Respetable magistrada: Las cenizas del que fuera ontinyentí, catedrático, magistrado del Tribunal Supremo y amigo, Vicent Lluís Montés Penadés, deben haberse revuelto en su urna en los últimos meses, por culpa de tantos y tan tontos ataques a la Justicia. Escucharle estos días habría sido de lo más clarificador. Pedagogía la del profesor Montés frente la demagogia y burricie de la que no pocos han hecho gala a propósito de la última sentencia del Tribunal Constitucional, que ha declarado inconstitucional el primer estado de alarma, y con el que el Gobierno de Pedro Sánchez trató de hacer frente a la pandemia del coronavirus. Y lo hizo a sabiendas de que esa no era la mejor vía y que corría el peligro, como así ha ocurrido, de descarrilar en el alto tribunal. 
Desde que Alfonso Guerra anunciase la muerte de Montesquieu, la separación de poderes ha ido de mal en peor en España. Cada vez son mayores y más desvergonzados los propósitos de poner la Justicia al servicio de un ejecutivo metomentodo y entrometido como es el de Pedro Sánchez. Hasta tal el punto de que ya cabe hasta dudar de la vigencia, entre otros muchos preceptos constitucionales también mancillados, del apartado 5 del artículo 159 de nuestra Carta Magna, el que dice que “los miembros del Tribunal Constitucional serán independientes e inamovibles en el ejercicio de su mandato”. He resaltado lo de independientes en negrita y subrayado, porque esa cualidad es la que otorga calidad a nuestra Justicia, que deja de ser justa y ecuánime cuando cede a las presiones del poder. De cualquier poder.
A la ya ex vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, hay que agradecerle, al menos, su sinceridad y desparpajo al reconocer su descarada intromisión tratando de presionar a miembros del Tribunal Constitucional para que validasen el estado de alarma decidido por el gobierno sanchista. Intromisión rechazada de hecho y por derecho.
Usted, señora Roca, como magistrada y vicepresidente del Tribunal Constitucional, denunció esas presiones llegadas desde el Gobierno y medios de comunicación afines. Pese ser muchas las injerencias y coacciones no alteraron su sentido de la responsabilidad, ecuanimidad e independencia a la hora de manifestar su postura, lo que resulta muy de agradecer.
Desde que se conoció su voto apoyando la declaración de inconstitucionalidad, le han llovido desde el gobierno de Pedro Sánchez y de sus empesebrados voceros, feroces invectivas y toda clase de denuestos. Una de esas críticas, de lo más acerba y estúpida, aparece firmada por Ximo Urenya en un digital  que dice ser “el nou diari que necessitent els països catalans”, en el que aprovecha dar cuenta de cómo y cuándo la conoció a usted en Ontinyent, para enviarle un cantazo.
El Urenya que le saludó a usted en nuestra ciudad era pedagogo. Ahora no lo conocería como tal sino como un gran demagogo. Y así lo corrobora al decir de su señoría que “últimamente, su nombre ha sido vilipendiado, y con razón, por parte del sector progresista del Tribunal Constitucional y también por el PSOE y los nacionalistas catalanes, que se han llevado las manos a la cabeza al comprobar la traición que, una vez más Encarna Roca materializaba...”.
Tildar de traidora a una magistrada es insulto de grueso calibre. Tenga por segura, señora Roca, que el desafortunado comentario de su debelador habría decepcionado profundamente a Vicent Lluís. Y no porque Urenya obviase citarlo por su nombre – una demostración más de su ingratitud, de la que ha demostrado ser un maestro— sino por la preocupante gravedad que destilan sus palabras, revolviéndose como se revuelve contra una magistrada porque no se ha pronunciado como él, el gobierno de Sánchez,  y sus socios separatistas catalanes, hubiesen deseado. Y así, aunque infructuosamente, trataron de imponerlo. 
Para estos embaucadores demagogos la justicia es justa si se pliega a sus propósitos, intereses y conveniencias. Así, las togas tienen que mancharse con el polvo del camino. Cuando no lo consiguen, reaccionan con el pataleo de tachar de ultraderechista, cuando no facha, a todo aquel que no dice, hace, opina o piensa lo mismo que ellos, poseedores como se creen de la verdad absoluta y suprema. Y se auto conceden patente de corso para opinar de una sentencia y arremeter con especial vesania contra usted, señora Roca, sin haberse tomado la molestia de leerla antes de lanzarse al abordaje. 
Cuídese, señora magistrada, de quienes la atacan como jurista y como mujer. No le será fácil ponerse a salvo en un país como el nuestro en el que cada día afloran más y más demagogos. Lo peor no es que hayan colonizado las redes sociales sino que se han instalado en el Gobierno de España y de Cataluña y así nos va.
Suyo atentísimo.