(Artículo publicado en la edición impresa de LOCLAR el día 11 de marzo de 2016 que, por su vigencia, incluimos en la edición digital)
Una de las últimas corrientes literarias se desenvuelve a través de la especulación histórica o, si se prefiere, en la novela pseudohistórica. Una de sus variantes es revestirla de una trama científica que desencadenará en un resultado impactante que dejará al lector sorprendido en una suerte epifanía, de revelación.
La técnica, bien vista, no es tan novedosa. Recordemos que hay quien pasa por cierta solvencia, al menos parasicológica, y ve en pasajes de la Biblia (Job capítulo 40) la mejor descripción de los dinosaurios. Behemot (majestuoso), leviatán (monstruo marino o demonio) no son más que diplodocus o apatosáurus. En la literatura fantástica no falta quienes mantienen que las grandes pirámides del Egipto faraónico, de los templos aztecas o las líneas de Nazca son obras de los extraterrestres.
Esta moda ha pasado de la literatura a la filmografía más exitosa. Basta recordar “Caballo de Troya”, el “Código da Vinci”, “Ángeles o Demonios”... Como nada que afecte a la humanidad le resulta indiferente a Ontinyent, aquí tenemos a nuestro propio literato, que sin alcanzar el rango de libro, escribió un suelto sobre la imagen de la Purísima, nuestra patrona. Nuestro particular Sherlock Holmes del Llombo sostiene que la antigua imagen de 1625 no fue, entre otros elementos litúrgicos, objeto de saqueo por las hordas revolucionarias de la Guerra Civil en el verano de 1936. Todo es falso. La actual es la misma imagen, pero pasada porun maquillaje, o mejor un restyling y que la plata -que los ciudadanos de Ontinyent piadosamente donaron para su reconstrucción- tuvo un destino incierto en el que participaron el alcalde de entonces y el cura párroco, ambos fallecidos, y cuya memoria tendrá que soportar la injuria como blasón.
La toma inicial arrancaría en una imagen color sepia, un fundido, y nos trasladaría a 1941. Es una niña, tendrá unos doce años, está rodeada de una multitud y, desde su pequeña atalaya, observa desfilar un carro tirado por bueyes que transporta a la nueva imagen de la Purísima que viene de Valencia. La pregunta que se hace la niña, por boca de su madre, es si esa es una imagen nueva y se hizo en el 41 o en el 42, ¿cómo era posible que en los años anteriores – 1939, 1940 y 1941- estuviera presente una imagen de la Purísima en la capilla?
A partir de esta pregunta inocente que se formula la niña perspicaz, arranca todo el estudio de nuestro insigne autor, para llegar a una conclusión que está preconstituida desde el inicio de su artículo. Sin embargo, la tesis que se formula no resiste el menor rigor histórico. Se apuntala en puras especulaciones, sin seguir método historiográfico alguno. Son puras especulaciones.
Habrá que partir de la realidad de los hechos, que no se fundamentan en leyendas urbanas, cuando no, en “dimes y diretes”. La imagen de la Purísima Concepción fue robada y aún pervive algún/a testigo presencial del latrocinio. Desapareció como consecuencia de los actos vandálicos de determinados milicianos en la Guerra. La actual imagen es de 1941, obra del orfebre Agustín Devesa Olmos, y no puede ser la antigua, que data del año1625. Al autor le bastaría confrontar ambas imágenes para comprobar que son distintas. Si hubiese tenido un interés real, con una simple inspección ocular hubiese podido comprobar el sello o firma del autor. No le pido un estudio pericial que buenos profesionales tiene Ontinyent (y cito a título de ejemplo a Ignasi Gironés), pero sí un poco de seriedad a la hora de tratar esta cuestión.
Se nos dice que no hay ningún indicio o referencia que ayude a poner luz a la cuestión, y ello pese a un exhaustivo estudio del archivo municipal de Ontinyent, otra documentación y el examen de los programas de fiestas de la Purísima. El mismo autor nos confiesa que sólo ha encontrado los programas de los años impares, pues faltaban los de los años pares. Se presenta esta circunstancia como otro enigma del que se desprendería no se sabe qué datos ocultos. La colección está completa y lo que ocurre al aficionado investigador es que busca donde no debe, porque al parecer los archivos parroquiales y las sacristías le producen cierta aversión, al menos historiográficamente hablando.
Evidentemente que en el libro de las actas municipales no ha encontrado nada, al igual que idéntico éxito ha cosechado en el resto de fondos del archivo municipal, al que también yo personalmente califico de magnífico, -y coincido con usted-. Otra cuestión es la opinión que me merece la gestión por parte de su responsable, quien ya lleva meses de baja y la oficina ha estado clausurada un mes.
Lo que no sé es por qué entre la profusa investigación no ha acudido a otros archivos más importantes como el archivo del Reino de Valencia, de la Corona de Aragón o, por qué no, el de la propia CIA, muy dada a las cosas de investigación y espionaje, más en línea de su trabajo.
Seamos serios, ¿cómo pretende obtener el recibo de pago de una obra de arte en las oficinas del ayuntamiento, cuando esta institución nunca pagó la imagen? Puede tomarse la molestia, previo permiso de nuestro plebán don Melchor Seguí, y consultar el archivo parroquial de Santa María, -no tan magnífico como el municipal, pues fue pasto de las llamas en la Guerra Civil- y tropezarse con el recibo por importe de 16.000 pesetas cuyo concepto obedece a la realización de la nueva imagen.
Por cierto, que también está la documentación sobre la construcción de las andas por 8.000 pesetas a cargo de Virgilio Sanchis. En cuanto a la bendición de la imagen actual, que se produjo el 7 de diciembre de 1941, hay cuatro fuentes documentales que se refieren a ella: libro de actas capitulares (diciembre de 1941), un artículo de Las Provincias, otro artículo de Levante EMV y el Llibre de Cròniques de la Congregación de la Pureza de María.
Imágenes, que yo sepa, ha habido tres: la primigenia “y auténtica” que data de 1625, la actual que es de 1941, y una tercera que se hizo durante la postguerra con carácter provisional - de madera- del artista ontinyentino “Carlets”, que se plateó. Es la que sirvió para celebrar las fiestas patronales desde final de la guerra hasta que se dispuso la nueva. Hasta fechas recientes se encontraba depositada en el hogar del pensionista del barrio de San Rafael y ahora en el templo de Santa María. Y no le quiero complicar más la vida, iconográficamente hablando, porque, para su información, hay una imagen más, la cuarta, pero esto se lo dejo para que en sus tiempos libres pueda escribir una segunda parte en el próximo número.
Y una última recomendación, si me permite, no se haga tanto lío con el número de imágenes de la Purísima que aparecen y desaparecen. Esta taumaturgia queda reservada para la Mare de Déu de Agres.