Lo de dimitir, como vemos, es esporádico, aunque también tendría que aplicarse a la delegada del Gobierno en Valencia, Pilar Bernabé, y tantos otros. Claro que hay quien se escuda en la ambigüedad para soslayar la mentira, como es el caso de Patxi López, que dice haber cursado estudios de ingeniería industrial. Si lo ha hecho un día, un mes o un año, está por ver, porque la verdad es que terminarlos no los terminó.
La obsesión por tener un buen currículum se debe a querer aparecer como más listo y más formado que otros especímenes parecidos, no sea que se descubra la vacuidad personal de quien presume de titulitis.
Ya ha denunciado, a su manera, esta manía la vicepresidenta Yolanda Díaz, diciendo que le gustaría formar parte de un Gobierno en el que hubiese una mujer de la limpieza o un albañil. Dejando la discriminación de sexos al margen, nuestra política demuestra no tener suficientes conocimientos, pues hubo un ministro, José Luis Corcuera, que fue trabajador manual en Altos Hornos y no desempeñó nada mal su cometido.
El afán por mostrar una mochila llena de títulos puede rozar, cuando no incurrir, en el ridículo. Ahí está, si no, el caso del ministro Óscar Puente, presumiendo de tener un máster de la Fundación Jaime Vera, cuando ésta no es más que una organización del PSOE para dar cursos a sus afiliados. Por eso, el citado máster es como si una esposa extendiese un papel a su cónyuge diciendo que es un buen marido. Todo, por ser de la familia.