Domingo 7 de septiembre. La explanada de santa Ana resultó en esta ocasión, en el año que más festeros han participado, demasiado amplia por no ser tantos, como en años anteriores, los festeros y paisanos que aguardábamos la llegada del Cristo de la Agonía. La Subida, la Pujà, no sólo es el acto que pone punto final a nuestras fiestas, con todo lo que ello nos acarrea de nostalgia. Queremos pensar que el verano ya no nos martirizará más con la villanía con que lo ha hecho con su calor, muchísimo y agobiante, pero no. También es la ocasión de lamentar el poniente, tratando de evitar que los mosquitos, siempre activos e inoportunos dejen su impronta en la piel. 
En la espera de la llegada de nuestro Cristo se suceden los saludos, apretones de manos y abrazos de conocidos de toda la vida, que maldita la gracia es esa de decir “viejos amigos”.  Uno de ellos me dice que quiere comentarme un asunto con total discreción. Me invita a hacernos a un lado y me pide que muy formalmente le asegure que cuanto quiere contarme tiene que  ser “secreto de confesión”. Le digo que no estoy obligado a ello por no ser cura, pero sí como periodista que ha tenido a gala cumplir con el “secreto de profesión” que me ha llevado a mantener el anonimato de la fuente informante durante toda mi vida profesional. 
Y lo que me dice me sorprende, pero no me extraña: “¿Qué te parece que el Cristo de la Agonía tenga una cofradía en la Semana Santa de Ontinyent? ¿Crees que vale la pena divulgar la propuesta a la que mi amigo –que le acompaña – le hemos dedicado muchas horas?, me pregunta. Como poco, una hermosa idea, les respondo, pero no sé qué acogida podrá tener. Y les invito a que pasen por la Redacción de LOCLAR y hablen con su directora, María Reig, a la que daré aviso de que la visitarán. Hasta aquí, lo poco que he podido saber de tan interesante proposición. Se acercan  a nuestro grupos otros conocidos y mis confidentes no quieren comentar nada más en presencia de terceros.
Un viaje familiar me impide estar estos pasados días al tanto de sus declaraciones. Cuando regrese, ya estará publicado lo que estos dos festeros, paisanos y devotos del Cristo hayan tenido bien contarle a la directora, y las primeras reacciones que, sin duda, provocará la idea de crear la cofradía del Cristo, que puede ser polémica pero que no deja de ser una muestra más del rico ADN del emprendedurismo ontinyentí.

ALBARES Y EL VALENCIANO
En las últimas semanas, sin que importasen los calores agosteños, cada vez que se le ha preguntado al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, por las prioridades que más ocupaban su tiempo, no dudaba en responder que “conseguir la oficialidad en Europa del catalán”. En ocasiones, no en todas, añadía que también “el vasco y el gallego”. Se le preguntó si también iba a reclamar el mismo protagonismo en Europa para el valenciano y se desentendió, a pesar de que en los estatutos de autonomía bilingües, también son tan cooficiales como el catalán, euskera y gallego, el valenciano y el aranés, pero por éstos no pelea el ministro Albares porque no forman parte de las exigencias de Puigdemont. 

TAMPOCO COMPROMÍS NI PSPV
Menos se entiende que en nuestra Comunidad no se escuche reclamar a un partido, que dice ser “de obediencia valenciana” como Compromís, reclamar la cooficialidad del valenciano en la Unión Europea. No hay que ser mal pensado para deducir que ese silencio responde a que estos valencianistas están hipotecados por el catalanismo y el valenciano les tiene con la lengua pegada al paladar, porque con que se reconozca el catalán ya se sienten servidos. Lo mismo que los socialistas de Diana Morant, que nada han dicho, pero que tampoco se haya escuchado esa misma reclamación a la presidenta y miembros de la Academia Valenciana de la Lengua, resulta curioso, como poco.
Para la Unión Europea –ojo al dato – el valenciano es la lengua de la Comunidad Valenciana y así lo dejó escrito en la contestación a pregunta del eurodiputado valenciano, Esteban González Pons. Al ministro Albares, que también ha hecho exhibición de su confundida filología, sólo se preocupa de lo que le manda Pedro Sánchez por imposición, a su vez, de los caprichos de Carles Puigdemont. Al igual que quien todavía sigue siendo presidente del Gobierno, todos sus ministros, ministras y ministres viven pendientes de la exigencias del prófugo de Puigdemont porque saben que de éste depende que sigan siendo ministros, ministras o ministres.