El fútbol como metáfora de la vida. Ese es el poder de un deporte que cautiva a la humanidad. El Collao fue testigo de un capítulo más de la grandeza de la recreación sobre el verde césped de la vida en sí misma. De la capacidad de no rendirse, de levantarse cuando la realidad te propina un golpe que te estampa contra el suelo, del valor del esfuerzo y de la utilidad de la desgracia como herramienta para hacerte más fuerte.
Hace menos de dos años, Vicente Parras y Juanan Casanova, vivieron el peor de los escenarios que se le pueden presentar a la gente del fútbol. Se vieron obligados a dejar de competir y vivieron en primera persona cómo el club cuyo escudo defendían desaparecía de la noche a la mañana. Entrenador y capitán acapararon portadas de medios nacionales como caras visibles y damnificadas del inclemente asesinato de un mítico club. Hoy, ellos mismos, se han convertido en historia del fútbol. Pasarán muchos años y se hablará del partido del miércoles. De la más absoluta desolación a la mayor alegría en un corto espacio de tiempo.
Es un ejemplo de vida. En estos difíciles momentos que nos está tocando vivir, donde no se atisba la luz al final del túnel, donde nos falta la salud, el trabajo y las expectativas se tambalean, reconforta ver cómo, tras tocar fondo, te pueden esperar, más pronto que tarde, alegrías que tan siquiera puedes imaginar. No cabe la rendición, hay que levantarse cada día para dar lo mejor de uno mismo hasta hallar la recompensa.
Para ello es innegociable la convicción, tener la seguridad de que tu manera de trabajar es la correcta y que a través de ella llegarás al éxito. Cómo recuerda este Alcoyano a aquel triunfador Ontinyent de la 17-18. Rigor táctico, intensidad, solidaridad, esfuerzo sin descanso, obsesión por portería a cero y fe hasta el último minuto. Nueve miembros (entre jugadores y cuerpo técnico) de aquel club desaparecido disfrutaron del deleite ante el todopoderoso Madrid. Parras ha ido reconstruyendo aquel proyecto hasta poner la guinda esta temporada con la incorporación de Juanan, el rey en su particular tablero de ajedrez.
Juanan, olleriense con corazón blanquinegro, estaba llamado a ser el héroe de la noche. No podía haber mejor abanderado de la épica; marcó uno de esos goles a los que nos tenía acostumbrados en el Clariano, a última hora, cuando las fuerzas flaquean y hasta las medias pesan, cuando solo los valientes siguen remando, cuando toca rubricar el poema épico con la rima perfecta. En esa carrera, en ese desmarque, en ese remate, en ese gol, había una fuerza irresistible que deseaba romper el cristal del maleficio, el envoltorio del infortunio, para, por fin, percibir la luz de la gloria.
Atravesado ese umbral de la felicidad, podemos concluir que el aprendizaje que sacaron de los malos momentos les valió como irrefrenable impulso para ser más fuertes y mejores. Ellos sí, tras aquel marzo de 2019, tan negro para Ontinyent, se dijeron para sí #Saldremosmasfuertes. Y lo han hecho.