En poco más de quince días los extremeños están citados a las urnas -- el domingo 21--  para decidir qué nuevo gobierno autonómico quieren. Pese lo lejos que puede parecernos Extremadura, varias de las circunstancias que se han dado en las semanas anteriores ofrecen elementos sobre los que considero interesante hacer algunas consideraciones.  O más bien comparaciones que, como suele ser norma, terminarán siendo odiosas. Conviene confrontar lo que hemos visto hacer a la dirección del Partido Socialista en el caso de su dirigente extremeño, Miguel Ángel Gallardo, y con nuestro paisano, el alcalde de Ontinyent, Jorge Rodríguez Gramage.

27 de junio de 2018. El presidente de la Diputación de Valencia y alcalde de Ontinyent, Jorge Rodríguez, es detenido, al igual que varios miembros de sus más directos colaboradores, en una espectacular operación policial de la UDEF como nunca se había visto en nuestra ciudad. Y eso que no había yihadistas ni otra clase de terroristas entre los que se iba a detener. Nadie asumirá la paternidad de aquella macrooperación político-policial, pero si alguien menciona los nombres de José Luis Ábalos por acción y el de Ximo Puig por omisión, estará muy cerca de acertar y adjudicarles la condición de directos corresponsables. 

La inmediata exigencia que la dirección del PSPV-PSOE, partido al pertenecía Jorge Rodríguez, le planteó apenas conocida su detención y estando todavía en los calabozos de la Policía Nacional de la calle Zapadores de Valencia, fue que renunciase como presidente de la Diputación y alcalde de Ontinyent. Jorge Rodríguez dejó la Diputación pero no la Alcaldía. Semanas después, un tanto aquietadas las aguas a medida que se sabía que había sido mucho más el ruido que las nueces, la dirección socialista valenciana por boca de José Muñoz aseguró a Rodríguez que repetiría como candidato a la alcaldía de Ontinyent, ”mientras no se revelasen más detalles de la investigación y no se levantase el secreto del sumario”, pero se levantó en vísperas de las elecciones del 2019 y se le negó ir en las listas del PSPV-PSOE. Ni siquiera le permitieron que fuese como independiente, tal como planteó JR como alternativa.  

Veamos qué ha pasado en Extremadura. El presidente de la Diputación de Badajoz, Miguel Ángel Gallardo, ha sido investigado y procesado y en mayo estará sentado compartiendo banquillo de los acusados junto con David Sánchez, hermanísimo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. A ambos se les acusa de delitos continuados de tráfico de influencias y prevaricación. La dirección del Partido Socialista Obrero Español ha sido con Gallardo todo lo condescendiente que no lo fue con Jorge Rodríguez. Curiosa manera de entender la igualdad, la fraternidad socialista y la de medir con varas tan retorcidas. Porque mientras que al alcalde ontinyentí se le negó el pan y la sal, al extremeño se le ha permitido no sólo seguir presidiendo la diputación además de hacerle candidato –sin primarias ni leches -- a la presidencia del gobierno extremeño. O sea, todo lo que le impidieron a nuestro alcalde.  

Decretada la disolución del parlamento extremeño por la presidenta de aquella autonomía, María Guardiola, al no poder aprobar los presupuestos de su autonomía, el Partido  Socialista se apresuró a confirmar como cabeza de lista a su secretario general en Extremadura, el mismo Miguel Ángel Gallardo, sin necesidad de celebrar unas primarias y a pesar de estar imputado por haber propiciado su contratación desde la presidencia de la Diputación de Cáceres. 

Gallardo es un dirigente que le cuadra se le califique de ser un personaje tan anodino como torpe. Decidió dimitir como presidente de la Diputación – insisto, no por exigencia de la cúpula de su partido como sí obligó a Rodríguez-- para dar el salto a la Asamblea de Extremadura y verse aforado por creer que así se podría defender mejor al verse implicado en el caso de David Sánchez. Para poder acceder a la Asamblea de Extremadura, y así conseguir el blindaje parlamentario, Gallardo obligó a dimitir a cinco compañeros que iban por delante  en la lista a la Asamblea de Extremadura. Los cinco pazguatos dimitieron, pero el gozo de Gallardo por verse aforado acabó en un pozo. La justicia estimó que había cometido fraude de ley y se quedó escoñado y sin el anhelado escaño. 


El caso Gallardo constituye, a la vista de la condescendencia con que le ha tratado la dirección socialista, la más rotunda antítesis de lo que le hicieron a Jorge Rodríguez. Recuérdese como al alcalde de Ontinyent su partido le impidió ser candidato, lo que propiciaría el nacimiento de La Vall Ens Uneix –que tantos quebraderos de cabeza y pérdida de poder ha provocado a los dirigentes del socialismo valenciano -- mientras que al dirigente extremeño la cúpula sanchista lo amparó, respaldó y no necesitó ni un minuto en confirmarlo como candidato a la presidencia extremeña. 

Pedro Sánchez no puede alegar que su relación con Gallardo fuese “anecdótica”, como dijo que fue la que tenía con Koldo García cuando se hicieron públicas las primeras de las múltiples trapacerías que se fueron conociendo de éste y José Luis Ábalos (ambos ya en prisión) que junto con Santos Cerdán fueron los ocupantes del Peugeot que acompañaron a Pedro Sánchez –el cuarto pasajero-- en su recorrido por media España para conseguir que recuperase la secretaría general del Partido Socialista.
Pedro Sánchez tiene que agradecerle a Miguel Ángel Gallardo sus muchos desvelos y trapicheos por hacer a su hermano David jefe de la oficina de Artes Escénicas de Extremadura. Cargo de tan alta responsabilidad e importancia, con la absoluta dedicación y remuneración que implicaba, que en su declaración en sede judicial el “hermanísimo”, tal como se le conocía en la Diputación de Badajoz, no supo ni siquiera donde se encontraba su propio despacho. 

*Markhor es  la cabra, símbolo nacional de Pakistán,  conocida por tener los cuernos retorcidos en espiral. Su nombre proviene del persa y quiere decir “rizado”.