Recibo un mensaje en el teléfono móvil, ese receptáculo que nos cabe en el hueco de la mano y al que casi todo viene a parar, con este texto que reproduzco con ánimo de compartir lo que en el se dice: “Las compras navideñas serán raras este año. En lugar de aumentar las ganancias de Amazon, podrían pedirles a sus amigos y familiares un vale para un negocio local que podría estar en problemas. Librerías, restaurantes, peluquerías, esteticistas, teatros, cines, artesanos, lo que te interese o se necesite. Esperando ayudarlos para estar aquí el próximo año. ¿Quién quiere copiar y pegar?”.
Puede que sea un mensaje surgido desde algún red social. No importa. A mí me lo envía un amigo vinculado al mundo empresarial. Pero, más que la procedencia y el tratamiento cada vez menos usual del implícito ustedes, importa el fondo de la recomendación. Apoyar el comercio local es un mensaje que merece ser compartido. Yo lo hago con sumo gusto porque está cargado de razón. Y sin necesidad de levantar una bandera contra el fabuloso negocio montado por Jeff Bezos, que le ha llevado a convertirse en el hombre más rico del mundo. Y como en aquella medalla del amor que estuvo de moda hace medio siglo: “Hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana”, Bezos puede decir algo muy parecido, que hoy es más rico que ayer pero menos de lo que será mañana, cayéndole como le caen cada segundo miles de pedidos efectuados por habitantes de uno a otro confín del ancho mundo.
Se diría que es imposible competir con Amazon. Fácil no lo es, desde luego. Pero debe intentarse. Su oferta se dice que es única urbi et orbe por amplia y con precios ventajosos, a veces ruinosos para sus proveedores. Puede que sea cierto cuanto se dice. A punto estuve de convertirme en uno más de sus cientos de millones de usuarios. Lo intenté cuando quise comprar un flexo que ya llevase incorporada iluminación por led. Confieso que acabé tan mareado como aburrido después de tener que ver tantos y tantos modelos como aparecían uno tras otro, de modo que me informé de que los había en una tienda de Ontinyent, en Electricidad Sanegre, esquina Dos de Mayo con Francisco Cerdá. Fui allí, vi uno que me gustaba y me lo llevé bajo el brazo, sin necesidad de tener que esperar la llegada del pedido por Amazon, por muy rápido que se diga que es su servicio de mensajería.
Apoyar el comercio local es dar respaldo a pequeñas empresas, iniciativas personales, micro firmas, autónomos, gente emprendedora que apuesta por ofrecer servicio en su y nuestra propia tierra, generando a su vez una cadena de complementariedad y complicidades con otras actividades comerciales y sociales que aquí se desarrollan.
La propuesta de los cheques comerciales, surgida semanas atrás por iniciativa del equipo de gobierno local, demostró ser todo un acierto compartido por la ciudadanía y los comerciantes, que de darles apoyo se trataba, y rápidamente imitado por otras poblaciones de los alrededores.
Ese apoyo a los negocios locales debe tener reciprocidad por su parte. Sería aconsejable que cada uno de nuestros comerciantes, en la medida de sus posibilidades, estudiase y gestionase el modo y manera de hacer del suyo un negocio competitivo. También contra los amazones que amenazan desbordamientos. Los afectos y sentimientos pueden jugar un papel importante a favor del comercio local, pero si la oferta no es competitiva, y no lo es cuando una calculadora (y cito un caso del que me hablaron días atrás) cuesta en Amazon veinte euros menos que en el comercio local al que hemos acudido, será difícil que el pedido se quede aquí.
Pero, por amplia y muy competitiva que sea la oferta amazónica, el día que hayas perdido el pequeño tornillo de una de las patillas de tus gafas, tendrás que recurrir a una óptica local para que te solucione el problema. Si te colocan el tornillito de marras será porque un establecimiento seguirá abierto en tu ciudad que podrá hacerlo, pero el día que Amazon haya arrasado con todo el comercio local tendrás que valerte de tus artes y manitas para solucionar el problema de la patilla de tus gafas.