y los Jutjats d’Ontinyent.