- ¿Cómo se encuentra en estos momentos?
- Me encuentro bien, después de más de dos meses. Estoy muy animado, con fuerzas y confianza. La Fe me ha ayudado desde el primer día, el amor de mi familia, mi mujer y mi hija, y también de los amigos. Mi mujer es la que ha bajado a comprar y veía que la gente no estaba concienciada con el problema. A raíz de ello, decidimos grabar un vídeo por el que hemos recibido una avalancha de cariño. 
- ¿Y a nivel físico?
- Las secuelas suelen ser pulmonares, pero en mi caso, tengo afectada la parte motora, que se focaliza en el habla y en el movimiento. El virus me ha provocado una cefalitis vírica transitoria. Los médicos me están diciendo que, cuando pase la inflamación, confían en que todo vuelva a la normalidad. 
- ¿Tenía alguna patología previa?
- No, ninguna. Este virus es misterioso, silencioso, y a cualquier persona le puede afectar. Por ello, la finalidad del vídeo que grabamos era hacer una llamada de alerta para todo el mundo. No afecta sólo a la gente mayor, sino a todos. 
- ¿Cuándo empieza esta lucha contra la enfermedad?
- Empezó a tener síntomas mi mujer. Al cabo de unos días, después de San José, empecé a notar como un resfriado fuerte con fiebre, tos y mucha fatiga. El día crítico fue el 27 de marzo, cuando caí al suelo porque me faltaba oxígeno. En el Hospital de Ontinyent me hicieron pruebas y me detectaron una neumonía bilateral grave; me hicieron las pruebas del covid-19 y me trasladaron al Hospital de Xàtiva. 
- ¿Y dio positivo en el test?
- No. Me hicieron varios test, por saliva y por mucosa, y nunca di positivo. Los test marcaban una cosa, pero la realidad era otra. El material no era fiable. Mi médico, el doctor Iván Arroyo, decidió tratarme como un enfermo de covid-19, y gracias a su intuición y profesionalidad, yo salvé mi vida. Después, la analítica por sangre de anticuerpos marcó que sí que había padecido el covid-19. 
- ¿Cuántos días estuvo ingresado?
- Estuve 11 días ingresado en Xàtiva, y me dieron el alta el 7 de abril, más el período de aislamiento en casa. No estuve en la UCI, ni me indujeron el coma. Sí se planteó, pero al final no hizo falta, porque reaccioné bien al tratamiento. 
- ¿Notó falta de medios?
- Estuve los 11 días con la misma mascarilla quirúrgica, que normalmente es para 6 ó 7 horas. Les pedí a los sanitarios si podían darme una para cambiármela, pero me comunicaron que el personal se traía la suya de casa porque la administración no les daba. Les sabía mal que no tuvieran para mí. Había falta de medios, tanto de mascarillas, como de test... Por otro lado, quiero destacar la entrega, el compromiso y la generosidad de todo el personal sanitario, de Ontinyent y Xàtiva, desde las mujeres de la limpieza hasta el último médico, sobre todo al doctor Iván Arroyo. Son los héroes de toda esta pesadilla. 
- ¿Cómo lo ha vivido su familia?
- Mi mujer ha vivido también la enfermedad. Cuando yo me fui al hospital ella todavía estaba con síntomas. Intentó llamar varias veces al teléfono que dispuso la Conselleria de Sanitat y nunca consiguió comunicarse con nadie. Mi médico de Xàtiva es el que, por teléfono, le realizó el seguimiento. Mi mujer y mi hija han estado en casa, no pudieron venir a verme. Hablaba con ellas por teléfono, y esto era un gran apoyo. 
- ¿Ahora cuál es el seguimiento?
- Estoy, por un lado, con pruebas en el hospital, pero también, mi mujer, que es logopeda, está haciéndome la reeducación del habla, y hemos buscado una fisioterapeuta para que me ayude a la parte física y motora. Son especialistas que nos los hemos buscado nosotros para no perder tiempo, siempre bajo la supervisión de mi médico. Tenemos una comunicación muy buena. 
- ¿Dónde piensan que se contagiaron?
- Tenemos dos posibles hipótesis. Una de ellas es el colegio de mi mujer, en Fontanars, donde detectó niños con resfriado, y donde al cabo de un tiempo nos enteramos de que el pediatra de la población había sido atendido por mi médico. Por otro lado, en Elda, donde yo trabajo como docente, también ha habido varios casos cerca del centro. 
- ¿Qué diría a la población?
- Está claro que hay que hacer vida, pero muy alerta. No ha sido algo que ya ha pasado, todavía está ahí, y las consecuencias o secuelas son muy graves en algunas personas. Si todos ponemos de nuestra parte, todo irá bien. La administración pública no ha acompañado ni a los sanitarios ni a la población, ni en las decisiones ni en las acciones. Ha sido una acción terrible, catastrófica. Ni con el teléfono, ni con el material... Y no decimos esto por política, sino porque lo hemos vivido en primera persona. Queremos que quede constancia de esto, porque muchas veces la administración se hace publicidad de lo bien que lo ha hecho a toro pasado, y si alguien ha salvado vidas han sido los sanitarios, no los gobernantes en general, ellos siguen pensando en mirar su ombligo. Nos gustaría dejar constancia de ello y que se sepa.