Estamos acostumbrados a vivir en una sociedad donde el concepto de viaje es muy básico. Uno viaja en vacaciones, para desconectar de la rutina, para descubrir nuevos lugares, para poder decir “yo he estado ahí” o, simplemente, se viaja por trabajo. Pero esos viajes siempre tienen un tiempo limitado y tarde o temprano llegan a su fin.
Nos han educado en una sociedad muy tradicional. Uno acaba sus estudios básicos, elige una carrera, aun cuando no sabe realmente su verdadera vocación y, sólo aquellos que lo tienen tan claro lo aciertan; el resto lanzamos una moneda al aire y rezamos para que la suerte caiga de nuestro lado. Una vez terminamos nuestros estudios universitarios hay que encontrar un buen trabajo. La cosa está difícil y no hay mucho para elegir, así que si sale una oportunidad no la desperdicies, da igual lo que te haga feliz. Luego cásate y forma una familia, disfruta de la vida, de tu hogar, de tu gente y viaja cuando puedas.
Pero hay otro tipo de viaje. Son viajes más largos, nunca sabes cuándo van a terminar. Personas que se han tenido que ir lejos de su hogar, de su gente, de su familia para poder conseguir una nueva oportunidad laboral o para aclarar sus ideas y empezar una nueva vida. Y no es fácil, hay que ser valiente, pero es entonces cuando descubres otros estilos de vida muy diferentes y empiezas a pensar.
Viajando abres tu mente, conoces a personas nuevas e interesantes, otras culturas y otra forma de ver la vida. No todo es trabajo de oficina, a veces salir a la calle y hacer lo que más te gusta te enriquece mucho más. Cuando estás lejos de casa toda esa gente que conoces un día se convierte en tu familia. Te das cuenta de que alguien que hasta hace poco era un desconocido ahora es como tu hermano. Que las discusiones por cosas banales no existen, que lo que realmente importa son cosas más profundas. Que cuando necesitas ayuda no te tienden una mano, te tienden diez. Todos estamos lejos de nuestros hogares, pero ves como poco a poco haces de esos lugares tu nuevo hogar.
Viajar hace que aprendas de la vida, de la gente, de la naturaleza, de la historia; aprendes nuevas lenguas, nuevas culturas, otras costumbres, sin necesidad de un aula. Enseñas a otras personas y ellas te enseñan a ti. Te ves capaz de poder cambiar el mundo poniendo un poco de tu parte y empiezas a valorar lo que tienes. Te das cuenta de lo que has dejado atrás, de lo que echas de menos, pero quieres conocer más y cambiar ese concepto de viajar que nos inculca la sociedad.
Estoy cansada de oír siempre lo mismo. “¿Por qué tan lejos?”, “Llevas fuera mucho tiempo”, “Vuelve y busca trabajo aquí”, “¿No quieres formar una familia?”, “Tu gente está aquí”. Frases y preguntas de gente que no conoce el poder de viajar. Y yo siempre me digo: “Yo voy con el viento, conociendo que hay más allá del mar, hasta que me sienta preparada para volver, hasta que me inspire y conozca todas aquellas historias que quiero contar, quiero encontrar mi lugar, un lugar donde no se vive para trabajar, sino que se trabaja para vivir, para disfrutar, para tener una vida sin estrés y con tiempo para uno mismo. Un lugar donde formar mi familia y, mientras tanto, voy conociendo a gente de todos los lugares del planeta, dejando amigos por todos lados, no sólo en mi tierra.”
Y os aseguro que ese lugar existe, aquí, allí o donde lo queramos encontrar, sólo tenemos que ser capaces de cambiar y abrir nuestra mente, por lo tanto, una vez dicho todo esto sólo me queda decir: “dame la mano y vamos a darle la vuelta al mundo.”