Se acaba de cumplir el año, casi día por día, de las últimas elecciones municipales en toda España. En Ontinyent, también y con ingredientes extras a los que suelen ser habituales en estos comicios. Se trataba de comprobar si la candidatura encabezada por el alcalde Jorge Rodríguez, podía revalidar el triunfo obtenido cuatro años antes, cuando consiguió mayoría absoluta. Ahora en las papeletas ya no aparecían las siglas del PSPV-PSOE, partido que habiéndose pasado por el forro la presunción de inocencia de quien también era presidente de la Diputación de Valencia, lo había defenestrado la misma tarde en que había sido detenido en una operación policial que incluyó el despliegue de casi tantos hombres como los que ahora custodian el chalet del vicepresidente Iglesias y la ministra de Igualdad, en la urbanización de Galapagar.
La tarde noche del 26 de mayo de 2019 me encontraba en el estudio de la 8 TV Mediterráneo, invitado a participar en un debate en el que ir analizando la evolución de los escrutinios de las elecciones municipales y, sobre todo, las autonómicas porque el presidente del Consell, Ximo Puig, las adelantó para hacerlas coincidir con las locales. El interés, por tanto, estaba centrado en el futuro del gobierno valenciano y si, tal como apuntaban los sondeos y encuestas, el tripartito conseguía mantener el poder, así como conocer quienes ocuparían las alcaldías de las tres capitales de provincia: Alicante, Castellón y Valencia.
Y también que pasaría en Ontinyent, capital de la comarca de la Vall d’Albaida por presentarse una novísima candidatura, La Vall ens Uneix, encabezada por Jorge Rodríguez y al que se le auguraba un triunfo seguro que no garantizaba la mayoría absoluta de la que venía en la legislatura anterior.
Hasta que no se conocen los primeros resultados del escrutinio, los comentarios de los periodistas e invitados en platós de televisión y emisoras de radio no pasan de ser meras especulaciones. También las hacíamos nosotros mientras esperábamos la llegada de los primeros datos. En aquel momento, como yo mismo había dicho en días precedentes en el programa de Luis Motes (al que envío un abrazo de ánimo por la muerte de su hermano Rafa por el coronavirus), dije que creía que Jorge Rodríguez conseguiría la mayoría absoluta en el Ayuntamiento de Ontinyent. Un colega, que ya me había dado repetidas muestras de su manía persecutoria hacia Jorge Rodríguez, me obsequió con un mohín resultado de torcer la boca y fruncir el entrecejo. Las cámaras no captaron su gesto pero yo sí.
Llegaron los primeros resultado de Ontinyent, lo que me permitió adelantar a los telespectadores de La 8 que la candidatura de Jorge apuntaba maneras de triunfadora. Esta vez el mohín del colega estuvo acompañado de un comentario con el que trató de minusvalorar los resultados hasta ese momento conocidos en base al bajo porcentaje de voto escrutado: “Ya verás como esto cambia y tu alcalde no conseguirá la mayoría absoluta”. “Todo puede ser, le dije, porque en esta, como en toda contienda electoral, vale aquello de que hasta el rabo todo es toro”.
Avanzó rápido el recuento y pronto, superado el setenta por ciento de la contabilización de los votos, ya se puede saber con gran fiabilidad el resultado definitivo, recibí el dato y me permití tender una trampa al colega: “Tenías tú razón, no son once las concejalías de la candidatura de La Vall Ens Uneix”, le dije. A lo que se apresuró a replicar con un “ya te lo decía yo”.
“Absoluta no, absolutísima, le comenté, porque en este momento ya cuenta con dieciséis concejales”. Cifra que todavía tuve que modificar porque fueron diecisiete, sobre un total de veinte y una, las concejalías logradas por Jorge Rodríguez y su entusiasta y leal equipo de colaboradores.
