Me abstendré de hablar en esta ocasión de las estafas políticas que cotidianamente perpetra nuestro ínclito presidente del Gobierno con sus enredos y su  Ley de Amnistía, que por parecerle insuficiente al prófugo de Waterloo, a Sánchez le sale por la culata y le tuerce el  ánimo y gesto, hasta tal punto que se le vio abandonar, crispado como nunca, el hemiciclo del Congreso de los Diputados,  apenas constató que los de Junts cumplían su amenaza. 
Hay que escribir de otros pillajes, y hacerlo a modo de advertencia para que ningún lector se vea sorprendido por tantos truhanes y bribones como los que ha diario traman nuevos engaños con los que sorprendernos. Sobre todo a quienes por edad, pese que deberíamos a estas alturas de nuestras vidas estar curados de todo espanto, pueden conducirnos a una trampa en la que caigamos por confiados. 

La última estafa en la que he estado a punto de caer, me la tendieron este pasado lunes. A media tarde, a las 18,46, recibo una llamada del teléfono +34 611 341 517. Quien me llama se identifica como empleado de Movistar para decirme que no he respondido a un correo electrónico (que por demás no había recibido) en el que se me indicaba que debía aceptar un incremento de 15 euros al mes por la línea telefónica del móvil y la misma cantidad por internet. Que con el fin de paliar el incremento me compensaban con el regalo de una tableta, “porque queremos que siga siendo nuestro cliente”. Respondo que no acepto el incremento y por más que me insistiese el fulano le digo que no. En ese caso, me dice, la compañía –que me ha dicho que es Movistar -- tiene que poner mi número “en portabilidad”, de modo que otras empresas puedan ofertarme irme a la suya. 
A las 18,56 desde el número +34 672 857 340 me llaman identificándose como de la empresa Orange. Me huelo el fraude y educadamente le indico a la fulana (femenino de fulano, que era el otro individuo que me había llamado antes) que no siga perdiendo el tiempo conmigo. Como cliente de Movistar que soy llamo seguidamente al 1004, en donde me confirman el propósito fullero de las dos llamadas anteriores. Dejo aquí constancia de los números de teléfono por si alguna autoridad consumera, de industria, o de la inútil protección de datos, tiene interés en hacer alguna averiguación. 

Más intentos timadores. La bandeja de spam del ordenador rebosa de falsas comunicaciones de correos en que me reclaman datos para entregarme un paquete que no espero. En los mensajes del teléfono móvil también tengo más avisos del misterioso paquete.  Si saben mi número de teléfono no hay razón para que no sepan a donde tienen que llevarlo. Otro intento de estafa.
Una supuesta hija me envía un angustioso mensaje. Se le ha roto el teléfono y ahora dispone de otro número al que me pide le haga un bizum, porque tiene la mayor de las urgencias en hacer un pago en el que poco menos le va la vida si no lo abona de inmediato. Como no soy un bertinosborne con hijas por doquier no me veo obligado a enviar ni un euro a esta que me surgido por ensalmo.

Timos, fraudes, estafas, engaños, trampas en que intentan hacernos caer por medio de los nuevos artilugios internáuticos. Nada que ver con el tocomocho de toda la vida, en el que no pocos avariciosos en el pecado llevaron su penitencia. Ni los billetes nigerianos que una vez lavados harían rico a quien los comprase a precio de saldo.
En esta edición de LOCLAR les damos cuenta del engaño sufrido por propietarios de naves industriales de nuestra ciudad que las alquilaron a  unos sinvergüenzas que no tuvieron reparo alguno en abonar por adelanto el importe de medio año de alquiler. Pasado el periodo del contrato y al ir a recuperar sus naves los dueños se encuentran que las tienen hasta los topes de un infecto material de desecho, que no sólo carece de valor alguno sino que para deshacerse del mismo tiene que recurrir a vertederos autorizados que les cobrarán importantes cantidades. Otra trampa o fullería que en principio no tenía ninguna apariencia de trampa.
 
Con tan elevado número de estafas como a diario se cometen (por no citar los robos domiciliarios que se perpetran a cuenta de la revisión del gas o de la luz) aprovechándose de la buena fe de la ciudadanía sorprendida por un correo con toda la apariencia de ser de tu banco o tu caja de ahorros, bien podrían la autoridad (aquella que antaño llevaba aparejado el apellido de “competente”) dejarse de perder el tiempo con el timo de la amnistía  puigdemoníaca y dedicar más esfuerzos y medios para ir en contra de mafias, mafiosos, malandrines e hijos de puta  que no dejan de urdir nuevas artimañas con las que estafarnos y  robarnos.

Lees los episodios de Rinconete y Cortadillo, o del inmortal Lazarillo de Tormes, grandes obras de nuestra literatura picaresca, y te termina emocionando la sencillez del engaño de aquellos truhanes frente las canalladas y bellaquerías a las que nos vemos expuestos a diario. Sino con la complicidad de los gobernantes sí con su apatía, dejadez o incompetencia para meter mano a todos cuantos nos intentan metérnosla doblada y con arena y que en tantas ocasiones consiguen su objetivo para nuestra desgracia.