Ya tenemos jueza en el juzgado número 3 de nuestra ciudad. Es de justicia dejar anotado en estas primeras líneas que la respuesta de los órganos responsables solucionó la vacante en breve tiempo. Más vale sustituta -- porque sustituta es-- que seguir viendo como un servicio básico como lo es la justicia en Ontinyent seguía estando bajo mínimos. Por ese estado de cosas vino el titular de la portada de LOCLAR el pasado viernes, que “la Justicia es Ontinyent ya es una broma pesada”. Hubiese sido igualmente cierto decir aquello que hizo famoso a Pedro Pacheco, alcalde de Jerez, de que “la justicia en España es un cachondeo”. A la vista de lo que ha venido ocurriendo en nuestra ciudad, aquí podríamos decir que aquí lo mismo que Pacheco multiplicado por cuatro.

Si las ausencias por traslados que no se cubren o se hacen tarde, bajas médicas, fallos internáuticos, pésimas y dispersas instalaciones, y demás contrariedades que se conjuran para hacerse pesadilla en los juzgados de nuestra ciudad, han quedado atrás, celebrémoslo, pero no nos confiemos porque todavía queda mucho por hacer hasta que la normalidad se adueñe de los cuatro juzgados de primera instancia a instrucción de nuestra ciudad.

LOS GUASAPS DE SÁNCHEZ Y ÁBALOS 
El diario El Mundo está viviendo un mayo florido al haber conseguido incrementar sus ventas en su edición de papel. Desde que el pasado domingo comenzase a publicar los intercambios entre el todavía presidente del gobierno, Pedro Sánchez y el diputado socialista valenciano, José Luis Ábalos, el interés de sus lectores se ha puesto de manifiesto al agotar los ejemplares que pone a la venta, al tiempo que los demás medios de comunicación han entrado en liza para analizar la importancia y gravedad de las revelaciones de unos mensajes como los que intercambiaron quienes formaron un tándem que acabó rompiéndose sin que Sánchez, que así lo decidió, nunca informase de las razones por las que prescindía de Ábalos. Y éste, pese la defenestración sufrida, contó con el favor de Pedro Sánchez para formar parte de la lista al Congreso por Valencia en las elecciones generales de 2023. Ahora, por razones que no han aflorado, pero que no tardaremos mucho en conocer, el que fuera secretario de organización del PSOE y todopoderoso ministro de Fomento, ha decidido airear los guasaps que intercambió con el presidente del gobierno.

ÁBALOS AUTORIZÓ SU PUBLICACIÓN
Pedro Sánchez, capaz hasta ahora como ningún otro, de hacer de la necesidad – y en muchas ocasiones también de la necedad – virtud, ha quedado desconcertado al ver que mensajes que intercambió con el que fue su mano derecha salían a la luz. La primera reacción fue la de quitar importancia a su contenido, tachándolos de intrascendentes. A medida que se publicaban otros mensajes crecía la preocupación en La Moncloa, y lo intrascendente paso a verse como delito. En eso que Ábalos declaró que había sido él quien había autorizado la filtración de los mensajes para que el panorama se ensombreciese para el desgobierno de Sánchez. Y más borrascoso que se le puede volver según vayan saliendo otros más comprometedores. Aquí dejo el asunto. De momento. Continuaremos atentos a la pantalla. 

¿SE ACABARÁN LAS LLAMADAS  IMPERTINENTES? 
El ministerio de Consumo anuncia que quiere impedir que los usuarios sigamos siendo martirizados con llamadas telefónicas a cuál de ellas más impertinente. Ha introducido una enmienda en la Ley de Servicios de Atención a la Clientela, obligando a las empresas de telefonía a identificar las llamadas comerciales, esas que usted, yo, y el lucero del alba, hemos recibido a todas horas y todas nos han parecido intempestivas y molestas. Unas llamadas que están prohibidas desde 2023, pero que las empresas se han pasado por el forro, con excusas como que se hacen a antiguos clientes o por culpa de esas malditas y enredadoras cookies que en algún momento podemos haber autorizado. 
Me gustaría pensar que sí, que se acabarán las llamadas inoportunas, pero no me lo creo, y las encargadas de hacerlas, porque en su noventa por ciento las efectúan mujeres, seguirán padeciendo las impertinencias, y no pocas groserías, de quienes reaccionan de modo airado. No es mi caso. No les cuelgo, simplemente les digo –y el truco funciona – que es un teléfono de empresa al que está llamando y que no estoy autorizado a cambiar de compañía.