"Al final lo que importa es el valor que das a la vida, a cada momento, a cada experiencia vivida. Hay que tener respeto al cáncer, pero no le debemos permitir que atrape la vida que se nos ha regalado. Mañana, o el mes que viene, puede empeorar de repente. O puede curarse definitivamente, pero lo importante será haber aprendido de la vida”. Reflexión que aparece publicada en la página 440 del libro Una historia de cáncer, escrito por Santi Sais, y publicada en enero del pasado año. Una historia, nos decía su autor, “para quienes no se creen héroes ni heroínas”.
Muchos de cuantos el pasado lunes acudieron al tanatorio de Ontinyent y el martes a la parroquia de San José para despedir a Santi y dar un abrazo a su mujer Inma y sus hijas Violeta y Eva Maia, a sus hermanas Loles, Pepa y Mavi, podrían escribir mucho más y mejor de lo que yo pueda hacerlo en estas líneas. Muchos que como Santi han luchado contra el cáncer esa dolencia innombrable, porque los periodistas durante mucho tiempo hemos creído que era mejor recurrir al subterfugio de “cruel enfermedad”, para no tener que mentarla ni escribir sus seis malditas letras, como si así nos valiésemos de un sortilegio o un amuleto que nos librase de su mal. 

Ante el cáncer Santi no giró la cabeza, la miró a la cara y luchó para vencerla, como tantos otros hicieron y consiguieron. Y de ello dio respuesta en un libro valiente, sincero, necesario, oportuno, que ahora, por culpa de una muerte siempre traicionera, y más cuando llega a destiempo como es su caso, se ha convertido en el impresionante testamento vital de quien nos ofreció en sus páginas el testimonio de su brega. 
Para Santi, y esa implicación en buena parte le venía por su ADN familiar -- hijo de mi querido y recordado amigo Roberto-- nada de lo que tuviese que ver con Ontinyent le resultaba ajeno, sobre todo lo referido a la sostenibilidad medioambientalderechos humanos, asociacionismo solidario, objeción de conciencia y el conocimiento histórico y actual de lo que hemos sido y somos como ontinyentins. 
Su implicación con Anima, Associació càncer Ontinyent, en la que tanto aprendió y a la que igual o más enseñó, fue el epicentro de su generosa aportación, dando asesoramiento, consejos y acompañamiento. La lucidez de su pensamiento, su ejemplo y compromiso puede y debe servir para iluminar a quienes se sientan sorprendidos por una sobrevenida penumbra y no encuentren el camino por el que avanzar en busca de la esperanza, porque “lo que importa es el valor que das a la vida”.

Los ‘Campeones’ del Trèvol 
La discapacidad, aunque menos que en los años del mutismo, sigue sin conseguir la debida visualización en los medios de comunicación. Subsisten suspicacias, prevenciones y escrúpulos, verdaderas barreras emocionales que todavía no han sido suprimidas en muchas mentes y corazones.  Una película, Campeones,  de Javier Fesser nos ofreció una imagen distinta dándonos a conocer una realidad, con grandes y buenas dosis de humor, que los melindrosos preferirían que no irrumpiesen en el escenario de sus vidas. 

La discapacidad está ahí. Mérito de quienes (usuarios, familiares, técnicos, voluntarios) forman parte del Projecte Trèvol en estos 25+3 años desde que se pusiese en marcha, han trabajado con ilusión, constancia, esfuerzo y empeño para conseguir la mayor integración sociolaboral de unas personas a las que si se les da una oportunidad –y muchos empresarios, aunque harían falta más, de Ontinyent y la Vall d’Albaida ya lo hacen– pueden demostrar sus capacidades, que son en verdad mayores de las que las apariencias y los prejuicios consideran.
Este pasado martes, en el salón de actos de la sede de la Mancomunitat de Municipis de la Vall d’Albaida (a la que le cabe el honor de haber sabido y querido apadrinar al Trèvol desde el minuto uno) culminó el calendario de actividades que a lo largo del año han permitido dar a conocer por medio de charlas, debates, tesis doctoral, exposiciones, imágenes, carteles, lo mucho y bueno que se ha hecho por conseguir que la discapacidad lo sea un poco menos, de modo que a la desaparición de las barreras arquitectónicas se una la supresión de los ofuscamientos de quienes no quieren verla. O  lo que es peor, tratan de negarla.

Los usuarios del Trèvol, nuestros verdaderos campeones, también tienen su película. Una espléndida realización de Carles Cerdà que fue estrenada en esta particular gala y en la que fue mostrándonos el día a día de unos usuarios que trabajan, conviven, estudian, juegan, se enamoran, se divierten y, sobre todo, son y se sienten capaces cuando se pone en sus manos un puesto de trabajo que, por cierto, lo atienden con verdadera implicación y sentido de la responsabilidad.
Ignoro qué va a pasar en las próximas semanas en la Mancomunitat, porque sus nuevos responsables no acaban de arrancar tras su remodelación a consecuencia de las elecciones municipales del 23 de julio. Sólo por el acendrado sentido de la responsabilidad que la Mancomunitat tiene reconocido por y para el Trèvol a lo largo de su historia, cabe urgir a quienes deben gestionarla a que se pongan las pilas. La atención a la discapacidad no admite un “vuelva usted mañana”.