La primera fase de las obras de sellado y recuperación del vertedero de La Clariana de Ontinyent, llevadas a cabo por GIRSA, empresa participada por la Diputación de Valencia, ha quedado recientemente concluida. 
El vertedero, de 80.000 m2 de extensión, presenta actualmente un aspecto distinto a cuando fue cerrado, en septiembre de 2013, tras pasar por varias batallas legales. Pese a ello, todavía quedan muchos restos de residuos de todo tipo, tales como plásticos, telas, mobiliario, etc. Y pese a no estar en activo, se desprende un fuerte olor de ellos. 
El pasado lunes, el alcalde de Ontinyent y presidente de la Diputación, Jorge Rodríguez; el diputado de Medio Ambiente, Josep Bort; la concejal de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Ontinyent, Patricia Folgueras; el concejal de Territorio, Jaime Peris; y varios técnicos, visitaron una de las zonas en las que se ha trabajado. Un espacio donde se han estado realizando las obras desde marzo de 2016, por un coste de 400.000 euros, a los que se añadirán en breve los 500.000 euros que costará la segunda fase proyectada para continuar este año estos trabajos. Está previsto que se contrate en los próximos dos meses y tenga una duración de otros seis.
Jorge Rodríguez recordaba que el proceso hasta llegar a este punto “ha sido muy largo”. Desde que se decidió cerrar el recinto e impedir el acceso de camiones que acudían a verter residuos inertes, “empezó un conflicto jurídico entre el Ayuntamiento y GIRSA que no pudimos resolver en la anterior legislatura, ya que la Diputación y GIRSA no tenían interés en resolver el problema”, explicó Rodríguez. “A partir del cambio de gobierno de la Diputación, el nuevo diputado de Medio Ambiente, Josep Bort, asumió el problema en primera persona, con voluntad de resolverlo y, esta actuación acabó con el conflicto jurídico”, añadió. 
En cuanto al proceso de sellado, supone cubrir el vertedero con varias capas, según explicaron los técnicos. En concreto, la zona donde se ha actuado era antes un agujero, lleno de residuos que se cubrió de una primera capa con áridos para llegar a las cotas necesarias para poder nivelar los terrenos. Así como una capa impermeabilizadora para que las aguas de lluvia no se canalicen. Por delante queda la colocación de nuevas capas para acabar finalmente con una cobertura vegetal con tierras fértiles y vegetación autóctona./media/gallery/noticias/2017/2/dsc_0908_93.JPG
También se está aplicando un sistema de gasificación, por el cual los gases se canalizan y se queman; se están realizando un seguimiento, con analíticas de las emisiones y gases. En cuanto a los lixiviados, los líquidos residuales, generalmente tóxicos, que se filtran de un vertedero, están recogidos en una balsa y se trasladan con camiones con cubas a una empresa especialista en tratamiento de éstos.
GIRSA deberá revisar y hacer seguimiento del correcto sellado durante los próximos 30 años. Patricia Folgueras explicaba que “será muy costoso el proceso hasta que la zona pueda recuperar su aspecto inicial”, y los técnicos comentaron que para que los residuos se conviertan totalmente inertes pasarán al menos 20 años. Asimismo, recordó que los representantes de GIRSA ya se reunieron con el vecindario para resolver sus dudas y sugerencias, y avanzó que “estamos estudiando las mejores opciones para convertir esta zona en un espacio de provecho desde el punto de vista medioambiental”.