El 22 de diciembre de 1873 se vivió uno de los episodios más dramáticos de la historia de Bocairent. El enfrentamiento entre los voluntarios carlistas, al mando del comandante General del Reino de Valencia José Santés Murgui, natural de Llíria y las tropas gubernamentales, dirigidas por el brigadier Valeriano Weyler, sembraron de heridos y cadáveres el Pla de Ponce.
La batalla del Pla de Ponce o de Camorra, como ha pasado a la historia, se desarrolló en una zona cercana a los límites de los términos de Bocairent, Ontinyent y Banyeres de Mariola. Con puntos tan estratégicos como el pico geodésico de l’Alt de la Creu, la ermita del Santo Cristo, las masías de Ponce, Buena Vista, el Racó… Cuando transitas por dichos parajes aún se pueden apreciar restos de las supuestas trincheras carlistas, semiocultos por la maleza.
La narración de la contienda la encontramos en numerosos escritos y documentos, tanto civiles como militares. También ha propiciado historias y relatos de la tradición oral, y ha ocupado capítulos de novelas. Asimismo, ha inspirado a artistas como el pintor baezano Juan Alaminos que inmortalizó la confrontación en una obra que se conserva en la Biblioteca Valenciana. Esta lámina representa la carga de las tropas carlistas, apoderándose de dos piezas de artillería de las tropas gubernamentales. 
Una de las descripciones más relevantes de lo sucedido es la del vencedor, el propio Weyler, en su autobiografía. En ella ofrece una crónica salpicada de sentimientos y emociones, ya que cuando en el transcurso del combate, lo vio perdido, reconoce que estuvo a punto de suicidarse: “Debo confesar que, en el momento más crítico de aquella acción, pensé en quitarme la vida”.  
Tras finalizar la batalla, los vecinos salieron en masa a auxiliar a los heridos. La Cruz Roja de Alcoi, apenas nueve años después de su fundación, hizo su primera incursión acudiendo al lugar de los hechos. En el acta levantada por el juez municipal, D. Joaquín María Calabuig, ante dicha comisión, leemos una breve exposición de los hechos: “en el campo de Batalla se habían encontrado setenta y siete cadáveres, treinta y dos de la clase de tropa y cuarenta y cinco carlistas, de los cuales fueron enterrados sesenta y dos en un campo inmediato al Santo Cristo, bastante cerca del campo de batalla, y quince en el cementerio de esta población; cuya batalla tuvo lugar en el Llano de Camorra de nueve a doce de la mañana del día 22 del corriente diciembre por las tropas del gobierno al mando del Brigadier Wailer [Weyler], contra la partida carlista capitaneada por Santés, cuya batalla principió la víspera a las tres de la tarde por las indicadas tropas desde la casa de campo del Chaquero con los citados  carlistas que se habían posesionado en el pinar del Racó, a cuyo punto se hizo fuego de fusil y de cañón hasta que se hizo de noche, retirándose las tropas a esta villa y los carlista al monte llamado Al de la Creu, donde permanecieron toda la noche hasta la mañana del día 22 en que tuvo lugar la indicada batalla, de la cual además de los indicados muertos, resultaron 74 heridos que se colocaron en los primeros momentos en la iglesia del Santo Cristo y después en el Hospital de esta villa y local del posito de la misma, todos los vecinos de esta población prestaron esmerados auxilios a todos los heridos, tanto de ropa, como de alimentos y medicamentos”.      
Con este suceso, los habitantes de la población pudieron comprobar la crueldad de las guerras, ya que tuvieron que socorrer a los heridos y enterrar a los muertos. Además de las pérdidas mencionadas, se hizo referencia a que se quemaron 17 carlistas en el pinar del “Racó” y otros 21, también carlistas, fueron enterrados en Ontinyent. En un primer momento las bajas mencionadas ascendían a 115, pero las informaciones no son exactas, ni hay coincidencia de las fuentes. Además, los carlistas se llevaron a casi todos sus heridos. En los meses posteriores hubo más de un fallecimiento entre los heridos hospitalizados en la villa, la mayoría liberales. Este juego de cifras y el hecho de que de muchos de ellos aún se desconoce su identificación, nos acerca a unos hechos que nos remiten a la actual Ley de la Memoria Histórica, recordándonos que en pocos más de cien años sufrimos más de una guerra civil y en todas ha habido vencedores y vencidos. En este caso los vencidos fueron los voluntarios carlistas.  
Sí que se igualó en muerte a los que se enterró en el mausoleo establecido cerca de la ermita del Santo Cristo (lo que actualmente definen como Fosa Común), hasta el extremo en que se sepultó juntos liberales y carlistas, bajo la inscripción: “62 VÍCTIMAS, DE SUS IDEALES UNOS, DE LA DISCIPLINA OTROS, YACEN AQUÍ. HONOR Y GLORIA A LOS QUE MURIERON EN EL CUMPLIMIENTO DEL DEBER, EL 22 DE DICIEMBRE DE 1873. RYP. AÑO 1912”. De estos héroes anónimos poco sabemos, ya que no figuran nombres ni en la sepultura ni en el registro civil, además el libro de defunciones de la parroquia correspondiente a aquellos años, fue quemado en 1936. Investigaciones actuales nos acercan a poder conseguir algunas identificaciones. 
Para señalar el lugar donde reposaban los cuerpos se colocó, inicialmente, una sencilla cruz de madera. Posteriormente se emplazó un modesto monumento, una cruz de piedra y la inscripción anteriormente señalada. Éste fue erigido por iniciativa carlista y bendecido el 19 de octubre de 1912. A la ceremonia, presidida por el entonces jefe Regional Carlista, Manuel Simó Marín, natural de Ontinyent, asistieron carlistas de Ontinyent y Bocairent y cuatro veteranos que habían participado en la Batalla de Camorra. La bendición corrió a cargo del párroco de Bocairent, Rvdo. D. Antonio Artés. En 1936, la cruz fue destruida por miembros del Frente Popular. Al terminar la contienda se colocó otra de hierro forjado. En 1988 fue robada y aserrada. Fue repuesta al año siguiente.
Hasta 2019 fue lugar de peregrinación de los carlistas el día de 10 marzo, fecha en que la Comunión Tradicionalista Carlista celebra la Festividad de los Mártires de la Tradición, instaurada por el pretendiente carlista Carlos VII. La pandemia y el posterior fallecimiento del último jefe local de la C.T.C. de Bocairent, en marzo de 2021, ha propiciado que no se hayan rezado más responsos por las almas de los sepultados.