Si histórico fue el resultado obtenido por La Vall Ens Uneix, histérica resultó la derrota del Partido Socialista que, después de haber defenestrado a Jorge Rodríguez con las peores maneras, se quedó sin candidatura y tuvo que confeccionar una recurriendo a una cunera como cabeza de lista y sin que los únicos concejales que abandonaron el barco de Jorge Rodríguez, tras el abordaje sufrido a manos de Puig, Ábalos y Muñoz, como Rebeca Torró y Jaime Peris quisieran encabezar una candidatura porque ya intuyeron el vapuleo que podían recibir en las urnas.
Estos doce meses trascurridos desde aquel 26 de mayo no han sido fáciles para el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Ontinyent, porque además del covid 19, que a todos alcanza, aquí hemos tenido lluvias torrenciales, un Clariano desbordado como no se recordaba y casi una idéntica repetición de ahogo. El gobierno municipal ha demostrado solidez y con rápida capacidad de respuesta frente a dos desafíos de origen tan distinto. Puede decirse que su actuación merece un progresa adecuadamente. Es más, si el todavía presidente del desgobierno de España, Pedro Sanchiglesias, no tuvo empacho alguno y sí mucha desvergüenza al decir quince días atrás ante las cámaras de Televisión que se ponía de nota un notable a la gestión de la crisis del coronavirus, en justicia correspondería al equipo de gobierno de Ontinyent un sobresaliente con matrícula de honor y cum laude.
Que siga así, es menester, pero sin necesidad de tener que ponerse otra vez a prueba por culpa de desgraciados hechos llámense danas o pandemias de las que bien sobrados estamos.
Marlaska y la Guardia Civil. Por mucho que sea el interés de José Félix Tezanos de salvar la cara del gobierno de Sánchez retorciendo el CIS y convirtiéndolo en un guiñol de la Moncloa, las actuaciones del propio presidente y sus ministros están rebozadas de continuos fracasos y notables meteduras de pata. Cinco meses desde la investidura han resultado ser cinco meses de embestiduras de lo más diversas. Lo más reciente, apenas suturada la herida de la reforma laboral pactada con Bildu, la crisis provocada en la Guardia Civil con la destitución del coronel Diego Pérez de los Cobos, a la que han seguido la dimisión de Laurentino Ceña, número dos en la escala de mando de la Benemérita y a la que ha seguido la salida del teniente general Fernando Santafé, un valenciano nacido en Bétera que disconforme con las actuaciones del ministro del Interior se lo hizo saber al ex juez y ex grande Marlaska y este lo ha destituido. Tres ceses, producto de la injerencia marlaskiana, que por mucho que el ex juez ha tratado de negar han provocado gran tensión y descontento. Si se trataba de una remodelación de puestos directivos en el Ministerio de interior y Guardia Civil, ¿cómo es que ayer jueves todavía no había podido nombrar sustituto para la Comandancia de Madrid ocupada por el coronel cesado?
La equiparación salarial de los guardias civiles, aprobada en su día por el PP, ha sido utilizada por el pequeño Marlaska como bálsamo de Fierabrás, pero ni así ha conseguido taponar la herida que con sus injerencias ha provocado.
A la vista del panorama, con un desgobierno que ha entrado en fase de desmadre y descontrol, bien puede decirse que sus actuaciones tienen el adecuado reflejo en una frase muy nuestra y de los más reveladora: “Cada cullerà, dos mosques”.
La última ruta de Soler Carnicer. Los montes, ríos, pueblos, cielos, caminos y sendas de la Comunidad Valenciana tienen mucho que agradecer la atención que les prestó el escritor y periodista que acaba de fallecer, José Soler Carnicer, nuestro Cavanilles del siglo XX, que acaba de fallecer a los 88 años después de haber dejado probado en decenas de libros, cientos de artículos y numerosas charlas y conferencias que nada de lo valenciano le era ajeno. Presidente del Círculo Excursionista de Valencia, asesor de la Gran Enciclopedia de la Región Valenciana, director de la revista Valencia Atracción, presidente y fundador de la Asociación Valenciana de Periodistas y Escritores de Turismo, mantuvo hasta llegar a octogenario un compromiso divulgador de nuestra realidad que siempre vio con los ojos del enamorado de la tierra valenciana que en justicia ya lo ha acogido en sus entrañas para darle un merecido y agradecido descanso.