Ocho, nueve con la del acto de homenaje a las víctimas, han sido las visitas que los Reyes de España han hecho a Valencia, interesándose por las víctimas y los trabajos de recuperación de las zonas afectadas. Quedarse en Paiporta, a donde acudieron cinco días después de la riada,  para estar con sus vecinos y saber de su dolor en medio de sus calles que seguían llenas de barro, rompiendo protocolos y medidas de seguridad,  contrastó notablemente frente la precipitada decisión de Pedro Sánchez, la de salir corriendo rebozado de cobardía y ganándose el apodo de “el galgo de Paiporta”, sin que el presidente del gobierno haya vuelto a alguna de las poblaciones afectadas por las barrancadas.
Conviene poner en valor el papel institucional de la Corona frente las insidias de quienes desde los extremos del arco parlamentario se lo niegan y tratan de denigrar su función representativa. Que así se pronuncien todos aquellos que se declaran republicanos, anarquistas y/o separatistas, entra dentro de la lógica de sus planteamientos políticos. Que también lo hagan algunas voces –o voxes, para ser más concretos—supone claro menosprecio del papel constitucional del Rey Felipe VI, que ha demostrado junto con la Reina desde el minuto uno de su reinado un elevado sentido del deber, responsabilidad y conocimiento de su papel, evitando en todo momento caer en los errores que terminaron empañando el currículum del Rey emérito.
El discurso de don Felipe, breve y preciso, fue una pieza maestra de equilibrio, leída con contenida emoción y destilando su  afecto hacia los familiares de las víctimas. Con  su añadida  advertencia de no dejar pasar lo ocurrido sin adoptar las medidas que eviten o reduzcan las amenazas y peligros que pueden repetirse.