Cantaba Gabinete Caligari allá por 1986 aquella estrofa de la canción Al calor de un amor en un bar, que decía:
Los bares, qué lugares
Tan gratos para conversar
No hay como el calor
Del amor en un bar
Quedan lejos las notas de la canción, pero parece que queda más lejos aún nuestra vida en los bares tal y como la conocíamos hasta el fatídico mes de marzo de 2020.
La aparición del COVID19 ha provocado una crisis sanitaria sin precedentes, con alrededor de 80.000 fallecidos en España según los datos del Instituto Nacional de Estadística y ha afectado a todos los sectores económicos de nuestro país. Pero si hay un sector que se ha visto perjudicado a nivel económico y social, ese ha sido la hostelería, nuestros bares.
Desde que en el pasado mes de mayo se volviera a reabrir la actividad en establecimientos de hostelería, se ha publicado una ingente colección de normas, restricciones, limitaciones de aforos e indicaciones muchas veces contradictorias, que no han ayudado en nada al sector y tampoco han conseguido frenar el número de contagios.
Según los propios datos del Ministerio de Sanidad, se cuantifica que sólo un 3% de los contagios por COVID19 provienen del ámbito de los bares, restaurantes y cafeterías. Sin embargo, siempre que hay un repunte en los contagios, el objetivo de nuestros incompetentes gobernantes se centra en la hostelería como origen de todos los males.
Al personal que trabaja en la hostelería, tales como cocineros, camareros, distribuidores de alimentos y bebidas, se les ha ido exigiendo la implantación de medidas para que el bello hecho de compartir mesa y días de celebración con amigos y familiares fuera seguro.
Pero cuando las limitaciones devienen en la imposición del cierre, se pone en peligro a casi 2 millones de puestos de trabajo y también a una parte importante de nuestra manera de ser como sociedad y como país.
La gran mayoría de los bares a los que acudimos son negocios familiares que, en ocasiones, pasan de generación en generación haciendo prolongar la tradición culinaria de nuestra tierra. El tan típico esmorzaret, los arroces, la mezcla entre gastronomía y fiestas populares... forman parte de nuestra esencia e idiosincrasia. No podemos permitir que ni el COVID19 ni la ineptitud de los Sánchez, Iglesias, Puig y compañía nos lo arrebaten.
Desde el Partido Popular no nos hemos cansado de repetir algo muy sencillo: a 0 ingresos, 0 impuestos. Si a la caída de la facturación en el 2020, le añadimos el aumento de las cuotas a los autónomos, la subida de la factura de la electricidad, el gas y el pago de alquileres, se forma la tormenta perfecta para que muchos bares no vuelvan a subir la persiana.
En el caso de Ontinyent, hay que sumarle estos 15 días de confinamiento perimetral y cierre total de la hostelería. Esperamos que no se convierta en la puntilla para muchos de nuestros bares y restaurantes más queridos y que forman parte de la historia de nuestra ciudad.
Desde el Partido Popular de Ontinyent pedimos, sobre todo, que no se criminalice a la hostelería, que se establezcan las ayudas necesarias que el sector demanda y que, cuando vuelvan a abrir nuestros bares y restaurantes, volvamos con responsabilidad y sin miedo, confiando en los profesionales del sector que lo único que quieren es trabajar sin verse señalados ni estigmatizados.
¿Qué sería de nuestras vidas sin los bares? Pues estos días lo estamos experimentando. Ontinyent luce triste, nos falta el café de primera hora, el esmorzaret de la mañana, la caña a mediodía o los vinos del fin de semana. Para que todo ello vuelva, debemos actuar con madurez, apoyando a la hostelería de manera efectiva y ayudando a nuestros bares cuando abran, porque, tal y como dice la canción de Gabinete Caligari, No hay como el calor del amor en un bar.
Paco Penadés es concejal PP en el Ayuntamiento de Ontinyent