El Ministerio de igualdad pide a las empresas que castiguen las miradas impúdicas para frenar el acoso sexual en el trabajo.
El ministerio de Irene Montero también propone, entre otras medidas, un buzón de denuncia, apoyo psicológico, anonimato y castigar las bromas de contenido sexual.
¡Va de retro Satanás! Conviene con la agilidad de una gacela Thompson (es que me gusta el nombre y siempre que puedo lo coloco) dotarse de medidas de protección ocular entre otras.
¿Es usted un mirón como era mi bisabuelo o mi abuelo?
Ambos, bisabuelo y abuelo, siendo muy mayores y con apenas fuerza para mantener el equilibrio todavía se permitían dar pequeños paseos y cuando se cruzaban con una moza. o no tan moza, se paraban y en tres movimientos giratorios de su tronco y extremidades, paseaban su mirada por el cuerpo, más o menos cimbreante, de la real hembra (no sé si escribirlo sin ofender a la Sra. Montero y sus seguidoras, pero me acojo a la libertad de expresión y si fuera americano diría lo de la” quinta enmienda” que lo he oído mucho en las series televisivas de abogados e interrogatorios.)
O sea que yo vengo con marca de fábrica genética y eso, me digo a mí mismo, mientras miro impúdicamente a una dama, ¿si no será un atenuante a la hora de que me denuncien?
Sépase que yo que soy un mirón, yo diría que muy mirón – siempre alego que el oficio de periodista obliga a intentar no perderte una y eso permite mirar mucho y también a oír lo que se puede, que en mi caso es poco, sobre todo si se tiene en cuenta que estoy medio sordo; pese a los sofisticados audífonos de los que me he provisto tras depositar una “pasta” en el mostrador de la atenta vendedora que trata siempre de emplear un lenguaje técnico que parece garantizar que `puedes oír.
El otro día fui a una revisión porque me pongo mal, se ve, el pinganillo y tras revisarlo me dijo, tuteándome como si fuera su colega siendo ella de edad que podría ser mi nieta, el más leve roce en el aire al caerse una hoja oirás. Estamos en otoño y hojas caen por doquier y yo no oigo caer ninguna. Bueno, es cierto que algo más oigo, pero digan lo que digan, yo estoy más seguro si miro.
A lo que iba en materia de mirar. Me he comprado unas gafas, graduadas, por cierto, y ya me pueden mirar que nunca sabrán si miro impúdicamente, con desprecio, con ansiedad, con pasión desenfrenada (esta última creo que no, pero suena bien literariamente) o cómo miro.
Es seguro que me van a confundir con un delegado de la ONCE (sin ánimo de ofensa, o sea como decía el hombre que vestía de pana cuando era más joven, el expresidente González “sin acritú)”
Me siento en la obligación profesional de informar al lector que el protocolo sobre el que se trabaja habla de “flirteos ofensivos”, de denuncias anónimas y un sin fin más de conceptos todos tendentes a frenar los impulsos naturales de la especie.
Si no fuera porque la Sra. Montero levanta el puño bien cerrado y apretado en el aire, como símbolo de su adherencia comunista, yo diría que es un miembro oculto, una quintacolumnista de la Nueva Falange, es la vuelta a los pololos y a las bragas de uralita, como Iranzo un compañero de Universidad cuando me contaba los pocos avances que obtenía en su intento seductor de llevar al huerto a la chica de sus sueños.
Me decía: Nano, es que deben llevar bragas de feldespato o de uralita. Lo decía con esos conceptos porque era de ciencias y yo me reía.
Así que ahora está prohibido decir esas cosas y reírse, porque puedes caer en manos de una denunciante ganosa de ganar puntos.
Ha nacido una nueva profesión al calor de la igualdad “la denunciante anónima”, una especie de comisaria/o de asuntos turbios, denunciantes de bragueta desbocada y de miradas obscenas que taladran el espíritu independiente, progresista de las nuevas amazonas y que al final te pueden tocar la cartera si algún empresario, cuándo se acabe de reír, toma en serio este asunto mientras descansa y respira tras leer la factura del gas, el fallo de suministro o el precio de la luz hora. Esto ´ultimo sí que es impúdico. Veremos qué pasa.