Los viajes suelen ser vivero de amistades. Surgen de dos clases, las que lo hacen de modo efervescente, con súbito intercambio de direcciones y teléfonos al final de la excursión, y las más reposadas que, a la larga, resultan ser más sólidas puesto que consolidan relaciones y afectos. Fruto de éstos fue posible conocer la existencia de un ilustre ontinyentí que no figuraba en el catálogo de quienes merecen ser reconocidos por su actividad cultural, artística, social, legislativa, humanitaria…
En uno de los últimos viajes organizados por Unesco-Valencia, con José Manuel Gironés y Rosalina Lasso de la Vega como  promotores y cicerones, conocimos a Juan Manuel Enrique, empresario jubilado y ahora estudioso del arte valenciano, y Amparo Navea, reputada oftalmóloga. Una muy interesante pareja con la que hemos hecho amistad. Fruto de la misma ha sido posible conocer la existencia de Roberto Roca Cerdá, escultor ontinyentí hasta ahora desconocido por la mayoría de sus paisanos.
Juan Manuel envió semanas atrás a un chat en el que nos integramos buena parte de quienes viajamos a Islandia,  un escueto mensaje, con foto incluida, sobre un monumento que se levanta cerca de los jardines de Viveros. El mensaje de Juan Manuel decía así: “Ontinyentins, estatua en Valencia del escultor de vuestra ciudad Roberto Roca, para sentirse orgullosos”.
Pregunté a varios ontinyentins conocedores de nuestra tierra y sus gentes por él y ninguno de ellos supo darme razón. No era cosa de desanimarse. Rastreé en Internet y conseguí esta información firmada por José Rafael Navarro: “Gracias al trabajo realizado por José María Hurtado para la revista del 60 aniversario de la Caída de Jesús del municipio albaceteño de Tobarra…sabemos que su nombre completo es Roberto Roca Cerdá, y que nació en Onteniente (Valencia) el 19 de noviembre de 1892”.
“Roberto Roca inició sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de la Academia de San Carlos, en 1909, tras solicitar y obtener matrícula gratuita. En Madrid, Roca compaginó sus estudios con el trabajo en el taller de Mariano Benlliure, con el que colaboraría durante mucho tiempo. Su hermano Enrique Roca Cerdá hizo fortuna en Cuba con negocios de muebles, y con él se fue Roberto, pero no se adaptó y volvió enseguida. Amparo Roca, su sobrina, afirma que vio “un Cristo impresionante” de su tío en una iglesia de La Habana”.
El rastreo me permitió llegar hasta una tesis doctoral, la defendida en Valencia en el año 2003 por Elena de las Heras Esteban: “La escultura pública en Valencia”, en donde hace la siguiente cita: “También fue donación a la ciudad, y por tanto obra iniciada y patrocinada por iniciativa privada la estatua cerámica de Palas Atenea, diosa de la sabiduría, cuyo nombre figura en el pedestal junto a la significativa leyenda “Patria y Estudio”, que se erigió en el primer tramo ajardinado del Paseo de Valencia al Mar, en un lugar próximo a la Facultad de Ciencias y que se inauguró el 12 de noviembre de 1967. Esta obra escultórica fue iniciativa de Manuel González Martí, director del Museo Nacional de Cerámica, quien decidió su ejecución a raíz de un legado recibido en la institución que presidía. Se trata de una monumental estatua en cerámica y refractario que fue ejecutada por el escultor ceramista Roberto Roca Cerdá a partir de un modelo ejecutado en la década de los años veinte, época en la que triunfaba en la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París celebrada en 1925”.
Obra de Roberto Roca son la placa de la Calle Roger de Lluria en Valencia, el boceto para el concurso del panteón de Blasco Ibáñez en el año 1932 (que realizaría finalmente Mariano Benlliure) y toda la decoración cerámica del Ministerio de Educación Nacional, Palacio de la Prensa y Círculo de las Bellas Artes en Madrid. 
Poco más sabemos, por ahora, de nuestro paisano Roberto Roca Cerdá, fallecido, según parece en extrema pobreza, el 23 de noviembre de 1978, pero parece claro que se trata de un ontinyentí que merece ser estudiado y recordado por sus paisanos y del que, con toda razón, podemos sentirnos orgullosos.