RAFA. El reconocimiento de los méritos, ya sean deportivos, culturales, económicos, va parejo al nivel de conocimiento popular del protagonista. Los diez torneos Roland Garros ganados por Rafa Nadal merecen, con toda razón y mérito, los más destacados titulares. Por la excepcionalidad del logro y la personalidad del ganador, que despierta afecto y simpatía y provoca el contagio de su emoción, viéndole abrazado a su trofeo mientras se escuchan los sones del himno nacional que todo el público –francés en su mayoría-- atiende con respeto. Bien por Rafa, bien. Te lo mereces por deportista, buena persona y español cabal.
IGNACIO. Son tantas las estupideces, insidias y maledicencias que a diario se destilan y ventilan en los comentarios a pie de noticia de los medios de comunicación, y no digamos en las anónimas redes sociales, que reconforta, aunque sólo sea por unas pocas horas, poder leer notas en las que se elogia la valentía, decisión y coraje del joven español, Ignacio Echeverría, asesinado en Londres cuando trató de defender a una mujer del salvaje ataque perpetrado por tres desquiciados terroristas islamistas, cerca de la Torre de Londres. Ignacio ya forma parte de la larga nómina de nuestros héroes españoles – históricos o contemporáneos— esos pocos hombres y mujeres que han hecho del vivir, incluso del morir, una norma de excepcional actuación. Todo un ejemplo de generosidad, tanta que terminó costándole la vida, cuando decidió arriesgar su vida por defender la de una mujer a la que no conocía, sin que ello le importase.
Su caso ha merecido cierta atención mediática en España, escasa en cualquier caso frente tantos casos de consumada insustancialidad y que, sin embargo, concitan el fervor de cadenas de televisión siempre prestas a dar audiencia a chikilicuatres de toda laya y condición. A los reconocimientos gubernamentales y municipales (cruz de plata de la Orden del Mérito Civil y medalla de oro del municipio de Las Rozas) se deben unir los cientos y miles de homenajes que en la intimidad de cada hogar otros cientos y miles de españolas le han rendido como agradecimiento a su desprendimiento, a su heroísmo.
CONSUELO. Casi a la misma hora que en el cementerio de Las Rozas recibían cristiana sepultura el cuerpo de Ignacio Echeverría, en el camposanto de Fontanars dels Alforins eran inhumados los restos de una mujer, también valiente y heroína, pero cuya muerte apenas si trascendió más allá del ámbito familiar y municipal. Consuelo Lladosa Tolsá, agotada después de una dura vida de trabajo y sacrificio, había muerto el día anterior a los ochenta años de edad. El recuerdo con que pretendo plasmar en estas líneas está cargado del afecto agradecido a su persona. Cuando la bautizaron le pusieron por nombre Consuelo. Y consuelo hubo de ser para los suyos todos los días de su vida. Madre de cuatro hijos varones, fruto de su matrimonio con Antonio Ribera, cuando la vida comenzaba a ofrecerle mejores perspectivas, el peor de los allanó su casa. Un desgraciado accidente laboral acabó con la vida de su marido con poco más de cuarenta años. Consuelo, que ya sabía de sobra lo que eran esfuerzos y sacrificios, hubo de incrementarlos si quería sacar adelante a sus cuatro hijos. Asumió su papel de padre y madre con tal de lograrlo. Y lo consiguió por su empeño y constancia. Cómo no había de sentirse orgullosa de unos hijos que siempre le reconocieron y agradecieron sus constantes desvelos. Uno de ellos, Vicente, ha sido alcalde de Fontanars desde el año 2003, cargo que repitió en las dos siguientes legislaturas. En la actualidad es portavoz del PP.
Consuelo fue más que una gran madre una verdadera heroína para sus hijos y nietos, para vecinos, para todo aquel que la conoció y supo apreciar su valía. Gran mujer a la que le ha llegado el bien ganado y merecido descanso.