11 de julio de 2010, Johannesburgo, Sudáfrica. Con estos 3 datos ya todo el mundo sabe de que hablamos, pero no vamos a quedarse en el país africano, sino a 10.974,1 km de distancia, en la localidad de Ontinyent, donde hace 10 años de uno de los momentos futbolísticos que han parado la ciudad.
Eran sobre las 23:00 horas de la noche cuando Howard Webb silbó el final de la final del Mundial, tan solo 5 minutos antes Andrés Iniesta había hecho el gol que celebró todo un país, y del que ya hace 10 años.

Ni un minuto pasó hasta que las primeras lágrimas salieron de los ojos de los ontinyentins, desde que las primeras bocinas de los coches empezaron a sonar por el Dos de Mayo, Daniel Gil o la Avenida Almaig. Las calles fueron poco a poco llenándose, puesto que al principio muchos optaron, o optamos, por esperar a que Iker Casillas elevara la copa al cielo de Sudáfrica por, en ese momento sí, salir deprisa a la fuente del Salvador a reunirse con miles y miles de ontinyentins, algunos bañándose, otros abrazándose, otros gritando... la policía también celebraba, las cámaras grababan, gente desfilando.
Una de las noches más largas, para bien, de la ciudad, una sensación nunca vivida y que a pesar de que el recuerdo es muy fuerte, ya hace una década de la visita más especial de la ciudad a esa fuente donde se celebraban los triunfos y que estuvo llena como nunca.
Una noche mágica e inolvidable en uno de los días más felices de mucha gente. 10 años que recordamos con estas fotos, porque el tiempo pasa, pero esa unión de todo Ontinyent, de todo un país, quedará para siempre.