Llevamos un par de semanas en los que no hay día en que andanzas, negocios, socios, amistades peligrosas y hasta sus hijas del ex presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no aparezcan en los medios de comunicación. Y siempre por sospechosas razones. Extrañas connivencias e incluso encuentros y conciliábulos, como el revelado por el periodista de El Debate, Alejandro Entrambasaguas, la reunión que tuvo, con atrezo mafioso incluido, en un punto sin cobertura de la sierra madrileña con un directivo de la compañía aérea Plus Ultra, Julio Martínez, setenta y dos horas antes de que éste fuese detenido, en el curso de investigaciones sobre mordidas, chanchullos y comisiones como las que se pudieron pagar y cobrar por la concesión de una más que generosa subvención a la venezolana Plus Ultra, beneficiada con 53 millones de euros, pagados por el Fondo de Apoyo a la Solvencia de Empresas Estratégicas (FASEE), otro chiringuito gestionado por la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI), presidida en aquel momento por otro investigado, Vicente Fernández.

Aquel Rodríguez Zapatero, que se hacía pasar para nuestro engaño como bobo de solemnidad, siendo todavía inquilino de La Moncloa hizo suya la frase de Gómez de la Serna sobre la que sería su mejor ocupación al dejar la presidencia del Gobierno: “Supervisor de nubes acostado en una hamaca y mirando al cielo”. Lo que pretendía era que siguiésemos considerándole un Bambi mientras tenía sembrados y abonados terrenos en China y Venezuela en los que hacer sus multimillonarios negocios. 

Además de a sus muchos tejemanejes, a los que ya introdujo a sus hijas, aquellas góticas que llevó a una reunión con Barack Obama en la Casa Blanca, ZP ha sido correo del zar Sánchez para negociar con Puigdemont en Waterloo. Y también se ofreció –o fue requerido para ello -- como mediador para que Jorge Rodríguez, alcalde de Ontinyent y líder de Ens Uneix, volviese al redil socialista. En un encuentro en un hotel de Valencia ubicado en el Paseo de la Alameda, que no tuvo nada de clandestino, se vio al halagador Zapatero, pero que no consiguió con sus zalamerías convencer a nuestro alcalde. ¿A qué responde, pues, el titular de esta columna? Lo desvelo. Pocos días después de ese encuentro del ex presidente del gobierno --en el que también estuvieron presentes Natalia Enguix y el alcalde de Xàtiva— Jorge Rodríguez Gramage recibió de madrugada un mensaje enviado por ZP y que éste borró al momento. Dos días después hubo otro mensaje igualmente borrado. ¿Raro, no? ¿Qué pudo pasar? Si se tienen en cuenta las amistades peligrosas y, sobre todo, el canallesco apoyo de ZP a la dictadura venezolana del usurpador Maduro, lo de los mensajes borrados empieza tener sentido. El  destinatario de esos mensajes debió ser otro Jorge Rodríguez, Jorge Jesús Rodríguez Gómez, presidente de la Asamblea nacional de Venezuela, uno más de los siniestros personajes que siguen apuntalando al sangriento dictador Nicolás Maduro, al que no le ha faltado en ningún momento el apoyo incondicional y las complicidades lucrativas de ZP.