Señor Delegado del Gobierno: Hace unos meses un vecino (o vecina), supongo que de Ontinyent y de la zona, cambió el rótulo existente en el inicio del Camí dels Presos por el de Camí dels Lladres. Modificación bastante acertada por lo mucho que reflejaba la realidad que en él se padece por culpa de los ladrones. Algún vecino protestó en un chat formado por propietarios porque, según decía, se podía interpretar como que quienes vivían en este camino eran unos ladrones. Más exacta, pero excesivamente larga, habría sido la modificación por: “Camí en el que los lladres campan a sus anchas mientras la autoridades encargadas de impedir los desmanes de los delincuentes se están tocando el níspero y no ponen los remedios efectivos con los que frenar las sucesivas oleadas de robos que se padecen”. Cierto, es demasiado largo. E incluso puede que injusto, si alguna autoridad presuntamente responsable de impedir estos continuos robos no está tocándose el níspero todo el tiempo.
En los últimos años, la inmensa mayoría de los chalets (que aquí denominados casetes) de esta zona del diseminado ontinyentí, ha sido objeto de repetidos asaltos y robos. Sólo una decena de viviendas de más de un centenar que existen en este camino no ha sufrido la ingrata presencia de los ladrones. Todas las demás han sido asaltadas, registradas, robadas y expoliadas. Sus puertas derribadas y sus ventanas arrancadas si se interponían en el propósito criminal de estos canallas. No se sabe cuántas son las cuadrillas de chorizos que actúan, ni tampoco que se hayan producido detenciones, de modo que los vecinos vivimos con el alma en vilo; las empresas de alarmas poniéndose las botas; y las aseguradoras frunciendo el ceño, porque algunos de los chalets han sido robados en más de una ocasión.
Que esta zona del extrarradio de Ontinyent se haya visto tan castigada no quiere decir que las demás urbanizaciones del extenso diseminado –cerca de seis mil chalets o casetes— hayan corrido mejor suerte. Para nada. El problema de los robos afecta a todas las viviendas del extrarradio de nuestra ciudad y el modus operandi de los asaltantes es muy parecido en todos los casos. En este mismo periódico se advertía a las autoridades, justo la semana antes del cambio de la hora, que de acuerdo con lo visto y sufrido en años anteriores cabía temer la pronta repetición de los robos. Así ha sido. Ya llevamos contabilizados otros cuatro asaltos en este puente de Todos los Santos. Cuatro de los que tengamos noticia, porque pueden ser más. La política informativa de la Guardia Civil, a la que compete la vigilancia del diseminado de Ontinyent, suele ser parca cuando no reacia del todo a dar cuenta del número de robos padecidos.
Como debiera comprender, señor Delegado, el temor, la irritación y enfado de los propietarios de chalets y viviendas van en aumento según se incrementa en paralelo el número de asaltos. El empute ciudadano está más que justificado. Y se acrecienta cuando lejos de que se nos den a conocer nuevas medidas contra la que ya es una pandemia, lo único que se nos dice es que usted ha tomado la decisión de reordenar las responsabilidades de la Guardia Civil y la Policía Nacional en la provincia de Valencia. Y que, en el concreto caso de Ontinyent, desaparecerá en el plazo de cinco años nuestra Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía y que será la Guardia Civil la que asuma las competencias de aquella.
Creo recoger el sentir de muchos de los vecinos que se sienten robados, afectados, timados, burlados, cabreados. Y ante la falta de una contundente respuesta policial, desamparados. Vecinos que cuando cae la noche prefieren quedarse en casa porque una escapada al cine puede terminar convertida en una verdadera película de terror. ¿O no lo consideraría así si al salir su hija de la ducha se encontrase en su dormitorio con tres tipos altos y fornidos, con los rostros cubiertos por pasamontañas, que le dicen que no le harán daño alguno pero que quieren saber dónde están las joyas y el dinero?
Esperamos sus noticias, señor Delegado, pero tome buena nota de que la crispación vecinal va en aumento. Responsabilidad suya es que no vivamos sobresaltados como ahora lo estamos ante tanta contumacia por parte de los ladrones y tanta apatía por parte de quienes, con usted al frente, deberían impedirlo.