No sé si atribuirlo a cansancio, pereza o aburrimiento escribir de política, pero cada vez me cuesta más hacerlo, sin obligación laboral de por medio. ¿Será porque muchos, demasiados, de quienes ahora son protagonistas en esta España de pícaros, unos me parecen verdaderos majaderos, otros ignaros, muchos de ellos soberbios, otros tantos farsantes, sin que falten aprovechados, ladrones, puteros y algunos, para mayor procacidad y desvergüenza, alardeando de doctorados cum fraude y títulos universitarios? Son muchos los años en los que he sido cronista político. Con la fortuna, añadida, de haber sido testigo privilegiado de una etapa tan interesante y crucial para la vida de los españoles como lo fue la Transición, que ahora tratan de demonizar quienes, muchos de ellos hijos de papá criados a la teta que comenzaba a ser nutricia, se vieron favorecidos por el generoso entendimiento, superador de los odios cainitas, de quienes renunciaron a seguir mirando hacia atrás, para no volver a ver con desolación aquella España que se empeñó en matarse “A sangre y fuego”, título de una de las obras del tan tardíamente descubierto periodista Manuel Chaves Nogales.
José Manuel Gironés Guillem, paisano y amigo, ha sido uno de esos periodistas que aún sufrió, en el corto periodo que dirigió el diario Levante, el boicot de quienes creían tener “todo atado y bien atado”. A su brillante y exitosa trayectoria profesional como cronista, director y profesor, debe añadírsele la de presidente de Unesco-Valencia, desde la que fue promotor de iniciativas, como exposiciones y muestras conocidas como Multakas, así como organizador, junto con su esposa Rosalina, de unos inolvidables e irrepetibles viajes. Por todo ello, rindo homenaje de admiración y gratitud por su generosa amistad que Dios converse.