Reír, pasar más tiempo con los suyos, decir más veces ‘te quiero’, no angustiarse por lo que todavía no ha pasado... Estas son algunas de las lecciones que, por su suerte o por desgracia, ha aprendido la ontinyentina Belén Torró Mollá tras pasar por un cáncer de mama. 
Hace tan sólo tres meses que se puede decir que ha dejado atrás el tratamiento de manera definitiva. Acostumbrada a escuchar palabras como quimio, operación, analítica, etc., poco a poco está cambiando esta jerga médica para centrarse en lo que será su vida a partir de ahora.
A veces, se para a mirar atrás y piensa “¿Todo esto lo he vivido yo?”, explica. A pesar del dolor, de las lágrimas, del tiempo robado por el agotamiento, Belén asegura que no cambiaría nada de lo que ha pasado. “Si no hubiera pasado por este cáncer no habría conocido a las personas que tengo a mi lado ahora y no sería como soy hoy”, asegura. “Puede sonar fuerte, pero para mí el cáncer ha sido una oportunidad”, añade. 
Todo empezó muy rápido. Un día, en su casa, Belén se notó un bulto en el pecho. Por prevención, fue al médico, e inició el proceso de pruebas que acabaron en biopsia y en una operación que, afortunadamente, salió bien.  
La primera vez que escuchó la palabra cáncer se le cayó el alma a los pies. Psicóloga de profesión, a sus 41 años, Belén acababa de dejar su trabajo hacía poco más de dos meses para centrarse en las oposiciones cuando le diagnosticaron el cáncer, y ahora, ¿qué iba a hacer? “Creo que la vida me dijo para, y vive de otra forma”, asegura.
La fatiga mental y emocional; la caída de pelo que hacía que no se reconociera ni ella misma ante el espejo... Tuvo que vivir momentos realmente difíciles, pero a pesar de ello, “todo lo que me ha pasado a partir del cáncer ha sido maravilloso”, incide. Una de estas cosas “maravillosas” es el haber podido conocer a grandes personas a través de ANIMA (Associació Càncer Ontinyent), a otras usuarias que han pasado por la misma experiencia y que ahora son amigas. Y otra de las cosas fue descubrir que tenía a su lado a muchas personas que la querían. “Estoy muy agradecida a toda la gente que se ha preocupado por mí, sobre todo a mis padres, me he sentido súper querida”, señala. “El cáncer ha sido un antes y un después en mi vida. Ahora veo que debo intentar vivir de la manera que yo quiero, sin hacer daño a nadie, y darle importancia a las cosas que realmente la tienen”, asegura.
Los inicios de la enfermedad fueron duros. “Al principio, quería que todo pasara deprisa, hasta que me di cuenta de que esa prisa me causaba ansiedad”, comenta. “Veía que no llegaba a mis objetivos, hasta que decidí dejarlo todo y centrarme en curarme”. Se apoyó primero en su familia, pero poco después, en la Carrera del cáncer de mama, Ana Borrell y Mapi, que falleció el pasado mes de octubre, la saludaron y la invitaron a desayunar. Fue el primero de muchos encuentros y el inicio de una gran amistad a la que se han unido caras nuevas en los últimos meses. ANIMA “es otro tipo de ayuda que puede hacer mucho bien y resolver muchas dudas”, comenta. 
Respecto a cómo ha pasado el confinamiento, la ontinyentina explica que se lo tomó con absoluta calma. “Yo ya estaba acostumbrada a una vida tranquila, sin salir demasiado; me pareció que si en ese momento no se podían hacer determinadas cosas, no pasaba nada”, destaca. En cuanto al acompañamiento médico, asegura que “no me han dejado en ningún momento”, y que ha tenido la atención médica necesaria desde que empezó la pandemia. El tratamiento lo ha llevado en el Hospital Lluís Alcanyís de Xàtiva, mientras que la operación y la radioterapia, en La Fe de Valencia. “Estoy muy contenta, creo que he tenido mucha suerte”, asegura. 
Recomienda las exploraciones y no dejarlo pasar porque “es fundamental para poderte curar”. Aunque le está costando ubicarse en su nueva realidad y todavía con miedo (el suyo era un cáncer de mama triple negativo, uno de los más agresivos), Belén mira a la vida con ilusión. Su mirada rebosa luz cuando explica que a partir de ahora quiere disfrutar de su hija todo el tiempo que la enfermedad le ha robado, vivir el día a día y devolver, en la medida de lo posible incluso más, todo el amor que le han dado. “A lo mejor es una meta simple, pero para mí es muy importante estar para quien lo necesite, me llena mucho más que cualquier otra cosa”, concluye.